Sociedad: País más rico, población más pobre
En 2023, algo más del 21% de la población de la Unión Europea estaba en riesgo de pobreza o exclusión social, y Rumanía era el país con el porcentaje más alto: 32%. En el segundo trimestre del mismo año, Rumanía se situó entre los tres primeros países de la UE en términos de crecimiento económico. ¿Cómo explican los expertos esta discrepancia?
Iulia Hau, 15.01.2025, 12:08
El riesgo de pobreza o exclusión social es la situación de una familia que se enfrenta al menos a uno de los tres riesgos asociados: ingresos por debajo del umbral de pobreza (que en 2023 era de 1619 leus al mes, unos 325 euros por persona), privación material y social y tasa baja de participación de la población activa (cuando los adultos trabajan menos del 20 % de su potencial anual).
Según las estadísticas de Eurostat de 2023, los habitantes de Rumanía ocupaban el primer lugar en cuanto a este riesgo (32 %), seguidos de Bulgaria (30 %), España (26,5 %) y Grecia (26,1 %).
Además, según un estudio de la organización Save the Children, casi uno de cada dos niños rumanos (el 41,5 %) está afectado por la pobreza y está en riesgo de exclusión social, casi el doble que la media europea. Otros datos de Eurostat muestran también que en Rumanía la pobreza se hereda más que en ningún otro país de la UE. Solo el 4 % de los rumanos que provienen de familias con un nivel de estudios bajo accede a la universidad. Solo en Bulgaria este porcentaje es inferior (3,9 %), mientras que los españoles, los portugueses y los griegos son los que más probabilidades tienen de progresar generacionalmente y de obtener un título universitario si proceden de familias sin estudios de educación superior: 49,8 %, 37,6 % y 34,5 %, respectivamente.
Si en 2023 el producto interior bruto (PIB) de Rumanía creció un 2,4 % respecto a 2022 y el país está entre los europeos que más horas semanales dedican al trabajo (39,7 horas frente a una media europea de 36,4), ¿por qué un tercio de los rumanos vive bajo el umbral de la pobreza?
Andrei Țăranu, politólogo y profesor en la Escuela Nacional de Estudios Políticos y Administrativos (SNSPA) de Bucarest, explica este desfase:
«En nuestro país, el crecimiento económico se ha producido a pesar y en contra de todas las políticas sociales. Además, fue vuestra generación la que, en 2017, se mostró en contra de la asistencia social, queriendo una generación totalmente purgada de quienes viven en las zonas rurales y en las pequeñas ciudades, de todo lo que significó el pasado comunista de Rumanía, especialmente de los pensionistas. Hay una espeluznante imagen con jóvenes que lanzaban billetes de un leu a un anciano para que los recogiera en Iași (noreste de Rumanía), ciudad de donde yo también procedo. Creo que fue el peor momento».
Andrei Țăranu explica que la generación de la que habla son los rumanos nacidos después de 1990, e incluso después de 1985, los primeros millennials. Según el experto, esta generación vive en una burbuja económica y social en las grandes ciudades, olvida que existe otra parte de Rumanía y quiere romper todos los lazos con el pasado sin entenderlo. El politólogo define a esta generación como la generación del nuevo capitalismo, «confundida» por la existencia de la generación precedente, que procede del periodo de transición tras el final del comunismo, y que tiene un comportamiento de consumo y una existencia diferentes:
«Todas las políticas públicas que se han llevado a cabo en Rumanía después de 2004 se han hecho pensando exclusivamente en el desarrollo económico. Se daba dinero a las microempresas, a las pymes y a las empresas emergentes. Ahora se invierten enormes sumas en autopistas, pero se olvida por completo la asistencia social y a gran parte de las categorías sociales vulnerables. Y si resaltan a alguna de estas categorías, por ejemplo, a los ancianos de varios pueblos, lo hacen por razones electorales, en contra de los gobiernos que se olvidan de nuestros antepasados, últimos depositarios de la tradición».
A la pregunta de qué se podría hacer para corregir estos desequilibrios sociales y económicos, el experto no se muestra optimista:
«Obviamente, las soluciones son políticas, solo pueden ser políticas. Y para eso se necesita una visión crítica que comprenda los grupos sociales y generacionales. No creo que eso sea posible. Una buena parte de estos marginados, que realizan trabajos precarios, carecen de estudios o tienen estudios secundarios, trabajan en la construcción o llevan a cabo un trabajo esporádico e incluso son empleados estatales – algunos de ellos son barrenderos (también se les considera trabajadores improductivos, de los que tenemos que deshacernos) – apoya hoy en día a todos estos movimientos radicales y fascistas. Es evidente que las demás categorías socio-generacionales no les tenderán la mano, precisamente porque los consideran enemigos: “los que quieren sacarnos de la UE y de la OTAN, los que quieren destruir Rumanía…”. Estas personas no quieren destruir Rumanía, simplemente ya no pueden vivir así».
El experto cree que 2004 fue un momento decisivo que aumentó aún más la segmentación social y que los medios de comunicación son en gran parte responsables. Considera que, en su afán por el sensacionalismo, los medios de comunicación no presentan el contexto más amplio en el que se producen las tragedias, los casos de conducta desviada y delictivas que, la mayoría de las veces, están asociadas a zonas con tasas altas de riesgo de pobreza y exclusión social. Estas llamadas «bolsas de pobreza», explotadas por la prensa, son esas zonas olvidadas del país y grupos sociales para las que no se toman medidas que reduzcan la brecha con la población privilegiada de las grandes ciudades.
Versión en español: Victoria Sepciu