La República de Moldavia entre Este y Oeste
Rumanía, la República de Moldavia y las comunidades rumanas de la diáspora celebran 101 años desde la Unión de Besarabia con la Madre patria.
Bogdan Matei, 27.03.2019, 16:11
El 27 de marzo del año 1918, hacia el final de la Primera Guerra Mundial, a raíz de la disolución del Imperio zarista, el Consejo del País, órgano legislativo de Besarabia, votó la unión de esta provincia mayoritaria rumana con la Madre patria. Fue el primer acto de la constitución del Estado nacional unitario rumano, proceso que al final del mismo año concluiría con la puesta bajo la autoridad de Bucarest, de las regiones de Bucovina, Transilvania, Banato, Maramures y Crisana que hasta antes habían estado bajo la dominación del Imperio Habsburgo.
Lejos de ser eufóricas, las ceremonias dedicadas a Besarabia tienen más bien un carácter evocador y no carecen de tristeza. La Unión no duró más de 22 años. En el verano del año 1940, a raíz del ultimátum de Stalin, Moscú anexionó tanto a Besarabia como al norte de Bucovina, territorios que actualmente pertenecen a las exrepúblicas soviéticas, Moldavia y Ucrania. Cientos de miles de habitantes de Besarabia se refugiaron en la época, en la Rumanía mutilada, otras decenas de miles fueron deportados en Siberia y Kazajistán, y en su lugar, los ocupantes trajeron a colonos reclutados de todos los confines del Imperio. Independiente desde el año 1991, “la actual república no es la misma Besarabia del año 1918, ni con respecto a la composición nacional ni desde el punto de vista del territorio y las fronteras. La República de Moldavia está mucho más dividida desde el punto de vista político, administrativo, étnico, lingüístico, religioso, que la Besarabia del año 1918”, ha subrayado el embajador de Chisináu en Bucarest, Mihai Gribincea. Éste ha señalado que la consecuencia más grave del medio siglo de ocupación la representa el hecho de que aunque la República de Moldavia se haya desprendido de la ex Unión Soviética, al nivel de las mentalidades, la Unión Soviética no ha salido de la República de Moldavia. Obligados a cohabitar, el primer ministro prooccidental, Pavel Filip, que considera que los dos Estados son en realidad dos corazones gemelos, y el presidente rusófilo, el socialista Igor Dodon, que se va a Moscú más a menudo que a la provincia, son representativos para la ruptura política, geopolítica y de valores de la sociedad de Besarabia. Las elecciones parlamentarias del mes pasado no sólo no proclamaron un vencedor destacado capaz de crear una nueva mayoría sino que certificaron la misma fragmentación entre los partidarios del presidente, los del Gobierno y de la derecha proeuropea.
Durante los últimos años, en ambas capitales, decenas de miles de personas participaron en las llamadas marchas unionistas bajo el lema “Besarabia es Rumanía”. Todos animados por la convicción de que para la República de Moldavia, administrada por una clase política profundamente corrupta, debilitada por el separatismo proruso de Transnistria y clasificada como el más pobre Estado europeo, la única solución es la unión con una Rumania miembro de la UE y la OTAN, con un Estado de derecho funcional cuyo PIB por habitante es, en opinión de los expertos, 20 veces mayor.