Violencia y otros demonios

Ya sea que hablemos de violencia física, sexual, cultural, espiritual o cibernética, siempre hablamos en realidad del poder, del control. La violencia es un proceso repetitivo.

România Internațional, 05.01.2022, 11:42

A menudo, esta degenera e incluso puede conducir al asesinato. Este enfermizo juego de control y poder deja profundos traumas en el alma de la víctima. ¿Qué es la violencia doméstica desde el punto de vista psicológico? ¿Cuáles son las etapas de este proceso? Cristina Năstase es una psicoterapeuta experimentada y nos lo explica:

“Psicológicamente, la violencia familiar, también conocida como violencia doméstica, implica un comportamiento o una acción intencionada que utiliza la coerción física o emocional sobre otro miembro de la familia para someterle bajo poder y control. Es decir, abuso. La violencia familiar parece ser un proceso que se repite. Es como una serie de comportamientos abusivos que, una vez instalados, se vuelven predecibles. Este bucle se divide en cuatro fases que se encuentran tanto en el comportamiento del agresor como en el de la víctima. En la primera fase, aparece la tensión. La víctima se siente inquieta, trata de calmar el ambiente y está atenta a sus gestos y comportamientos. En la segunda fase, la de agresión, la víctima se siente humillada, triste y tiene la sensación de que la situación es injusta, de que el otro siempre consigue lo que quiere. La tercera fase, la justificación, se da cuando la víctima intenta comprender las explicaciones y ayudar al agresor a cambiar. Duda de sus propias percepciones y se siente responsable de la situación. En la cuarta fase, la reconciliación (o luna de miel), la víctima le da una oportunidad al agresor. Lo ayuda, observa sus esfuerzos y cree que cambiará sus hábitos. Rumanía, lamentablemente, ocupa uno de los primeros lugares en la UE en términos de violencia doméstica. Cada 30 segundos una mujer es golpeada y 3 de cada 10 han sido agredidas física o psicológicamente desde los 15 años. Otra estadística de la UE muestra que en Rumanía cada hora dos niños son víctimas de violencia doméstica y el 86 % de los casos denunciados de abuso infantil tienen lugar en la familia. Solo uno de cada 9 padres nunca le pegaría a su hijo, y el 50 % afirma que lo hace por el bien de sus hijos. El 63 % de los niños dijeron que sus padres los habían golpeado al menos una vez».

Puede parecer paradójico, pero la víctima, aunque ha sido abusada repetidamente, no abandona al agresor. Engañada por su comportamiento posterior, por sus promesas, accede a darle otra oportunidad. Y luego otra. Cristina Năstase:

“En el proceso de violencia doméstica hay una fase, la de la luna de miel, en la que el abusador cambia su comportamiento hacia la víctima solo para evitar que abandone la relación. Pueden expresar lo que parece ser un remordimiento genuino, afirmar que van a buscar ayuda profesional e incluso actuar como una persona cariñosa y afectuosa para recuperar la confianza de la víctima. No olvidemos que la víctima está detrás de la agresión y está realmente confundida. La bondad, las promesas y los juramentos de no volver a golpearla pueden llevar a la víctima a creer que la relación puede salvarse. Es muy importante que las víctimas entiendan que ellas no son la causa del maltrato que se les ha infligido, para que no tengan ese sentimiento de culpabilidad, de culpa en la relación con el abusador, sentimiento que las mantiene en este círculo vicioso».

El abuso puede tomar muchas formas, advierte Cristina Năstase:

«Se conocen muchas formas de violencia doméstica. La violencia física es la forma más obvia y se refiere al daño corporal. La violencia sexual implica prácticas sexuales no consensuadas, es decir, sin el consentimiento de la víctima, ya sea un miembro de la familia o uno de los niños. La violencia psicológica incluye amenazas graves, coacción, privación de libertad, acoso, chantaje emocional, humillación, burla, uso de los niños como medio de presión. La violencia social implica aislar a la víctima prohibiendo o restringiendo el contacto con familiares o amigos. La violencia económica es la prohibición de trabajar, la limitación del acceso al dinero, a las pertenencias personales, a comida, al teléfono, a todas estas cosas que nos hacen ser autosuficientes. La violencia espiritual implica la prohibición del derecho a hablar la lengua materna o la obligación de llevar a cabo prácticas religiosas que son inaceptables para la víctima. También ha surgido otro tipo de violencia doméstica, la violencia cibernética. Es un acoso online que consiste en rastrear e interceptar varios dispositivos sin el consentimiento de la víctima. Todo esto por una posición de control y poder».

El chantaje emocional, la inducción del sentimiento de culpa, la evocación repetida de errores pasados de la víctima, la manipulación, la coacción. Todos provocan el sentimiento de culpa.

“El hacer sentir culpable es parte de la violencia doméstica, llamada violencia emocional y, a diferencia de la violencia física, es un proceso de larga duración que la víctima no percibe y llega a considerar como algo real. Básicamente, es una forma de comunicación verbal o no verbal, en la que el agresor intenta inducir sentimientos de culpa en la víctima, en un esfuerzo por controlar su comportamiento. Es una forma clara de manipulación psicológica y coerción y puede reconocerse en las siguientes situaciones: cuando hace comentarios que sugieren que no ha trabajado tanto o tan bien como él, cuando saca en una discusión los errores cometidos por la víctima en el pasado, cuando le recuerda los favores que ha recibido, cuando se comporta como si estuviera enfadado pero luego niega que haya un problema, cuando le ofrece el tratamiento del silencio, mostrándole claramente a través del lenguaje corporal, el tono de voz y las expresiones faciales que desaprueba lo que está haciendo la víctima. Inducir al sentimiento de culpa puede funcionar para que tu pareja haga lo que quieres, pero tiene un coste: puede hacer que la otra persona se sienta manipulada».

Los que están más expuestos y son más fáciles de herir son los niños. Víctimas perfectas, acostumbrados al abuso, los niños maltratados hasta creen que esto es lo normal. Cuáles son las consecuencias de la agresión física, psicológica o de otro tipo en los niños, nos lo cuenta la psicóloga Cristina Năstase:

“Los niños a menudo permanecen leales a sus padres o cuidadores abusivos porque temen lo que sucederá si denuncian el abuso. Un niño abusado emocionalmente también podría pensar que ser llamado con apodos insultantes o ser negado a recibir afecto es una forma de vida normal. Es posible que no le cuenten a nadie sobre el abuso, ya que consideran que su experiencia es un comportamiento normal. Básicamente, un niño a menudo piensa que es responsable del abuso y que eso significa que no es amado ni deseado. Solo a través de la comparación con las familias de algunos amigos, solo a través de conversaciones en la escuela, puede comprender que lo que está experimentando es tóxico. Las consecuencias de este abuso en los niños pueden ser graves y pueden persistir hasta la edad adulta. Es posible que haya problemas relacionados con el apego. Además, los niños pueden correr un mayor riesgo de tener malas relaciones con sus compañeros, problemas de intimidad, dificultades para resolver conflictos, de desarrollar agresión en las relaciones, de tener comportamientos antisociales, incluso de llegar a la delincuencia, a comportamientos adictivos y agresivos y, sin la intervención adecuada, las personas que han sido abusadas en la niñez tienen un mayor riesgo de abusar de sus hijos a su vez, más que las personas que no han sufrido ningún abuso».