Peregrino en el siglo XXI
No existe religión en el mundo —ya sea budismo, hinduismo, islam o judaísmo— que no tenga al menos un gran peregrinaje.
Roxana Vasile, 17.11.2021, 17:08
No existe religión en el mundo —ya sea budismo, hinduismo, islam o judaísmo— que no tenga al menos un gran peregrinaje. En cuanto al cristianismo, abundan tales manifestaciones de la fe. Jerusalén, Roma, Santiago de Compostela, Lourdes, Grecia con sus monasterios de Meteora, Egina, Nea Makri, Evia o el Monte Athos son solo algunos de los famosos lugares de peregrinación del mundo cristiano.
En Rumanía, mayoritariamente ortodoxa, acaba de terminar la temporada anual de las peregrinaciones más importantes, ocasión para hablar de este megafenómeno tanto religioso como social, en el que participan decenas, tal vez cientos de miles de personas, con Mirel Banica, investigador científico en el campo de la antropología social de las religiones dentro de la Academia Rumana. Le hemos pedido, para empezar, que repasara las peregrinaciones rumanas más importantes:
“Cada peregrino —y entre sus oyentes estoy convencido de que son muchos los que han estado en peregrinación— tiene sus propias preferencias. Se nos permite decir esto, no somos teólogos, la gente ama a un santo más que a otro, tienen su propia química. Pero he intentado, aun así, hacer una pequeña clasificación. Las peregrinaciones más importantes serían la de Iasi y las de Bucarest, que, en los años buenos, antes del covid, reunían a decenas, a cientos de miles de personas. Después de eso, está la peregrinación de Nicula, que es la peregrinación de Ardeal. También hay peregrinaciones locales, pero muy conocidas, como las de Curtea de Arges —a Santa Filofteia—, la peregrinación del monasterio de Cernica —a San Calinic— y una peregrinación relativamente nueva en el mapa de Rumanía, desde hace unos diez o doce años, no más, es la relacionada con el lugar especial de Prislop, donde se encuentra la tumba del padre Arsenie Boca.
En el peregrinaje católico, el homenaje que un peregrino rinde a lo sagrado es geográfico, debe caminar mucho: este es el caso, por ejemplo, del famoso Camino de Santiago de Compostela. En la ortodoxia, las cosas son diferentes. Aunque no hay dos peregrinaciones idénticas, todas tienen algunas características en común que señala el investigador Mirel Banica:
“Lo que hace específico al peregrinaje ortodoxo es esa larga fila de espera en la que la gente se apunta y espera. Algunas filas son más cortas, otras son más largas. Personalmente, yo he esperado más tiempo en Iasi, en 2015-2016, durante aproximadamente 20 horas. Como cualquier peregrino, estoy orgulloso, a los peregrinos siempre les ha gustado presumir un poco. No deberían hacerlo, ¡pero les ha gustado siempre presumir de sus logros! Una segunda característica típica de la religión ortodoxa y quizás típica de las peregrinaciones en Rumanía es el contacto íntimo y muy directo con lo sagrado, preservado en los relicarios de los santos, en la imagen de Nicula o alrededor de la tumba del padre Arsenie Boca, en Prislop. Esta intimidad de lo sagrado, el hecho de que el peregrino ortodoxo tiende a tocar, a preservar lo sagrado, a estar cerca de él, a estar en contacto muy íntimo con el generador de lo sagrado, es lo que también ha traído grandes problemas en la pandemia, porque, viviendo en esta época especial, extraña e insólita, el contacto entre personas, el contacto con objetos sagrados, plantea problemas y muy a menudo es criticado.
La pandemia ha interrumpido el camino de las peregrinaciones: en tiempos ʹnormalesʹ se veía el hormigueo de la gente, un mar de vallas de protección y numerosos agentes de la ley, puestos donde se venden objetos de culto (aunque no solo) que se extienden allá hasta donde alcanza la vista, de fondo el sonido de las oraciones y los cantos bizantinos que salen de la iglesia gracias a los altavoces… y todo bajo el atento escrutinio de la prensa. La pandemia también ha perturbado el reclutamiento de peregrinos: la gente ya no quiere o no puede viajar tanto y tan lejos como le gustaría. ¿Pero quiénes son los participantes? El peregrino rumano se asocia a menudo y de manera peyorativa con una mujer, principalmente anciana, de zonas rurales y, en el mejor de los casos, con estudios de educación primaria. ¿Con quién se ha encontrado Mirel Banica en las colas de peregrinación? (track) “Verá, el tiempo pasa despiadadamente rápido, en el libro que escribí sobre el fenómeno de las peregrinaciones en 2014-2015, ya han pasado cinco o seis años desde entonces, «La necesidad de un milagro. El fenómeno de las peregrinaciones en la Rumanía contemporánea», publicado por Polirom y reeditado mientras tanto, me pregunté: ¿podemos dibujar un retrato robot del peregrino? ¿Podemos hacer esto? ¿Podemos decir: «aquí está, este es el peregrino»? Bueno, para sorpresa de algunos, sobre todo de aquellos a los que no les gustan las peregrinaciones por múltiples motivos que no detallo aquí, el abanico del peregrino es bastante amplio. He conocido, por supuesto, a ese idílico peregrino del campo, que todavía lleva sus alimentos en su saco y come feliz un poco de polenta con queso y cebolla, (¡sin idealizarlo!, ¡es la verdad!), pero también he conocido —lo dije también en el libro, lo digo incluso ahora, en las ondas— peregrinos muy sofisticados, vestidos con la ropa de montaña más gruesa, de senderismo, protegidos contra la lluvia y el viento, que hacían fila como si quisieran conquistar los Himalayas y que veían esto como un ejercicio de desarrollo personal. ¡Y esta es una señal de secularización en el espíritu de los tiempos en que vivimos!ʺ.
Para algunos de los espectadores al margen del fenómeno, las peregrinaciones son anacronismos de los tiempos posmodernos que atravesamos. Siempre ha habido una estigmatización de los peregrinos y esto no se inventó ni en Rumanía ni en nuestro tiempo, dice el investigador científico de la Academia Rumana, Mirel Banica:
“Este es un marcador, un signo muy claro y distintivo de secularización que se manifiesta cada vez con más fuerza en nuestra sociedad; la secularización, es decir, la pérdida paulatina de las ideas religiosas en la sociedad, de un cierto estado de espíritu, de una determinada religiosidad. Y es normal que así sea, porque estamos más allá de treinta años después de la caída del comunismo, estamos envejeciendo, Europa también está envejeciendo y estamos entrando lenta pero seguramente en ciertos caminos, senderos bien trillados de secularización de Europa Occidental. Todos esos jóvenes que han gritado y que tal vez sigan gritando «queremos hospitales, no catedrales» tienen su parte de verdad, y cuando digo eso, ¿a qué me refiero? Son la primera generación ética en la historia de Rumanía. Y cuando digo generación ética, quiero decir que se han criado en un espíritu de trabajo, en un culto a la eficiencia, en un culto a una profesión bien hecha, que ya no entienden la intervención divina en la vida de los hombres, ya no ven el sentido de determinadas prácticas, incluidas las peregrinaciones, para poder vivir bien, a gusto, justamente, etc. No olvidemos una cosa, y creo que deberíamos recordársela especialmente a los más jóvenes, que las peregrinaciones en forma de una larga fila de espera, así como las conocemos ahora, son, sin embargo, una práctica religiosa relativamente reciente en la historia milenaria de la ortodoxia rumana. Aparecieron a finales de la década de 1990. Hasta entonces existían, pero estaban muy localizadas, eran de muy poca importancia. No es casualidad que aparecieran entonces, tras la caída del comunismo, porque la gente sintió la necesidad de poner algo en el lugar de un sistema colapsado, algo que diera sentido y dirección a su existencia. Y creo que las peregrinaciones han logrado, desde entonces y hasta ahora, cumplir esta misión con gran éxito para muchos de los ciudadanos de este país.
Para muchos rumanos, los peregrinajes son una medicina espiritual necesaria, especialmente en tiempos de grandes crisis sanitarias como la que estamos atravesando ahora. Sin embargo, hasta que la peregrinación, tal y como la conocen, vuelva a la normalidad anterior a la pandemia, una solución, dice el investigador Mirel Banica, sería una peregrinación interior más asidua, aunque esta sea ciertamente muchísimo más difícil de lograr.