Historia de las empleadas del hogar rumanas en la UE
Desde principios de los años 2000, momento en el que se intensificó la tendencia migratoria desde Rumanía hacia la UE, las mujeres de entornos desfavorecidos que se fueron de aquí encontraron trabajo allí, en su mayoría, como empleadas del hogar.
România Internațional, 13.10.2021, 10:37
Desde principios de los años 2000, momento en el que se intensificó la tendencia migratoria desde Rumanía hacia la UE, las mujeres de entornos desfavorecidos que se fueron de aquí encontraron trabajo allí, en su mayoría, como empleadas del hogar. Su número ha aumentado a lo largo de los años, al igual que el número de ellas que acaba padeciendo una serie de trastornos mentales ya conocidos como el síndrome de Italia. ¿Por qué Italia? Porque muchas de estas enfermedades fueron detectadas en trabajadoras domésticas extranjeras, no solo rumanas, en Italia, país que alberga, por cierto, la mayor comunidad rumana de la UE. Muchas de estas mujeres acaban siendo tratadas, por ejemplo, en Iasi, donde trabaja la Dra. Petronela Nechita, médica psiquiatra en el Instituto de Psiquiatría Socola.
«Empecé a trabajar en Socola en enero de 2008 como médica residente. Desde entonces he oído hablar de estos casos de pacientes que regresan del extranjero con diversas formas de trastornos mentales, ya sea depresión o psicosis. Sabemos muy bien que Italia es un país con una población envejecida, que ha acogido a muchas mujeres rumanas que trabajan allí para cuidar de los ancianos. Se trata de esas cuidadoras, mujeres que trabajan como asistentes personales de un paciente anciano. Tienen otros muchos roles además del de ayudar a los ancianos. También tienen la función de administrar medicamentos o de preparar y realizar ciertos procedimientos de atención médica para los que no están cualificadas. Este aspecto supone un factor de estrés para ellas. Una persona mayor necesita cuidados permanentes las 24 horas del día, especialmente si hablamos de alguien con una discapacidad neuropsíquica. En consecuencia, se necesitarían tres personas para cuidar a alguien 24 horas, ya que cada uno de nosotros necesita ocho horas de sueño, ocho horas de trabajo y ocho horas de descanso activo. Muchas mujeres que van al extranjero trabajan bastante durante las 24 horas del día y a lo largo de la semana muy pocas tienen descansos o ni tan siquiera un día libre. Cualquier persona que quiera trabajar en el extranjero no debería irse hasta asegurarse de que tiene un contrato de trabajo con tiempo libre o un horario de trabajo donde se establece el número exacto de horas y de descansos.»
Además, un contrato de trabajo legal de este tipo en Italia obviamente prevé un número limitado de horas de trabajo. El problema es que muchas cuidadoras trabajan sin contrato o se encuentran en una situación en la que este no se respeta, como señaló la activista Silvia Dumitrache, presidenta de la Asociación de Mujeres Rumanas en Italia.
«En general, los contratos de trabajo de los asistentes de familia se firman por 40 horas de trabajo a la semana. En realidad, estas mujeres son internas, es decir, viven, trabajan y casi no salen de la casa de la persona a la que cuidan, lo cual es completamente antinatural. Estás a disposición de la persona que te ha contratado, pero no directa, sino indirectamente, porque ni siquiera la conoces. Hemos visto que, en el caso de otros países, así como en Rumanía, no está bien especificado quién dicta realmente el contrato de trabajo ni quién es responsable de la forma en que se aplica este contrato. Hay muchas ambigüedades al respecto y probablemente se dejan así. Estas trabajadoras no socializan y muchas de ellas no consiguen dormir porque la persona a la que cuidan no tiene un sueño constante, puesto que tiene necesidades especiales. Entonces los miembros de las familias para las que trabajan vienen también con otros requisitos más allá de lo previsto en el contrato. Las familias para las que trabajan estas personas no están preparadas para tener a un trabajador en casa que también tenga derechos, no solo obligaciones.»
Aun a pesar del cansancio y de la limitada libertad de movimiento y de espacio íntimo, estas mujeres confiesan que lo que más les marca es estar sin sus familias. La Dra. Petronela Nechita nos cuenta qué es lo que más les preocupa.
«Echan de menos el hogar, a su compañero de vida, sus hijos, padres, hermanos y hermanas. Muchas de las mujeres se van en un momento delicado desde el punto de vista económico. Y van a trabajar por una fuente de ingresos que les permita criar a sus hijos. Por eso le envían dinero a su pareja, a casa, para que los cuide. Muchas dicen que se van por unos meses y que volverán, pero se acaban yendo varios años. Y esta distancia en el tiempo entre ellas y sus parejas e hijos tiene muchas consecuencias negativas. Muchas de estas mujeres terminan divorciándose porque sus relaciones se han enfriado. Y los niños se distancian del progenitor que se ha ido al extranjero. Y cuando acaban volviendo a casa después de unos años, ya no encuentran el mismo consuelo emocional que tenían. Son muchos los reproches por parte de los niños hacia los padres que se han ido al extranjero porque se necesita la presencia emocional de los padres, no solamente la seguridad económica.»
Todo esto, obviamente, deja huella en la mente de una persona ya vulnerable por la situación anormal y, a menudo, ilegal en la que se encuentra. Silvia Dumitrache.
«Es cierto que las mujeres que van al extranjero a trabajar están expuestas a un riesgo extraordinario porque se vuelven vulnerables estando solas. Es necesario modificar la legislación porque es completamente antinatural y creo que es ilegal obligar a alguien a trabajar las 24 horas del día. Es prácticamente imposible hacerlo. Lo logras durante dos o tres meses, después de los cuales enfermas. La legislación italiana no prevé en ningún caso que una persona trabaje las 24 horas del día.»
Tras varios años de campañas de sensibilización, Silvia Dumitrache considera que las autoridades extranjeras y las de Rumanía conocen muy bien la situación de las personas afectadas por el llamado síndrome de Italia. Por el momento, aún se espera la aplicación íntegra de la ley y un seguimiento más estrecho de quienes la violan. Además, las campañas lideradas por activistas como Silvia Dumitrache van también en otra dirección.
«También estoy haciendo campaña por la concienciación de los trabajadores, para que se den cuenta de la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran. Puedes llevar esa carga durante un mes, dos, tres o un año y después entrar en una depresión de la que ya no puedes salir. Claro que cada uno es dueño de sí mismo y puede elegir lo que quiera. Después de todo, no todos los casos son desesperados. También hay situaciones en las que las empleadas están bien adaptadas en su familia respectiva. Pero la situación no es exactamente legal porque quienes trabajan como empleadas exclusivamente internas no tienen un contrato que cumpla con la ley italiana, por ejemplo.»
Evidentemente, no todas las empleadas del hogar en Italia son rumanas, pero su situación es quizás mucho peor, ya que Rumanía es uno de los países más pobres de la UE. Por lo tanto, su elección puede ser personal, pero también está influenciada por causas externas. Entre las pacientes curadas de la psiquiatra Petronela Nechita, muchas optan por volver al trabajo.
«Hay muchas pacientes que regresan porque en Rumanía no consiguen encontrar trabajo. Muchas incluso dicen que se quedarían en casa junto a sus familias e hijos, pero que tienen que ganar dinero para poder cuidar de su familia y vuelven al extranjero, a menudo con las mismas condiciones laborales.»
Por ello, activistas sociales como Silvia Dumitrache abogan por una mejor protección de las familias transnacionales a nivel europeo, porque la situación de las cuidadoras y la proliferación o cese del síndrome de Italia también depende de la situación de los que se quedan en el país.