Los derechos de los campesinos de Rumanía
Reconocida como un territorio predilecto para conservar las costumbres populares, la zona rural rumana incluye también unas regiones con numerosos problemas económicos y sociales.
România Internațional, 27.12.2017, 13:19
Muchos de ellos están en la forma típica de organización del pueblo rumano poscomunista: la granja de subsistencia. Según las estadísticas, un 46% de la población de Rumanía vive en un pueblo, donde la agricultura se suele practicar en 3.600.000 de granjas sobre todo para vivir. Estos datos hacen que Rumanía sea el país que tiene casi la mitad de la agricultura de subsistencia de la UE. Aquí viven los campesinos de hoy que desgraciadamente, con su propia manera de vivir y de hacer agricultura, hacen frente difícilmente a la competencia de las empresas que practican la agricultura industrial. Por ejemplo, según unos datos más antiguos procedentes del Instituto Nacional de Estadística, entre 2002 y 2010, dejaron de existir unas 150.000 pequeñas granjas, mientras que el porcentaje de las grandes granjas aumentó un 3%. En los últimos años han aumentado también los terrenos de las grandes granjas, según ha afirmado Ramona Duminicioiu, coordinadora de campañas de la asociación Eco Ruralis:
“Muchísimas corporaciones, tanto rumanas como extranjeras, han comprado millones de hectáreas de terrenos agrícolas en los últimos 20 años. Casi la mitad de los terrenos agrícolas de Rumanía pertenecen actualmente a las corporaciones, mientras que millones de campesinos, y en Rumanía hay más de 4.700.000 campesinos activos, tienen la otra mitad. Es decir que nuestras superficies están disminuyendo cada día.
Al verse afectados ya sea por el envejecimiento de la población, como por la falta de los medios técnicos necesarios para seguir trabajando la tierra, muchos la venden. Las granjas pequeñas, típicas del campo, de las que también forman parte las granjas de subsistencia, también hacen frente difícilmente a otras reglamentaciones que tienen por objetivo fomentar la producción de los productos agrícolas a gran escala. Y los campesinos, junto con la civilización típica campesina que han creado y que es cada vez más difícil de perpetuar, se sienten amenazados y ven que se infringen muchos de sus derechos, según considera Ramona Duminicioiu:
“No podemos producir nada si no compramos semillas de las grandes empresas o de las fuentes autorizadas. Y nuestras semillas, que producen comida nutritiva y sana, no se consideran conformes a los estándares. Las semillas son reglamentadas para tener acceso al mercado según unas normas internacionales que Rumanía ha adoptado. Se trata de ciertos criterios: las semillas tienen que ser uniformes, estables y distintas. Las semillas campesinas cumplen con el criterio de distinguirse, pero no con los otros dos. Son genéticamente muy variadas y justamente esto le da la posibilidad de adaptarse a las duras condiciones ambientales y de conferir a los productos campesinos un alto valor nutritivo. A diferencia de ellas, las semillas híbridas, modernas o genéticamente modificadas tienen un bajo nivel nutritivo y sólo se pueden cultivar con la ayuda de los fertilizantes químicos y de los medios de producción intensamente automatizados, empleados en la agricultura industrial.
Estos problemas, junto con otros, han sido considerados suficientemente graves para que la ONU inicie un proceso para adoptar la Declaración de los Derechos de los Campesinos y las Campesinas, así como de otras personas que trabajan en el entorno rural. Formulado según la Declaración Universal de Derechos Humanos, el texto se ha lanzado ya al debate público en todo el mundo y tiene 27 artículos. Ramona Duminicioiu ha mencionado aquellos que contienen los derechos de los campesinos rumanos que se deben defender.
“Necesitamos que el derecho de volver a usar nuestras semillas sea un derecho legalmente reconocido. Necesitamos que nuestros mercados campesinos dejen de ser privatizados y dejados en las manos de unos administradores privados e invadidos por los intermediarios. Consideramos que debemos y podemos participar en los proyectos de adquisición pública para los alimentos iniciados por el Estado para cantinas, escuelas, hospitales y servicios de cáterin público. Necesitamos que las tierras de propiedad común sean realmente protegidas por la ley. Y cuando se venden, la comunidad local debe tener prioridad y no se deben vender simplemente en el mercado libre, porque esto crearía una competencia desleal en la que los campesinos no pueden participar, porque tienen pocos recursos financieros.
Para que los productos de los campesinos lleguen directamente de los productores a los clientes, sin intermediarios que los vendan en el mercado, la asociación Creştem România Împreună (Juntos hacemos Rumanía crecer) ha puesto en marcha desde hace más de un año el proyecto “Adopta un campesino, mediante el cual el entorno rural se conecta mejor al entorno urbano. ¿Cómo? Más detalles, en la página web de la asociación: “Te aconsejamos que elijas algo típico rumano, adoptando un campesino que viva cerca de tu ciudad. Compra de él todo lo que necesitas, mediante la cesta semanal (si vende productos alimenticios), o de cualquier otra manera que decidan juntos. De esta manera, los campesinos venden mejor sus productos, evitando los intermediarios, y los que viven en la ciudad comen más sano, según considera Mihai Mihu, coordinador de campañas.
“«Adopta un campesino» es el componente social de un proyecto más amplio que intenta reunir los entornos urbano y rural. Identificamos las granjas rurales, presentamos su historia, conocemos a los campesinos que trabajan en aquellas granjas. Después los promovemos junto con su historia, en nuestra plataforma en internet y en las redes sociales. Intentamos apoyar y promover el concepto de economía local. De esta manera, el dinero se queda en la comunidad, y es mejor para la comunidad.
Hasta que terminen las negociaciones y se adopte la Declaración de los Derechos de los Campesinos y las Campesinas, las iniciativas locales de este tipo pueden ayudar a crear una corta cadena comercial entre los campesinos y las personas que viven en la ciudad, pero también a perpetuar las comunidades rurales.