Historia de la protección infantil en Rumanía
Los niños ocupan un lugar especial en la historia de la humanidad, siendo, de hecho, actores y creadores de la historia, como cualquier ser humano.
Steliu Lambru, 26.12.2022, 13:47
Los niños ocupan un lugar especial en la historia de la humanidad, siendo, de hecho, actores y creadores de la historia, como cualquier ser humano. Pero siempre han necesitado protección y, a lo largo del tiempo, personas comunes o instituciones como la Iglesia en la Edad Media y el Estado y las organizaciones en el período moderno han asumido roles protectores.
El mundo rumano ha vivido aproximadamente la misma historia de protección infantil que la de las áreas geoculturales que lo han influenciado. En la segunda mitad del siglo XIX, el Estado moderno asumió el papel de protector activo de los niños al establecer parques infantiles, hogares de acogida y orfanatos. Los niños que necesitaban tales instituciones eran los más desfavorecidos: los huérfanos, los abandonados, los pobres, los que no tenían hogar, los que estaban gravemente enfermos y los que no podían curarse. La primera institución moderna de protección infantil en Rumanía se abrió en 1897, cuando se fundó la Sociedad de Asistencia Social Santa Catalina. Aquí se llevaba a niños pobres, a huérfanos y a jóvenes madres solteras. Entre los fundadores estaban Ecaterina Cantacuzino, esposa del político conservador Gheorghe Grigore Cantacuzino, Irina Cantacuzino, su hija, y el doctor Thoma Ionescu. El Ayuntamiento de Bucarest donó un terreno de 20 000 metros cuadrados en el norte de la ciudad, cerca del actual Arco del Triunfo, en el que se levantaron siete edificios. Hasta 1948, año en que la Sociedad fue nacionalizada por el régimen comunista, miles de niños pasaron por esta respetable institución de caridad.
Oana Drăgulinescu, directora del proyecto museístico más nuevo en Rumanía, el Museo del Abandono, destacó el papel pionero de la Sociedad Santa Catalina en la protección de los niños:
“Está claro que durante mucho tiempo el niño tuvo un papel poco privilegiado en la familia. Había muchos niños que empezaron a ser utilizados desde pequeños, no digamos explotados, pero de todos modos tenían que tener un rol en la familia. Tenían que ser una boca para alimentar y luego tenían que ganarse su propia comida. Lo que encontré en los documentos de Santa Catalina es que alrededor del año 1900 comienza una estructuración de la protección del niño en Rumanía. Y desde esta perspectiva, la Sociedad Santa Catalina es pionera porque viene y dice: ya no acogemos a los niños con el corazón, sino que los adoptamos con los debidos documentos. Ya no enviamos a los niños a cuidadoras, sino que creamos un sistema en el que estas mujeres, las futuras asistentes maternales, son supervisadas de cómo alimentan a los niños, cómo los educan, empiezan a supervisar de alguna manera la crianza de los niños a largo plazo de tal manera que tengan control sobre su futuro.
El régimen comunista establecido el 6 de marzo de 1945 trajo otra realidad social a Rumanía. Como todo, sufrió una transformación radical donde el ser humano fue brutalizado en el más alto grado y la protección infantil también sufrió en consecuencia. Oana Drăgulinescu:
“Luego viene el comunismo y Ceaușescu dice: queremos una relación fuerte, queremos más y más hijos, y encuentra esta fórmula del decreto 770 que prohíbe los anticonceptivos. Lo que dará lugar a un boom de natalidad, los niños-decreto de los que seguimos hablando. Solo que él no pensó en la capacidad que tenía el pueblo rumano para criar a los niños. Era un pueblo ya empobrecido, ya puesto en las garras de las economías que el partido comunista les imponía. La gente empieza a abandonar a los niños cada vez más, y el Estado rumano empieza a construir más y más instituciones.
La sociedad socialista era aquella en la que se suponía que el hombre era feliz y perfecto. Y cualquier desviación biológica era tratada con brutalidad. Oana Drăgulinescu:
También aparece esta percepción de la perfección del niño comunista, que tenía que cumplir con ciertos estándares. Cualquiera que no estuviera a la altura —y eso podía significar absolutamente cualquier cosa, incluso estrabismo—, era llevado a los hospitales de acogida que, con el tiempo, por su gran número y por la falta de preparación del sistema para mantener a estos niños, se convierten en campos de exterminio. Esto pasa en 1989, esto es lo que encuentran las televisiones occidentales que vienen aquí y se horrorizan con estas imágenes que se asemejan a las de Auschwitz. Solo que aquí no se trataba del nazismo, sino del año 1989 en Rumanía: niños atados a camas, niños atados con cadenas, niños tratados inhumanamente.
Después de 1989, cuando el régimen comunista se derrumbó en Rumanía, hubo que reconstruir la protección de la infancia. Fue un esfuerzo que también asumió la sociedad. Oana Drăgulinescu:
El mundo no se paró en 1989. No hubo una transición brusca, no fue como si el pueblo rumano se iluminara de repente y comenzara a tener recursos para estos niños, sino que las cosas continuaron igual mucho después de esto. Hubo un período de decadencia total hasta 2004, cuando prácticamente se cambió la ley de protección de menores; antes las cosas siguieron de una forma casi igual.
La historia de la protección infantil en Rumanía coincide con su época. Y el nuevo proyecto de memoria del Museo del Abandono invita a la reflexión sobre un pasado problemático.