Radio Rumanía a lo largo de la historia: El asesinato de Armand Călinescu
El 21 de septiembre de 1939, en Bucarest, cerca del puente Eroilor, un comando legionario compuesto por ocho miembros bloqueó el automóvil del primer ministro Armand Călinescu. Luego, los atacantes dispararon a su guardia de seguridad y a él mismo con veintiuna balas, tres de ellas en la cabeza. La acción fue una venganza reclamada por la Guardia de Hierro, después de que Călinescu fuera encontrado responsable de la muerte de su líder, Corneliu Zelea Codreanu, en noviembre de 1938. Después del asesinato, el comando llegó a la sede de la Sociedad Rumana de Radiodifusión, que no estaba lejos del lugar donde se había producido el crimen. Una vez que llegaron a la Radio, los legionarios entraron a la fuerza y quisieron anunciar la muerte del primer ministro.
Steliu Lambru, 26.09.2022, 09:54
El 21 de septiembre de 1939, en Bucarest, cerca del puente Eroilor, un comando legionario compuesto por ocho miembros bloqueó el automóvil del primer ministro Armand Călinescu. Luego, los atacantes dispararon a su guardia de seguridad y a él mismo con veintiuna balas, tres de ellas en la cabeza. La acción fue una venganza reclamada por la Guardia de Hierro, después de que Călinescu fuera encontrado responsable de la muerte de su líder, Corneliu Zelea Codreanu, en noviembre de 1938. Después del asesinato, el comando llegó a la sede de la Sociedad Rumana de Radiodifusión, que no estaba lejos del lugar donde se había producido el crimen. Una vez que llegaron a la Radio, los legionarios entraron a la fuerza y quisieron anunciar la muerte del primer ministro.
En el archivo de Radio Rumanía hay un valioso documento sonoro, una entrevista con Vasile Ionescu, uno de los jefes de la Radiodifusión Rumana entre 1935 y 1945, testigo presencial de la llegada de los legionarios a la emisora de radio. Realizada en 1974, la entrevista recuerda la historia de los asesinos de Călinescu en el edificio de la Radio.
Vasile Ionescu: “A las 14:30 del día 21 de septiembre de 1939, en mi calidad de subdirector general adjunto de la Sociedad en aquel entonces, me encontraba en la sede de la Sociedad, en mi oficina ubicada en el primer piso del edificio, frente a la puerta de la derecha. Estaba resolviendo temas de actualidad, tenía como siempre un aparato de radio encendido, para seguir el desarrollo del programa de emisión radiofónica. Las noticias de la radio habían terminado y la orquesta de la radio, bajo la batuta del virtuoso violinista y director de orquesta Constantin Bobescu, interpretaba unas selecciones de operetas.
Los legionarios entraron a la fuerza, queriendo intimidar, pero el personal no perdió la calma.
Vasile Ionescu: “De repente, me llaman la atención dos disparos que vienen de la puerta, de la entrada de la Sociedad. Corrí hacia la ventana que estaba abierta y, dirigiéndome a los que estaban allí, les pedí explicaciones. Me respondieron brevemente: «¡Los legionarios atacan!». La orquesta seguía con su programa y, mientras me dirigía hacia la puerta, escuché un ruido sospechoso en la emisión. Luego, en el silencio que se creó cuando paró la orquesta, una voz extraña, cavernosa, gritó: «El primer ministro Armand Călinescu ha sido…». No tuvo tiempo de terminar su frase porque, al presionar el botón de seguridad, provoqué un cortocircuito que hizo que el micrófono dejara de funcionar y al mismo tiempo activé la sirena de alarma. Esta instalación la habíamos puesto como medida de precaución en este tipo de circunstancias.
La Segunda Guerra Mundial acababa de comenzar y la sociedad rumana se estaba preparando. En ese sentido, las instituciones públicas se militarizaban y el director de la Radiodifusión se había convertido en comandante militar también.
Vasile Ionescu: Perturbado por lo sucedido y queriendo prevenir otros problemas, bajé las escaleras de la planta corriendo y, cuando llegué al pasillo de los estudios, grité: «¡Guardias, escuchad lo que ordeno!». Después de esto hice que se pusieran en posición de defensa. Entonces comencé a subir las escaleras, para entrar al estudio donde se hacía la transmisión y donde estaban los legionarios. Tenía mis gafas en la mano, como cuando había salido de la oficina. Me seguían un oficial graduado, el conductor Coșciug Theodor, que había sacado rápidamente un arma del estante, y el empleado Crâşmaru Vasile, que también estaba armado.
Así, Ionescu y sus compañeros fueron los primeros en intervenir para inmovilizar a los legionarios.
Vasile Ionescu: No había ni llegado al último escalón de las escaleras cuando, en ese momento, las puertas del estudio se abrieron de par en par, los legionarios asesinos del primer ministro Armand Călinescu aparecieron frente a mí, completamente maltrechos, desorientados y malhumorados. Todavía controlándome, grité bien fuerte: «¡Manos arriba o disparo!». Y detrás de mí, mis acompañantes también apuntaron sus armas hacia los asesinos. Ni siquiera tuve tiempo de repetir la orden, porque el legionario Miti Dumitrescu, que iba delante y parecía ser el jefe, tiró la pistola delante de mí y tras él los otros siete lo imitaron, levantando las manos.
Una vez que se hicieron cargo del equipo de intrusos, Ionescu y sus compañeros aseguraron el perímetro.
Vasile Ionescu: “Los redujimos con la ayuda de los guardias de la Sociedad y avisé por teléfono a la prefectura de policía de la capital de lo sucedido en la sede de la Sociedad. Inmediatamente, me dirigí al estudio, donde encontré a la orquesta aterrorizada, y el director Constantin Bobescu, paralizado con la batuta en la mano, no podía articular palabra. La pianista, la Sra. Voicu, me llamó la atención sobre el hecho de que los asesinos habían puesto algo en el hueco de detrás de una de las puertas del estudio, hueco que servía para guardar las disposiciones y anuncios que se hacían a los integrantes de la orquesta. Empujando la puerta, no fue pequeña mi sorpresa cuando vi una bomba de un kilogramo, cargada con explosivos de tipo militar. La bomba tenía una mecha Bickford de 30-40 cm, que estaba ardiendo. Mi primera preocupación y mi primer instinto fueron desactivar esta bomba y lo hice agarrando la mecha, que pisé para apagarla.
Las consecuencias fueron extremadamente duras para los legionarios. Los asesinos de Călinescu fueron ejecutados de inmediato y la historia de Rumanía registró otro episodio sangriento de la destrucción de la democracia.