La Arqueología y la Securitate en la Rumanía comunista
La investigación científica en un régimen totalitario o en una dictadura está estrictamente controlada por el aparato estatal.
Steliu Lambru, 22.08.2022, 09:33
La investigación científica en un régimen totalitario o en una dictadura está estrictamente controlada por el aparato estatal. La censura es un elemento esencial de la estructura de este tipo de Estado, pues ella, junto al aparato represivo, forma su dura esencia. El Estado comunista se basó en la ideología para funcionar. El conocimiento histórico era fundamental y era objeto de especial atención por parte de la Securitate, el aparato de represión en la Rumanía comunista, que lo controlaba a través de la ideología. El proceso de ideologización de las disciplinas sociohumanas fue parte de la propaganda. La Historia tampoco podía escaparse, estaba tan ideologizada como las demás, y la Arqueología tampoco quedó exenta. Además, el legado de la ciencia histórica fue brutalmente golpeado, en el caso de algunos historiadores hablamos incluso de brutalidad física. El aparato represivo encarceló a los historiadores del antiguo régimen, ya fuera por las posiciones políticas que ocupaban o por sus puntos de vista científicos. Ilustres historiadores como Gheorghe Brătianu, Constantin C. Giurescu, Petre P. Panaitescu y Silviu Dragomir, entre otros, fueron encarcelados desde principios de la década de 1950. Algunos murieron allí, como Gheorghe Brătianu, otros lograron sobrevivir hasta 1964, año de la amnistía de todos los presos políticos.
El arqueólogo Marian Cosac es profesor en la Universidad “Valahia de Târgoviște y editor de un volumen de documentos seleccionados de los archivos de la antigua Securitate sobre la forma en que el servicio de inteligencia de la Rumanía comunista dirigió la investigación arqueológica de antes de 1989. Hay que decir que incluso en Arqueología, la Securitate intervino con brutalidad, estableció los temas y cuestiones que debían abordarse e impuso las conclusiones que debían encontrarse. Se trataba de las ideas y tesis que se podían sustentar ideológicamente y de la constitución de grupos de arqueólogos que investigarían un yacimiento. La formación del pueblo rumano y su continuidad en Transilvania, Maramureș, el Banato y Dobrogea era más que una idea que tenía que surgir de cualquier campaña de excavación arqueológica. Era una obsesión, era la conclusión más importante. De la mano de la continuidad estaba la verdad histórica. Se prestó especial atención a las provincias mencionadas anteriormente debido a las diferencias históricas con Hungría y Bulgaria. Estos argumentos de Rumanía tenían que surgir de cualquier investigación por la cual los territorios mencionados se habían unido a Rumanía en 1878 y 1918. Sin embargo, esta no era una práctica exclusiva de la Securitate rumana. Otros aparatos represivos de los países comunistas recurrieron también al mismo tipo de intervención justificativa.
Le preguntamos a Marian Cosac cómo trabajaba la Securitate para trazar las tareas de investigación de los arqueólogos y las conclusiones a las que tenían que llegar:
La Securitate tenía una vasta y extremadamente extensa red de informantes en los museos de Rumanía, en todos los museos de historia. Esa red de informantes fue la que en realidad garantizó la interpretación científicamente correcta de los datos arqueológicos. Los oficiales de la 1ª Dirección de la Securitate no tenían la capacidad de entender el lenguaje arqueológico. Lamentablemente, las acusaciones sobre la inobservancia de la verdad histórica provinieron de los compañeros del gremio, no provinieron de los oficiales de la Securitate. En la medida en que los datos llegaban a los oficiales, estos intervenían abriendo expedientes de seguimiento informativo. Algunos arqueólogos, argumentando puntos de vista científicamente bien argumentados, se despertaron siendo oponentes del Estado rumano y colocados en la categoría de aquellos que distorsionaban la verdad histórica.
La intervención de la Securitate en la investigación arqueológica también tuvo consecuencias personales. Hubo casos de arqueólogos que, por su propio honor, tuvieron el valor de oponerse a la tosca y desconcertante intromisión de las autoridades en el minucioso trabajo de un arqueólogo. Florin Medeleț, del Museo de Historia de Timiș, sufrió las consecuencias de su oposición, según cuenta Marian Cosac, quien encontró su expediente de seguimiento en los archivos:
Florin Medeleț es uno de los arqueólogos que llamó la atención de la Securitate debido a un desafortunado descubrimiento, digamos. Se trataba de tres ladrillos romanos descubiertos en una excavación en los cimientos de un bloque de viviendas. Los tres ladrillos romanos fueron interpretados por un historiador especializado en la época moderna, Ioan Dimitrie Suciu, como una clara prueba de la continuidad y presencia del factor romano en la zona del Banato. Identificó la presencia de un castro romano en el corazón de Timisoara y el argumento irrefutable fueron esos tres ladrillos. Como arqueólogo, Medeleț rechazó esa hipótesis y desde ese rechazo se le abrió un expediente de seguimiento informativo que tuvo graves consecuencias en su evolución científica e incluso personal. Fue despedido del cargo de director y fue degradado al nivel más bajo, el de museógrafo. Se le prohibió publicar estudios arqueológicos, se le persiguió y se le impidió realizar un doctorado. Los efectos directos sobre Florin Medeleț fueron catastróficos. Medeleț es una personalidad indiscutible de la investigación arqueológica del área del Banato, un instructor de la escuela arqueológica.
Entre 1945 y 1989, la Arqueología era una ciencia en la que la ideología influía en la probidad académica. La investigación neutral sufrió y muchas conclusiones científicamente honestas acabaron guardadas en un cajón.