Centenario del Partido Comunista de Rumanía
Durante más de cuatro décadas, entre 1945 y 1989, el 8 de mayo los rumanos sabían que era el día del Partido Comunista que, a través de la participación directa de la Unión Soviética, gobernaba el país con puño de hierro desde el 6 de marzo de 1945.
Steliu Lambru, 10.05.2021, 17:33
Durante más de cuatro décadas, entre 1945 y 1989, el 8 de mayo los rumanos sabían que era el día del Partido Comunista que, a través de la participación directa de la Unión Soviética, gobernaba el país con puño de hierro desde el 6 de marzo de 1945. Según la propaganda, el Partido Comunista Rumano había aparecido en el escenario histórico para poner en práctica los más altos ideales sociales, económicos y políticos del pensamiento humano y para hacer felices a los rumanos. La realidad, sin embargo, no tuvo en cuenta las grandes palabras y la incapacidad de los activistas políticos para hacer que las cosas funcionaran. El régimen comunista demostró estar económicamente en bancarrota y represivo en el grado más alto. La estatización de la economía, la liquidación de los derechos políticos y el encarcelamiento de los opositores demostraron que el modelo era equivocado. En 1989, en los países de Europa Central y Oriental, los regímenes comunistas colapsaron y las sociedades traumatizadas por ellos reconstruyeron su normalidad.
El momento de la aparición del Partido Comunista Rumano hace 100 años estaba relacionado con el surgimiento de la Tercera Internacional en Moscú. Fue una decisión de afiliación del Partido Socialista a la Internacional adoptada por votación el 11 de mayo de 1921, que más tarde fue considerada el primer Congreso del PCR. Hasta el Segundo Congreso de octubre de 1922 este partido se llamaba Partido Socialista-Comunista y luego, a partir de 1922, el Partido Comunista de Rumanía, Sección de la Tercera Internacional Comunista. El partido asumió desde el principio una actividad contra el Estado rumano que atrajo su prohibición en 1924. Seguidamente, el historiador Ioan Scurtu, especialista en la primera mitad de la historia del siglo XX, señala cómo influyó la Primera Guerra Mundial en el surgimiento del radicalismo comunista.
«Durante la guerra, la situación material de la población, incluidos los trabajadores, se deterioró gravemente. Por eso, en Europa y otros lugares, se desarrolló un movimiento socialista radical que se convirtió en comunista, un proceso que también tuvo lugar en Rumanía. Partía de la idea de satisfacer las demandas momentáneas de la clase obrera, pero poco a poco en su programa se incorporó la idea de la conquista política por cualquier medio y el establecimiento de la dictadura del proletariado, siendo ésta la característica esencial de los partidos comunistas. Hasta ese momento, todos los partidos, incluidos los partidos socialdemócratas y socialistas, aspiraban a ganar el poder por medio del voto, ganando las elecciones. Esta vez, sin embargo, se trataba de una revolución que condujera a la toma del poder político, el establecimiento de la dictadura del proletariado, la nacionalización de los principales medios de producción, es decir, un cambio fundamental en la sociedad existente.»
A principios de octubre de 1920, una delegación del Partido Socialista de Rumanía encabezada por el secretario del partido Gheorghe Cristescu viajó a Moscú para discutir la afiliación del partido a la III International. El 9 de diciembre la delegación acordó firmar la afiliación sin condiciones, pero los dirigentes de la Internacional Zinoviev y Buharin no aceptaron la idea de que la dirección del partido que se uniría fuera integrada por los socialistas que el 1 de diciembre de 1918 habían votado en Alba Iulia la unión de Transilvania con Rumanía. Así se produjo la gran división dentro del movimiento socialista rumano. Ioan Scurtu.
«Zinoviev y Buharin incluso pidieron la exclusión de la delegación rumana de Ioan Flueraş, que había asistido a la Asamblea de Alba Iulia. Así que este radicalismo ya se manifestó en 1920 y en la reunión que se celebró entre el 30 de enero y el 3 de febrero de 1921, cuando la delegación presentó el informe de la actividad en Moscú, se decidió excluir del partido a los así llamados de derecha, considerados nacionalistas, que no eran revolucionarios y que habrían hecho pactos con la burguesía. A partir de ese momento, la dirección del Partido Socialista fue asumida por el grupo comunista radical. Es por eso que el congreso fue capaz de votar sin muchos problemas por la afiliación a la Tercera Internacional Comunista.»
En el período de entreguerras, el Partido Comunista de Rumanía siguió siendo un partido insignificante. Ioan Scurtu nos detalla el motivo.
«El problema más grave que afectó a la capacidad del Partido Comunista de Rumanía para ganar la adhesión de los rumanos en general y del electorado en particular, fue que, a petición de la Comintern, aceptó el eslogan de autodeterminación hasta la separación del Estado rumano de las provincias históricas unidas en 1918 con Rumanía. Incluso se precisó que se trataba de Besarabia, Bucovina y Transilvania. Ante la insistencia de los comunistas búlgaros, que tuvieron un papel en el liderazgo de la Tercera Internacional, Dobrogea también fue incluida en la lista. Lo que básicamente significaba la ruptura del Estado unitario nacional rumano. Dado que los rumanos habían luchado en la Primera Guerra Mundial precisamente por la realización de la unidad, un partido que propagaba esa idea no podía obviamente contar con la adhesión de los ciudadanos».
El final de la Segunda Guerra Mundial hizo que el pequeño partido sediento de sangre llegara a la dirección de Rumanía. Pero con el consentimiento de los Estados Unidos y el Reino Unido, explica Ioan Scurtu.
«Es un hecho que el Partido Comunista llegó al poder en Rumanía a través de la intervención directa de los emisarios soviéticos. El establecimiento de un régimen de este tipo, que también tuvo lugar en los demás Estados vecinos de Rumanía, se llevó a cabo con la asistencia directa del presidente de los Estados Unidos y del primer ministro de Gran Bretaña. Ellos aceptaron la petición de Stalin de que no hubiera gobiernos hostiles al Estado soviético en las fronteras de la Unión Soviética. Para Stalin, no ser hostil significaba ser subordinado y el país amigo tenía que ser un país ocupado».
Y así, el loco del pueblo, a través de una amarga ironía de la historia, se convirtió en dirigente de la comunidad a la que sometió a sus caprichos. Fue una ironía costosamente pagada que, por desgracia, siempre puede volver en otra forma insospechada.
Versión en español: Victoria Sepciu