Mujeres en las prisiones comunistas
Las mujeres pasaron por las experiencias más fuertes de la historia y en las prisiones comunistas sufrieron y se enfrentaron a las dificultades con valentía.
România Internațional, 29.03.2021, 14:22
La presencia de las mujeres en la historia ha sido ignorada durante mucho tiempo, pero es igual de importante que la de los hombres. Las mujeres pasaron por las experiencias más fuertes de la historia y en las prisiones comunistas sufrieron y se enfrentaron a las dificultades con valentía. Una de las historias más impresionantes es la de la profesora Iuliana Preduț que procedía de la familia de Toma Arnăuțoiu, líder de los partisanos anticomunistas de los montes de Făgăraș. En 1958, fue detenida en su cátedra y encarcelada junto con toda su familia, acusadas de haber apoyado a los resistentes. Cuando la detuvieron tenía seis meses de embarazo y una parte de la experiencia de la cárcel fue el nacimiento de su hija en la prisión de Văcărești.
Iuliana Preduț fue transferida de la prisión de Pitești a la de Văcărești donde dio a luz a su hija Libertatea Justina. En el año 2001, el Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana tuvo la oportunidad de entrevistar a la heroína:
”Por la noche me metieron en la celda 116 y para hacerme la vida un calvario me dejaron sola en una baño con 6 inodoros turcos llenos de excrementos. El olor difícil de soportar, el camino agobiante desde la prisión de Pitesti hasta la temida prisión de Văcăreşti acentuaron mucho el dolor y el hambre. Sentía que ya no tenía fuerzas. Me senté en la orina que flotaba en el cemento del inodoro.”
Iuliana Preduț luchaba contra sus miedos, contra su destino hostil, contra la maquinaria infernal del Estado comunista. Estaba sola en su celda y esperaba dar a luz:
“Traté de recuperar mis fuerzas y sentarme en la cama. Sentía que me observaban a través de la mirilla de la celda. Después de un tiempo miré atentamente a mi alrededor y el pánico penetró mi alma. Las literas estaban desordenadas. En el cemento frío había huellas de sangre fresca, algodón sucio y excrementos. Me sentí como si estuviera en una película de terror, sentí la presencia de algunos genios malos que se me acercaban. Sentí mucho miedo sobre todo porque en el pasillo se escuchaban algunos sonidos extraños. Parecía una mezcla de llanto de persona y balido de oveja, un grito de fiera salvaje que llenaba la celda en la que estaba encerrada. De repente el miedo a la muerte se apoderó de mi. El bebé se movía mucho y me golpeaba el vientre como si se quisiera evadir del infierno en el que acababa de entrar. Me eché a llorar y no podía parar las lágrimas.”
Y de aquel abismo de la desesperación apareció la esperanza para Iuliana Preduț:
”El temor llegó a atormentarme de tal manera que empecé a pedirle a Dios que me llevara de este mundo del sufrimiento y de la oscuridad aunque sabía que era un pecado porque en mi vientre crecía una vida y mi deber era tener esperanza. De repente, de un rincón de la celda apareció en un rayo de luz deslumbrante la figura santa de la Madre dolida que me dijo: ¿A qué le temes? ¿ No ves que estoy contigo? Luego desapareció en el mismo rayo brillante pero me dejó en el alma mucha paz y tranquilidad. El bebé se tranquilizó, las lágrimas pararon y la celda me pareció distinta, una celda habitual de la prisión en la que la esperanza tenía que vencer al sufrimiento. Tras vencer al mal estado en que me encontraba recogí las mantas llenas de sangre y pus, cogí en las manos los excrementos y los puse en un rincón de la celda.”
El éxtasis místico de Iuliana Preduț se materializó en otra persona. Una persona que había mantenido su humanidad en aquel infierno omnipresente:´
”Quise lavarme las manos pero no tenía agua. No me atrevía a tocar la puerta porque sabía muy bien las reglas de la detención pero sobre todo porque anticipaba el rechazo. Sin embargo, el milagro se produjo. La mirilla se abrió lentamente y un guardia metió una taza de agua y luego cerró la mirilla sin hacer ruido. Me lavé las manos y me senté al borde de la cama. La voz del mismo guardia me atormentó. Me llamó a la mirilla. Me pidió la taza de metal y puso un poco de leche. No había bebido leche desde que me detuvieron. Me preguntó en voz baja que había visto antes de tranquilizarme. Creo que me vio a través de la mirilla como lloraba y notó en mi cara el terror que se había apoderado de mí. Le dije quién me había traído la paz: la Madre de la Misericordia. Sus ojos parecían llenos de compasión. Le pregunté, porque me di cuenta de que era una persona especial en comparación con los demás guardias, de dónde provenían aquellos sonidos horribles que se amplificaban en el pasillo. Me dijo que todas las celdas de este ala de la prisión estaban llenas de enfermos cuyos días estaban contados.”
Iuliana Preduț sobrevivió. Sobrevivió para contar la historia de algunos tiempos que deben figurar en la gran enciclopedia de la barbarie del siglo XX.