La ocupación de Rumanía en la Primera Guerra Mundial en tarjetas postales
Steliu Lambru, 02.11.2020, 18:36
La
principal función de la propaganda es movilizar a sus propios ciudadanos en
tiempos difíciles para un Estado y su población porque el funcionamiento de la
propaganda está ligado al aparato del Estado. La propaganda es un tema sobre el
cual se ha escrito enormemente y sobre la propaganda de guerra aún más. Uno de
los elementos del que abusa la propaganda y sin el cual no podría existir es la
imagen. Cualquier tipo de propaganda utiliza la imagen para glorificar sus
logros, pero también para reducir la fuerza del oponente o incluso
ridiculizarlo.
Durante
la Primera Guerra Mundial, la propaganda de imágenes funcionó a alto nivel.
Rumanía entró en la Gran Guerra en agosto de 1916 del lado de la alianza franco-anglo-rusa
persiguiendo las promesas territoriales tras dos años de neutralidad. Sin
embargo, en diciembre de 1916, su parte sur o sea las provincias de Muntenia,
Oltenia y Dobrogea junto con la capital Bucarest fue ocupada por los ejércitos
alemán, austrohúngaro, búlgaro y turco después de cuatro meses de violentos
combates en los que 300.000 soldados rumanos perdieron la vida. Refugiadas en
el este de Moldavia, las autoridades rumanas, junto con el apoyo de la misión
militar francesa y del ejército ruso, estaban preparando la victoriosa campaña
de 1917 que se realizó a través de las batallas de Mărăști, Mărășești y Oituz.
Ocupada
en el sur, Rumanía se vio obligada a soportar un régimen económico drástico de
requisas y restricciones mientras que la propaganda ganadora estaba haciendo
pleno uso de la situación para presentar las realidades rumanas. Detrás de las
realidades, sin embargo, se desarrollaba la vida cotidiana que se había
reanudado bajo la ocupación y que era atrapada por la cámara. Mihail Macri es
coleccionista y cartófilo y por sus manos pasaron decenas de miles de postales,
algunas de ellas de la Rumanía de entre 1916 y 1918.
Salieron las postales de los ejércitos ocupantes.
Por ejemplo, existía la famosa oficina de correos búlgara en Rumanía. Cuando
los búlgaros llegaron a Bucarest y encontraron algunas postales pegaron en
ellas sus sellos. Las postales formaron una especie de pseudo-entero filatélico
que ahora, después de todo este tiempo, son coleccionables. Luego, cuando pasó
el ejército alemán, cada regimiento o batallón tenía seguramente un fotógrafo
para que sus propios soldados escribieran a casa porque se les permitía
hacerlo. Como los soldados alemanes no tenían postales, se sacaban fotos, por
ejemplo, junto a campesinos rumanos y las enviaban a sus familias.
En
1916, Rumanía era un país que había salido de la esfera de influencia otomana
hacía más de un siglo. Durante el reinado del rey Carlos I de Hohenzollern-Sigmaringen,
Rumanía había logrado notables avances económicos como la construcción de una
red ferroviaria que cubría todo el territorio nacional, una industria petrolera
de alta calidad y que había construido su capital Bucarest y otras ciudades importantes
como Iasi, Craiova y Ploiesti, a las que se sumaron las ciudades portuarias en
el Danubio y el puerto Constanza en el mar Negro. La mayoría de la población
seguía siendo rural y dependía de la agricultura, con un alto grado de pobreza,
así que la propaganda no dudó en captar estas realidades rumanas en particular,
señala Mihail Macri.
Había postales de propaganda hechas por los
alemanes en Rumanía, fueron las postales más feas sobre los rumanos que habían
existido. El único edificio que presentaron los alemanes de Bucarest, era una
taberna en Colentina, pese a que en aquel entonces el barrio Colentina no
pertenecía a Bucarest. El techo inclinado de la taberna estaba sostenido no por
un pilar, sino por un palo, y en el porche había varias mesas. En medio de la
calle, antes de llegar a la taberna, se veía un cerdo en un charco. En las
fotos y las tarjetas postales que sacaron los alemanes no había ni siquiera una
mujer hermosa y elegante, un carruaje, el teatro nacional o el edificio del palacio
real. No había nada de esto porque los alemanes querían presentar las
condiciones en las que nos habían ocupado.
Sin
embargo, la propaganda alemana también captó escenas de la realidad cotidiana
rumana. Mihail Macri.
Las
únicas cosas bellas que fotografiaron los alemanes fueron las ferias, dos o
tres, en las que se podían ver todo tipo de vendedores de esa época, incluyendo
a los que realizaban varios trabajos en casa. Éstos últimos llevaban las
herramientas de su trabajo en sus manos para poder ser reconocidos por quienes
necesitaban sus servicios. Nuestras postales también sirvieron de propaganda,
antibúlgara, y fueron las postales más bellas de propaganda. Por supuesto,
también estaba la otra cara de la moneda, los libros búlgaros más bellos eran
los de propaganda, antirumanos. El rey Carlos tenía una impecable figura de
ratón, con orejas más grandes que un ratón por lo que se parecía más bien a un
burro. Por no hablar de cómo aparecía retratado el famoso zar Fernando en las
postales rumanas, con una nariz enorme y por lo general con una patada dorsal.
No había necesidad de texto, el mensaje era obvio. Las consecuencias de la
guerra se veían en las postales, en menor medida en Rumanía que en Francia, por
ejemplo, muchas postales mostraban lo que la guerra había significado.
La
Rumanía de los años 1916 y 1918 vista a través de los ojos de la propaganda
alemana aparecía como un territorio subdesarrollado y una tierra salvaje. Lo
cual era una simplificación grosera, como siempre hace la propaganda, no importa dónde se
manifieste.
Versión en español: Victoria Sepciu