Rumanía y los preliminares de la conferencia de paz de 1919-1920
Al final de la Primera Guerra Mundial, la victoria de la Entente, coalición de países integrada por Gran Bretaña, Francia, EE. UU., Italia y Japón, a la que Rumanía también se había adherido en 1916, no iba a garantizar la paz.
Steliu Lambru, 23.09.2019, 18:44
Al final de la Primera Guerra Mundial,
la victoria de la Entente, coalición de países integrada por Gran Bretaña,
Francia, EE. UU., Italia y Japón, a la que Rumanía también se había adherido en
1916, no iba a garantizar la paz. Teóricamente, la guerra había terminado con
vencedores y vencidos, pero la paz debía conseguir un equilibrio, eliminar la
posibilidad de que una nueva guerra estallara. Había surgido la idea conforme a
la cual un organismo internacional hubiese podido gestionar las crisis locales
de modo que no degeneraran en conflictos globales. Había que conceder especial
atención a las minorías, mucho más que en el pasado.
A la Gran Guerra le siguieron
conflictos regionales que alargaron el estado de conflicto por períodos bastante
variables. Por ejemplo, la guerra rumano-húngara de 1919 duró aproximadamente 6
meses, sin embargo la guerra turco-griega duró hasta 1922. La paz se consiguió
con dificultad a causa de que los rencores continuaban.
Rumanía
tenía que hacer esfuerzos para que los poderes que integraban la Entente reconocieran
sus aspiraciones nacionales, al intentar conseguir un equilibrio entre los
intereses propios y los de los aliados. Prácticamente, durante las
negociaciones, la diplomacia rumana intentaba conseguir lo que había logrado
con grandes esfuerzos sobre el terreno.
El
historiador Ioan Scurtu nos declaró que el primer ministro de Rumanía, la
persona que había ideado la coalición de nuestro país con la alianza
franco-británica, el político liberal Ion I. C. Brătianu, tenía la difícil tarea
de defender los intereses de su propio país ante el Consejo Supremo integrado
por EE. UU., Gran Bretaña, Francia e Italia.
Cuando Ion I. C. Brătianu viajó a París,
para participar en la conferencia de paz, llevaba consigo el convenio político
firmado con la Entente, en base al cual Rumanía se había unido a la guerra.
Este documento mencionaba claramente cuáles iban a ser las fronteras de Rumanía
en los territorios de Austro-Hungría habitados por rumanos. Al mismo tiempo,
llevaba consigo los documentos de la unión de Chisináu, Cernauti y Alba Iulia. Brătianu
tuvo una tarea muy difícil y se esforzó por conseguir un tratamiento
igualitario. Tuvo la iniciativa de establecer una colaboración entre las
delegaciones de Rumanía, Checoslovaquia, Serbia, Croacia, Eslovenia y Grecia
para que actuaran conjuntamente y los aliados los tomaran en cuenta.
Desgraciadamente, uno de los integrantes de esta coalición, Venizelos, declaró
que él no consideraba que era el jefe de un Estado independiente y soberano, es
decir Grecia, lo que hizo que los demás también se retiraran del acuerdo. Brătianu
fue el único que continuó esta lucha para que Rumanía recibiera un tratamiento adecuado. Es memorable la
confrontación entre Brătianu y los representantes del Consejo Supremo, entre
ellos también el presidente de EE. UU., Wilson, en su intento de conseguir
ventajas para Rumanía, inclusive en lo que se refería a las minorías.
Allí
donde las estrategias de los políticos rumanos quedaron sin resultados intervino
la presencia encantadora de una mujer. Era María, la reina de Rumanía. Ella,
junto a su esposo, el rey Fernando, estaban dispuestos a sacrificarlo todo con
el propósito de conseguir lo que querían. La reina de Rumanía estuvo allí y se
implicó en uno de los momentos cruciales en la historia del país, en el siglo
XX.
Vuelve
con detalles el historiador Ioan Scurtu:
Brătianu había
logrado entrar en conflicto con todos los representantes del Consejo Supremo,
porque estos últimos no aceptaban contraargumentos, no aceptaban que se les
cuestionaran las decisiones. Entonces, Brătianu le sugirió al rey que la reina
María viajara a París y ella aceptó sin reparos. En la estación de trenes de
París, cuando le preguntaron el porqué de su visita, María declaró que había
venido a mostrar la cara bonita de Rumanía. Es decir su propio rostro. Fue
recibida en el palacio del Eliseo con honores y condecoraciones. El presidente
norteamericano Wilson era la figura central de la conferencia y la reina
insistió en que la recibiera para abogar a favor de la causa de su país. El
presidente norteamericano le transmitió que su horario empezaba a las 9 de la
mañana y que no la podía recibir. Entonces, la reina le hizo llegar una nota
diciéndole que si él empezaba su trabajo a las 9, ella lo estaría esperando en
el hotel Ritz a las 7 de la madrugada. Wilson, junto con su esposa, llegaron al
hotel Ritz a las 8:30. Durante la reunión, el presidente Wilson abogó a favor
de la paz, en la forma en la que él se la imaginaba, la reina apenas pudo
intervenir. Cuando se dio cuenta de que el presidente se tenía que retirar, le
dijo que esperaba que la invitaran al almuerzo al día siguiente. Wilson y su
esposa aceptaron y, al día siguiente, los papeles cambiaron. Esta vez, la reina
fue la que habló sin cesar y, de modo especial, hizo hincapié en los derechos
de las minorías. Tuvo una réplica que dejó sin palabras al presidente Wilson, le
dijo que los negros de EE. UU. se beneficiaban de los más amplios derechos.
A veces, en la
historia, la intervención de países de dimensiones reducidas logran cambiar
grandes decisiones. Rumanía tuvo la suerte de contar en aquel entonces con
figuras que lograron escribir una página gloriosa en su historia.
Versión
española: Valeriu Radulian