La arquitectura del Bucarest de entreguerras
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad de Bucarest ha tenido algunas etapas en su desarrollo urbanístico.
Steliu Lambru, 04.06.2018, 17:19
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, la ciudad de Bucarest ha tenido algunas etapas en su desarrollo urbanístico. Pero cuando hablamos de Bucarest hay que pensar no sólo en la capital, sino también en el resto de Rumanía, porque una residencia nunca se desarrolla por su cuenta. Bucarest es el resúmen de todo lo que ha significado el desarrollo urbanístico de Rumanía, con las influencias de la arquitectura de Occidente, que fue sinónima de modernidad, pero también con las fuentes de la arquitectura tradicional rumana.
En el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales se produjo el cambio más importante de Bucarest, durante el reinado de Carlos II, entre 1930 y 1940. Sorin Vasilescu, profesor de la Universidad de Arquitectura y Urbanismo “Ion Mincu de Bucarest, ha hablado de la arquitectura de Bucarest en el periodo de entreguerras como una que gravitó en torno de los soberanos de Rumanía:
“Si hablamos de la aquitectura rumana de entreguerras, no podemos hablar de otra cosa que de la arquitectura de la realeza. Para Bucarest hay una etapa Carlos I, una etapa que corresponde al reinado de Fernando I y la increíble etapa de Carlos II, quien soñaba diciendo al alcalde de aquella época que quería ver el mar. Era una idea a la que no le faltaba el interés, él tenía que ver la avenida desde el Palacio Real, con la imagen obturada por el edificio de las Fundaciones Reales, que imaginaba desapareciendo. La operación que conllevó la actual imagen de la Plaza de Palacio se hizo bajo su reinado, fue una operación que la transformó totalmente. A la izquierda y a la derecha de las Fundaciones Reales, la actual Biblioteca Central Universitaria, había dos importantes edificios. Uno de ellos albergaba el Jockey Club Rumano, y el Ministerio del Interior, el antiguo Comité Central del PCR, estaba detrás de un edificio, prácticamente en otra plaza, extendiéndose y convirtiéndose, como cualquier cosa de una arquitectura laudable y cuestionable, en una de las maravillas de la obra art nouveau de Bucarest, la obra de Daniel Renard y Téophile Bradeau, es decir el hotel Athénée Palace.
La corriente artística más influyente en la arquitectura de Bucarest fue el art nouveau. Pero también existió el llamado “arte del Estado, el fascista italiano y hacia finales de los años 1920 y en los años 1930, la corriente art déco de América del Norte. Sorin Vasilescu ha hablado del art nouveau como la corriente que trajo el modernismo a la arquitectura rumana:
“El art nouveau brillante aquí es de varias índoles. Hay un art nouveau francés, hecho por los arquitectos franceses, un art nouveau francés hecho por los arquitectos rumanos, un art nouveau transilvano hecho por los arquitectos húngaros que procedían de la escuela Ödön Lechner, que a su vez procedía de la Secesión vienesa. Hay una múltiple fuente de inspiración para Rumanía. Para el Antiguo Reino, el momento de transición de un mundo al otro, de corte del cordón umbilical entre la modernidad y el historicismo, es el art nouveau. Y no por casualidad, el historiador italiano del arte Giulio Carlo Argan afirmó que la primera forma de modernidad fue el art nouveau. El nuestro, ya sea que lo llamemos proto-art nouveau, como sería el neorumano, o que lo llamemos Secesión, como para el mundo de Transilvania, el Banato o Bucovina, decimos en principio la misma cosa. Es el primer momento en el que llegamos a estar “al día, cuando hacíamos una arquitectura que no era inferior, tributaria, a lo que se hacía en occidente.
Las influencias tradicionales no han sido menos importantes en la creación de un estilo rumano moderno en la arquitectura de Bucarest. Este estilo fue denominado “neorumano. Sorin Vasilescu:
“Nuestro proto-art nouveau, el nombre de Mincu está tan ligado a él, respecto a las invariancias y a los elementos estilísticos específicos es una corriente que se manifestó mediante unas formas fundamentales en la historia de nuestra arquitectura. Esto no significa que hayamos influido alguna vez en el mundo de la arquitectura de Occidente, pero categóricamente, con el sentido que tuvieron nuestros arquitectos, como un tipo de perros de caza, consiguieron entender cuál era la realidad del momento, cuál era el proceso del desarrollo estilístico, qué pasaba en la arquitectura y la manera en que los elementos de la tradición se podrían traducir usando un lenguaje distinto. Si la tradición se midiera en litros, la modernidad se medía en metros. Nos encontramos ante distintas unidades de medida, que no se pueden armonizar completamente entre ellas. Pero el intento de nuestros arquitectos para encontrar una identidad es un elemento que late desde Brâncoveanu. No por casualidad, los valores del neorumano son unos valores que toman, elaboran, convierten, cambian la escala por varias razones. Esta es la fuente de la primera forma del modernismo rumano. Solamente hay que pasear por Bucarest y ver las obras neorumanas de Petre Antonescu. Fueron impresionantes, pero también criticadas porque cambiaban la escala de los valores tradicionales. Pero pocos pensaban en que el cambio de escala de las construcciones de Petre Antonescu se debía también al hecho de que la escala de Rumanía había cambiado de simple a doble, exactamente hace 100 años. Un ayuntamiento para 8 millones de habitantes tenía una dimensión, pero uno para 18 millones de habitantes, los que tenía Rumanía hace 100 años después de la unión, tiene otra dimensión.
La arquitectura del Bucarest interbélico alcanzó el nivel máximo de conexión con la corriente de ideas de Occidente y la innovación. A pesar de los cambios más o menos afortunados que se hicieron después de 1945, la huella de la capital de Rumanía sigue siendo la que dejó la generación de los arquitectos de la época de la monarquía.