Las revueltas obreras de Braşov de 1987
En los años 1980, la crisis económica y la del sistema del régimen comunista había llegado al paroxismo. En Rumanía, todo aumentaba por la ambición de Nicolae Ceauşescu de pagar la deuda externa de Rumanía
Steliu Lambru, 13.11.2017, 18:15
En los
años ochenta, la crisis económica y la del sistema del régimen comunista habían
llegado al paroxismo. En Rumanía, todo aumentaba por la ambición de Nicolae Ceauşescu de pagar la deuda externa del país, aumentando aún
más la carga que tenía sobre los hombros el pueblo. La crisis económica conllevó
en Rumanía el racionamiento de los alimentos básicos, del agua caliente, de la
calefacción y de la electricidad para el consumo del hogar. La población sufría
mucho por estas carencias, mientras que la dirección del partido y del Estado
vivía en la opulencia y la abundancia.
A
pesar del sistema represivo, las duras políticas de austeridad generaron movimientos
de protesta. La tensión acumulada estalló la mañana del 15 de noviembre de 1987.
En la noche del 14 al 15 de noviembre, en el departamento 440 Troqueles y matrices de la Fábrica de
camiones La bandera roja, empezó un conflicto laboral entre los trabajadores
y sus empleadores. La causa fue la drástica reducción de los salarios, en el
contexto en que la prensa comunista anunciaba satisfecha el cumplimiento del
plan, a la que se añadían las duras condiciones de vida. El 15 de noviembre tuvieron
lugar las elecciones para los Consejos Populares, elecciones en las que ya se
conocía quiénes iban a ser los ganadores. Tras varios enfrentamientos verbales
y físicos con la dirección, que molestaron al jefe del departamento, al secretario
del partido, al director y al presidente del sindicato, unos 200 empleados vestidos
con monos y con la bandera rumana en sus manos iniciaron una marcha por las
calles de la ciudad hacia la sede de la Organización del Distrito de Braşov del
Partido Comunista Rumano. Gritaron frases como: ¡Dadnos el dinero!, ¡Abajo el dictador! ¡Abajo los miserables!, ¡Abajo Ceauşescu!, ¡Abajo el PCR!. Cuando iban por las calles de Braşov se unieron otras personas y otros
trabajadores de la fábrica El tractor. Aproximadamente 15.000 manifestantes
llegaron al centro de la ciudad, ante la Organización del Distrito del Partido
Comunista Rumano, donde rompieron los retratos de Ceauşescu y unos libros del
mismo.
Las fuerzas de represión
intervinieron y detuvieron a unos 300 manifestantes. Rumanía se enteró de lo
que estaba pasando en Braşov a través de Radio Europa Libre, emisora que emitía
desde Alemania Federal, porque los acontecimeintos de este tipo no se
mencionaban en la prensa controlada por el régimen comunista. Mircea Carp
recordó en 1997 cómo fue el inicio de las huelgas, en una entrevista concedida
al Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana.
Lo que esperaba desde hacía
mucho tiempo era un cambio verdaderamente fundamental en Rumanía, no
necesariamente mediante la violencia, sino mediante una evolución, como era el
caso de otros países. Para nosotros, la espera alcanzó un auge muy corto, y
esto fue el motín de Braşov de noviembre de 1987. Estaba trabajando cuando
llegó la noticia de que en Braşov los trabajadores habían salido a la calle.
Según las instrucciones que teníamos, no solo la emisora Europa Libre, sino
también la Voz de América y los medios de información en general, no podían dar
una noticia sin haberse confirmado de dos fuentes distintas. Y la noticia sobre
lo que estaba pasando en Braşov sólo había llegado de una fuente, pero una
extremadamente importante, de gran confianza. Vlad Georgescu, quien era
entonces director del Departamento rumano de la emisora Europa Libre, y yo, que
presentaba el programa político, llegamos a la conclusión de que teníamos que
emitirla, porque iba a ser muy tarde si esperábamos al día siguente.
Otro
periodista de Radio Europa Libre, Emil Hurezeanu, recordó en 1999 que llevó a
la redacción la información sobre la revuelta de los trabajadores de Braşov
contra la explotación a la que les sometía el régimen comunista.
Recuerdo que era una tarde de
noviembre, era día festivo en Múnich, en el Baviera católico, y estaba
trabajando con Vlad Georgescu en un programa político. Y entonces Vlad Georgescu
me dijo que cruzara el parque Inglés, que era un parque inmenso, y fuera al
consulado estadounidense, una fortaleza vigilada casi igual que la emisora Europa Libre, porque tenían que
darnos un sobre. Estaba lloviendo, anochecía, nunca había tenido que recoger un
sobre del consulado estadounidense, un sobre bastante importante por lo que iba
a pasar. Recorrí rápidamente el camino que llevaba al consulado, recibí un
sobre sellado y se lo di a Vlad Georgescu. Lo leyó y me dijo: Hay grandes
movimientos en Braşov. Era justamente la tarde del domingo 15
de noviembre. Junto con la correspondencia diplomática, con el correo
diplomático de Bucarest, al consulado había llegado el reportaje cifrado de un
corresponsal de prensa que había estado en Braşov y que
fue disipado después junto con los manifestantes. Por supuesto que usamos
aquella noticia, entramos con ella, fuimos los primeros en hablar. En las
próximas horas y en los días siguientes recibimos muchísimas informaciones,
incluso de una mujer de Braşov que se había ido con su hijo a Bélgica y que había participado en la
huelga. Y convertimos la historia de Braşov en una historia internacional,
porque también teníamos conexiones con periodistas extranjeros.
El
3 de diciembre de 1987, en un total silencio por parte del régimen, empezó el
juicio de unos 61 líderes de la revuelta. Además de la tortura física y
psíquica, fueron considerados delicuentes y personas social y moralmente
perdidas. Recibieron condenas de entre 3 y 5 años de prisión y el domicilio
obligatorio en otra localidad. Un caso singular fue el del trabajador Vasile
Vieru, padre de 5 hijos, quien falleció 9 meses después del proceso a causa de
la tortura.