La frontera de acero de Rumanía
En los años 80 del siglo pasado, en la frontera occidental de Rumanía se produjeron verdaderas tragedias cuya historia todavía casi desconocemos.
Ștefan Baciu, 11.01.2016, 13:15
En los años 80 del siglo pasado, en la frontera occidental de Rumanía se produjeron verdaderas tragedias cuya historia todavía casi desconocemos. Ciudadanos rumanos que trataron de cruzar ilegalmente la frontera que les separaba del mundo libre fueron fusilados, maltratados o estuvieron encarcelados. Otros se salvaron y llegaron a la Europa libre donde contaron sus historias y las de otros rumanos que quisieron librarse del infierno comunista.
Solo las experiencias de aquellos que trataron de cruzar la frontera nadando por el Danubio son inolvidables. Conforme con el libro firmado por Doina Magheti y Johann Steiner, “Las tumbas no hablan”, alrededor de 16.000 personas trataron de cruzar ilegalmente la frontera occidental de Rumanía y de éstas, 12.000 fueron capturadas. Los que resultaban presos pero con vida eran condenados a seis meses de cárcel. La cifra exacta de los muertos sigue siendo desconocida. Hoy por hoy, existen cementerios con tumbas desconocidas en ambas orilllas del Danubio; tumbas de personas que fueron matadas porque querían llevar una vida mejor.
Dan Danila nació en la ciudad rumana de Sibiu y en 1986 trató de traspasar la frontera junto con un amigo cruzando el Danubio en un barco neumático. Durante nuestra conversación recordó los preparativos psicológicos que precedieron a la fuga.
“Desde el punto de vista mental, psicológico, los preparativos del cruce nos llevaron años. Hubo una batalla compleja entre el temor, la desesperación y el valor, y finalmente, el valor nos vino de la desesperación que ambos sentíamos. No fue un acto espontáneo. Ambos éramos jóvenes, recién graduados en una facultad, pero inconcientes. Estudiamos el mapa de Rumanía, aprendimos a orientarnos con ayuda de la brújula, adquirimos trajes de camuflaje que imitaban los colores de la naturaleza. Desde el balneario de Herculane en vez de dirigirnos hacia el Danubio, como hacían los que querían cruzar el río, nos adelantamos en sentido contrario para no despertar sospecha alguna. Penetramos en un bosque y nos orientamos con ayuda del mapa y de la brújula y al cabo de cuatro días llegamos a orillas del Danubio. Aquella noche, lanzamos el barco y empezamos a remar con desesperación. Pero el temor nos impedía coordinar los movimientos y por ello minutos enteros dimos vueltas casi sin movernos del lugar.”
Los que intentaban cruzar la frontera probaban suerte, especialmente en el verano, en la lucha con el Danubio y los guardafronteras. Estos últimos se valían de todos los métodos para impedirlo. Les disparaban tiros en la cabeza o les atropellaban con las motolanchas. Los que caían presos eran golpeados hasta desmayarse o morir. Los guardafronteras utilizaban también perros adiestrados. Muchos fueron enterrados en la franja verde del Danubio, pero hubo también casos en que los cadáveres de los fusilados yacieron días enteros en el campo para servir de ejemplo. Más de una vez, las autoridades yugoslavas reclamaban ante las rumanas, que las estaciones impulsoras de la central hidroeléctrica Puertas de Hierro se bloqueaban a causa de los cadáveres de las personas fusiladas o ahogadas en las aguas del Danubio. Por su parte, Dan Danila y su amigo optaron por una temporada menos propicia a la fuga.
“Cruzamos el Danubio en la primavera. Queríamos sorprender a los guardafronteras. En verano, cuando hacía calor, a los guardafronteras les resultaba más fácil vigilarla, pero cuando hacía frío, muchos de ellos buscaban algún cobijo para calentarse.”
Pero los fugitivos corrían peligro hasta el último momento porque no tenían garantía alguna de que una vez llegados a la otra orilla los guardafronteras no les capturarían y devolverían a la parte rumana. Fue lo ocurrió en realidad con los dos protagonistas. Dan Danila recuerda.
“Logramos cruzar la frontera natural y varios meses, yo y mi amigo nos quedamos en el campamento de Belgrado. Logró convencerme de que saliéramos rumbo a Austria, pero cuando intentamos cruzar la frontera entre Yugoslavia y Austria, en los Alpes eslovenios nos capturaron los guardafronteras yugoslavos y nos devolvieron a Rumanía. Estábamos al tanto de que Ceausescu había concedido amnistía por todos los delitos penales y pensábamos que si resultábamos presos no nos encarcelarían, contentándose con darnos una buena paliza.”
Si permanecemos dentro del marco jurídico, cualquier tentativa de traspaso ilegal de la frontera representa un delito. Pero cuando la ley representa el instrumento de un régimen totalitario y represivo cuya razón de ser es la propia violación de las leyes, entonces los que tratan de salvarse no tienen culpa alguna. Los rumanos que trataron de cruzar la frontera durante el comunismo estuvieron solos en la lucha contra un régimen criminal y el caso de Dan Danila y de su amigo mostró cómo trataba el régimen comunista a sus ciudadanos.