La generación con la llave al cuello
Los que nacieron en Rumanía entre 1965, año en que ascendió al poder Nicolae Ceausescu, y 1970, sobre todo los que nacieron después de 1966, año en que fue emitido el decreto 770 que prohibió el aborto, fueron llamados la generación con la llave al cuell
Steliu Lambru, 30.06.2015, 16:23
Los que nacieron en
Rumanía entre 1965, año en que ascendió al poder Nicolae Ceausescu, y 1970,
sobre todo los que nacieron después de 1966, año en que fue
emitido el decreto 770 que prohibió el aborto, fueron llamados la generación con la llave al cuello. Esta
generación también se llama la generación de los
decretos. Según las ambiciones del régimen, la generación con la llave al
cuello, educada en el espíritu de las ideas socialistas y comunistas, tenía el
objetivo de llevar a Rumanía al comunismo. La metáfora
con la llave al cuello se inspira en una realidad sórdida. Los padres colgaban del
cuello de sus niños la llave de sus apartamentos y estos niños tenían una gran
responsabilidad, tenían que proteger la vivienda e, implícitamente, la familia.
Así, la llave colgada al cuello les daba a los pequeños la sensación de poder,
de igualdad con los adultos, de libertad y de capacidad de tomar
decisiones. Los padres de esta generación trabajaban en
fábricas a tres turnos, y la mayoría de los niños no tenían abuelos que los cuidasen. Es la generación que
vivía con sus padres en los barrios de obreros de las grandes ciudades
desarrolladas a partir del año 1970.
La historiadora
Simona Preda ha estudiado los mecanismos a través de los cuales se formó la
generación con la llave al cuello, siendo ella misma un exponente
de aquella generación. Sus características han sido descritas en términos
de la obediencia.
Una generación educada para callarse, obedecer,
saludar con honor la gloria del partido, una generación que cronológicamente
hablando, se inscribe entre 1965 y 1989, que tiene que ver con la configuración urbanística. Es el momento en que el paisaje urbano cambia, aparecen los
bloques comunistas y los barrios nacen de repente tras las demoliciones.
Rumanía cambia prácticamente su parte arquitectónica y urbanística. Nosotros,
los que crecimos en guarderías y menos con los abuelos y cuya infancia se une a estos bloques
comunista, somos la generación con la llave al cuello. Teníamos que seguir la
palabra del partido omnipresente. El partido nos enseñaba a obedecer, a ser
dóciles, a soñar, pero según los deseos del partido. El
partido nos enseñaba todo, menos a ser libres. Nos enseñaba que todo es posible
mientras no afectara a la utopía comunista.
La ideología y el estilo del poder de relacionarse con los ciudadanos se
caracterizaron a través de la brutalidad, la opacidad a la apertura y la
educación represiva. Instalado en 1945, en los años 1960-1970, no había señales
de que el régimen comunista pudiera ser reemplazado y la gente se había
resignado y trataba, en la medida de los posible, de vivir lejos de las
intrusiones del poder abusivo. Así se
aprendió la duplicidad, lo que George Orwell calificó de doble pensamiento en su novela 1984.
Nuevamente ante los micrófonos de RRI, Simona Preda
Desde pequeños nos vimos obligados a
aprender la lección de la duplicidad. En
la escuela nos decían una cosa y en los discursos de la radio o televisión hablaban
de otra cosa. Desde pequeños nos hemos construido la personalidad según la
lección de la duplicidad. No debías hablar afuera lo que escuchabas en casa.
Tal vez el abuelo o el padre escucharan la radio Europa Libre, a lo mejor
tuvieran lugar debates o existieran ciertos secretos, pero no teníamos que
contarlos afuera. La noción de afuera merece un poco de atención
porque el sistema comunista siempre presentó el capitalismo y la noción de afuera como algo censurable e injusto.
La despersonalización ha sido el método de aniquilación del
enemigo en casi todas las tiranías. Sin embargo, para el comunismo ha sido
la única manera de formar a sus ciudadanos. Dado que la generación con la llave
al cuello iba a reemplazar a la antigua generación, con restos burgueses en la
educación y actitud, la despersonalización ha sido no sólo un requisito de la
pedagogía comunista sino también un modo de facilitar la futura carrera en la
sociedad de los que iban a convertirse en los adultos del
mañana. Simona Preda :
¿Qué suponía la despersonalización? El
deseo supremo del régimen fue que el hombre nuevo fuese una masa amorfa, una masa
en la que la individualidad era premiada sólo en casos excepcionales y de
ninguna manera estaba alentada a sobresalir. Se premiaba
a la clase, al grupo, a la escuela, a la unidad, al distrito, pero nunca a la
personalidad o la individualidad. El régimen, sobre todo en sus últimos años,
quiso transponer a la noción de hombre nuevo, a los millones de Yo en un
inmenso Nosotros. Cada uno se unía a la masa amorfa.
Al más alto nivel, la pedagogía represiva y la propaganda, bajo el
control de la ideología, se unieron para formar el hombre nuevo comunista,
despersonalizado, reeducado. A un nivel intermedio, funcionaban las actividades extraescolares de
círculos y reuniones, de trabajo agrícola. Y a un nivel inferior estaban los
planes que hacían los padres por sus hijos en un mundo cada vez más hostil, tal
como fueron los años 80.
Para sorpresa del régimen comunista, en
1989, la generación con la llave al cuello fue la que le
dio el golpe de gracia. Aquella generación despersonalizada despertó a la
conciencia de la libertad y dignidad humana y, en vez de construir el
socialismo, tal como esperaba el régimen, hizo exactamente lo contrario: volvió
a los valores humanos democráticos destruidos por la tiranía comunista.