El régimen de Ceauşescu y la sangrienta revolución rumana
A diferencia de los demás países europeos comunistas que cambiaron el régimen político en 1989, en Rumanía el cambio se produjo de manera sangrienta.
Steliu Lambru, 16.12.2014, 17:39
A diferencia de los demás países europeos comunistas que cambiaron el régimen político en 1989, en Rumanía el cambio se produjo de manera sangrienta. Y eso porque el régimen de Nicolae Ceauşescu era más susceptible de usar la violencia contra su propio pueblo si hacía falta. La represión brutal de las manifestaciones de los trabajadores de Braşov que tuvieron lugar en noviembre de 1987 fue el primer indicio. Desgraciadamente, las sospechas se confirmaron en diciembre de 1989.
Hemos preguntado al historiador Ioan Scurtu, el antiguo director del Instituto de la Revolución Rumana, si hubiese sido posible evitar la matanza de diciembre de 1989. El primer elemento es la comparación con la ideología marxista-leninista.
“En teoría, la matanza se pudo evitar. Si pensamos en las diferencias entre Nicolae Ceauşescu y los demás líderes de los estados socialistas europeos, hay que destacar que él fue el único que no aceptó las ideas de Gorbachov sobre la glásnost y la perestroika, pensando que, a través de conceptos de este tipo, Gorbachov socavaba de hecho el comunismo y contribuía a su derrumbamiento. Por lo tanto, después de 1987 Ceauşescu llegó a ser uno de los líderes políticos más rígidos de la zona central y del sudeste de Europa, recordando las ideas de Marxs, Engels y Lenin, y sin aceptar que, mientras tanto, las sociedades habían evolucionado.”
Ioan Scurtu considera que la obsesión de la independencia total de Rumanía fue otra característica del régimen de Ceauşescu:
“En segundo lugar, fue el único que se propuso que su país pagara toda su deuda externa considerando que, de esta forma, ganaba su independencia, no solamente económica sino también política. Esto se concretó en la gran exportación de mercancías, partiendo del ámbito industrial y terminando con el alimentario, y causó una grave crisis alimentaria, introduciendo tarjetas y raciones que se habían eliminado de la sociedad rumana desde hacía mucho tiempo.”
Nicolae Ceauşescu, el prisionero de los clichés marxistas sobre el refuerzo de la economía, creó una política desastrosa, que afectó mucho a la población.
“En tercer lugar, al desarrollar fuertemente la industria petroquímica consumidora de energía, Ceauşescu decidió ahorrar afectando a la población. Por lo tanto, cerró la calefacción, la electricidad y los ciuadadanos se encontraban en situaciones extremadamente graves. Y se produjo un descontento general, que se acentuó después de anunciar en abril de 1989 que Rumanía había pagado toda su deuda externa. Pero, esta vez, Ceauşescu deseaba ser él mismo acreedor y beneficiarse de los tipos de interés obtenidos al prestar a otros. Es decir que Rumanía se encontraba en una situación peor que todos los demás países socialistas, lo que causó un inmenso descontento. Por lo tanto, en diciembre de 1989, millones de personas salieron a la calle para solicitar la caída de Nicolae Ceauşescu.”
Hemos preguntado a Ioan Scurtu por qué el Partido Comunista Rumano no tuvo a alguien capaz de solicitar la exclusión de Ceauşescu y de asegurar un cambio de régimen pacífico:
“Ceauşescu actuó con bastante destreza y consiguió apartar en 6 o 7 años a sus posibles adversarios de la dirección del Partido Comunista Rumano y del país. En cambio, promovió a aquellos que mostraban su devoción y que no tenían opiniones propias. Por ejemplo, he leído las memorias de Dumitru Popescu, un antiguo miembro del Consejo Político Ejecutivo del Comité Central del Partido Comunista Rumano, quien decía que en las reuniones, Nicolae Ceauşescu era el único que hablaba y los demás escuchaban, que se iba de las reuniones con dolores de cabeza y que para relajarse, tenía que ir a pie hasta el barrio de Primăverii, donde vivía. Por supuesto, no pensaba que, a través de la posición que ocupaba, tenía también una responsabilidad. Si Ceauşescu era el único que hablaba y los demás lo escuchaban y tomaban notas, esto se debía también a aquellos que aceptaron esa situación, en mi opinión, humillante. El momento más sorprendente fue cuando Ceauşescu, indignado porque no se habían tomado medidas drásticas contra los manifestantes de Timişoara, dijo: “Yo ya no puedo trabajar con este Consejo Político Ejecutivo, ¡elíjan otro secretario general!” Y todos se levantaron y dijeron: “¡no nos deje, por favor, somos fieles, vamos a quedarnos a su lado!”Es decir que ni siquiera al final alguien tuvo el valor de decir: “Aceptamos su dimisión, vamos a crear una dirección colectiva, vamos a anunciar al pueblo indignado que Nicolae Ceauşescu ha presentado su dimisión. Tal vez la situación hubiera sido diferente, no hubiera habido una matanza. El oportunismo de aquellas personas fue sumamente importante para el desarrollo de los acontecimientos drámaticos.”
El régimen de Nicolae Ceauşescu recibió lo que merecía. Pero, desgraciadamente, se pagó con la vida de 1.204 personas.