El 14º Congreso del PCR, el último baile
Steliu Lambru, 04.11.2013, 16:40
El 14º Congreso del Partido Comunista Rumano (PCR), celebrado del 20 al 24 de noviembre de 1989, había suscitado un gran interés entre los rumanos y entre todas las personas preocupadas por la orientación política que Nicolae Ceaușescu iba a dar a Rumanía. Nunca había sido tan esperado un congreso del partido único, nunca había despertado tanto miedo e interés. En general, los congresos y las conferencias del partido eran acontecimientos que la gente común ignoraba e interaccionaba con ellos solo porque así lo imponía el aparato del partido y el de represión. Este congreso destacaba por la inquietud y los más preocupados eran los rumanos mismos que veían cómo en los países vecinos los regímenes comunistas caían uno tras otro. Dado que el régimen de Ceaușescu parecía eterno, los rumanos ni siquiera esperaban un cambio pacífico y los pesimistas no esperaban cambio alguno.
La sociedad rumana era prisionera de sus propias frustraciones, de sus impotencias, de la falta de visión y de acción de la clase política, que no podía encontrarle un sucesor al dictador que venía liderando Rumanía desde 1965. Después de 1974, la política de personalización excesiva del régimen culminó con los años 1980, cuando todo había llegado a un punto insoportable. Sobre el trasfondo de la crisis crónica del sistema comunista nació la ambición irracional de Nicolae Ceaușescu, que quería que Rumanía pagara toda su deuda externa. Por consiguiente, aparecieron las privaciones extremas que también afectaron a los recursos mínimos de subsistencia, como los alimentos y la calefacción.
El ingeniero Pamfil Iliescu trabajó en “23 August”, una de las grandes plantas de Rumanía. Iliescu también fue líder sindical y siempre se mantenía en contacto con la gente y sus necesidades. La situación se deterioraba muy rápidamente y lo peor era el deterioro psicológico de la gente. La grabación con el ingeniero Iliescu fue realizada por el Centro de Historia Oral en 2002.
“En los últimos 5, 6, 7 años empezaba a sentirse la inutilidad de nuestro trabajo. ¿Cuáles eran los motivos? Sobre todo en la Planta “23 August” esta situación era muy evidente. La gente sí que trabajaba. El problema surgió en el momento en que se inició la época de las grandes inversiones. En los últimos años, sobre todo los últimos 5 años, a mediados de los años 80, fue obvio que en realidad todas las inversiones eran dinero tirado a la basura. Puedo decir que en nuestra sección de la planta hicimos muchas inversiones, en aquella época invertimos casi 500.000 millones de lei. Esto era mucho dinero entonces. Ahora sería varias decenas de millones, o más. De una inversión de más de 500.000 millones, no exagero si digo que ni siquiera utilizábamos un leu.”
La industria rumana, en la que se había invertido mucho dinero, en general dinero procedente de los créditos que Rumanía había tomado, fue destinada a garantizar la prosperidad. Todo lo contrario, era un obstáculo para la economía. La causa de este grave problema fue la lógica de la exagerada burocracia que caracterizaba el régimen comunista.
“Un problema muy frecuente era el siguiente: te entregaban una máquina y te decían: ‘¡Toma esto!’. Te lo entregaban pero esto no tenía nada que ver con el flujo de la producción. Necesitaba unas conexiones que requieren un periodo de adaptación, necesitabas operar algunas modificaciones, algunos ajustes. ¡Nunca había dinero para esto! Es decir, siempre había dinero para construir, para fabricar las máquinas como las veías en las exposiciones. Sin embargo, a la hora de utilizar los equipos, ya no había dinero para las inversiones. Y entonces, cada uno de estos equipos, numerosos y caros, fueron traídos, colocados en su sitio, pero nunca se instalaron porque a mí me pedían hacer el plan de producción igual que antes.”
Las relaciones comerciales con los demás países socialistas eran cada vez más difíciles, de modo que Rumanía iba a convertirse en un sistema económico cerrado. Se fabricaban cosas inútiles y muchos directores de plantas se veían obligados a aceptar productos y equipos que no tenían nada que ver con el perfil de la fábrica. Una de las causas de la revolución de diciembre de 1989 fue, entre otras, el hecho de que Nicolae Ceaușescu, obstinado hasta el extremo, nunca aceptó que debía renunciar al poder en el 14º Congreso. En diciembre de 1989, los que salieron a la calle fueron precisamente los trabajadores de las grandes plataformas industriales.
“Muchas cosas se decían en secreto. Es decir, teníamos este sistema: digo una cosa en la reunión de trabajo y otra cuando salgo por la puerta de la sala. Una cosa se debatía y seguía la línea de “lo que he dicho, lo que he hecho” y otra, lo que se hacía en realidad. La gente había empezado a sentirse cansada, también por el motivo de que se trabajaba incluso los sábados y los domingos, no teníamos días libres. ¡El colmo era que los domingos trabajábamos más que en el resto de la semana porque ya no había nadie que te fastidiara! Muchas cosas se hacían los domingos. Había mucha insatisfacción. Existían unas personas muy activas dentro del partido, principalmente los supervisores. Cuando ibas al taller, en un momento de descanso, se iniciaba por ejemplo una discusión, incluso para criticar el sistema. Bueno, no se hablaba así directamente, pero había una enorme diferencia entre la manera de hablar en las reuniones y la manera de hablar con los compañeros. Sin exagerar, mucha gente esperaba un cambio tras este Congreso. Hubo mucha desilusión entre la gente al ver que, tras el Congreso, nada había cambiado, porque ya se habían producido algunos acontecimientos en el extranjero. Como estado de ánimo, la situación era muy tensa, es decir, todos esperaban que ocurriera algo. No fue ninguna sorpresa para la gente cuando ocurrió lo que tenía que ocurrir.”
Lo que siguió tras el 14º Congreso del PCR, tan solo un mes más tarde, significó recuperar la libertad pagada con la sangre. “Noviembre, el último baile” es el título de una película firmada por el director Dan Pița, un nombre que se ha convertido en un sinónimo para la fiesta final que anuncia el desastre, como hace cualquier régimen dictatorial antes de llegar a ser tirado a la basura de la historia.
(trad. S. Sarbescu)