Los vinos rumanos
La vid rumana posee algunas especies autóctonas de un valor remarcable.
Valeriu Radulian, 19.02.2014, 18:11
Cuando dices Moldavia, el pensamiento vuela hacia la vid de Cotnari. La leyenda cuenta que este famoso viñedo fue construido por Ştefan cel Mare, (Esteban el Grande) uno de los más importantes vaivodas de la historia de los rumanos. Había construido su jardín en Hârlău solamente para estar más cerca de Cotnari, donde iba a edificar también una iglesia y una de las mayores bodegas de la Europa de aquella época. En aquel entonces nació uno de los más renombrados tipos de vino rumano, Grasa de Cotnari, que — como decía el príncipe-erudita Dimitrie Cantemir — «es más especial y más bueno que cualquier otro vino rumano y hasta mejor que el vino de Tokay (…); tiene un color totalmente especial, que no vas a encontrar en otros vinos; es decir, es verde y, cuanto más antiguo es, su color se hace más verde.»
También aquí, en Cotnari, vale la pena conocer la marca Tămâioasa rumana o Frâncuţa, otros tipos autóctonos, mientras que — en los viñedos de Iaşi, Bucium y Copou — el tipo rumano de Fetească (blanco), muestra en su físico y en su gusto una deliciosa postura nobiliaria. Un poco más al sur, cerca del río Prut, encontramos otro viñedo famoso: Huşiu, cuyas estrellas se llaman Busuioaca de Bohotin y Zghihara, puesto que Băbeasca es la pieza clave del viñedo de Nicoreşti, y Galbena — de la zona de Odobeşti.
La leyenda nos dejó dicho que el vino Băbeasca de Nicoreşti — un vino que les gusta más a los jóvenes (a diferencia del tipo blanco de Fetească, que les gusta más a los ancianos) — fue bautizado por Ştefan cel Mare (Esteban el Grande) quien, estando enfermo, se curó y se puso muy alegre después de beber el vino tinto que le trajo un arquero de… una vieja de Nicoreşti.
En las demás provincias también, los turistas pueden conocer vinos valiosos. En Muntenia y en Oltenia quedarán fascinados con el tipo tinto de Fetescă de Dealul Mare — es un vino con una personalidad especial -, con Braghina y Crâmproşia de Drăgăşani. Cadarca de Miniş, Mustoasa de Măderat, Fetesca blanca de Danaş pertenecen a Banat y a Transilvania, son vinos con un aroma muy especial, muy refinados. Los viñedos de aquí — Jidvei y Crăciunelul, Apoldu y Băgaciu o Lechinţa aparecen en localidades que encantan con sus panoramas pintorescos, pero también con el carácter de la gente que vive aquí o con la belleza de unas costumbres que se celebran en estrecha conexión con la vid y con el vino.
El vino es el novio, y la comida es la novia. Si los dos esposos no son adecuados, el divorcio es inevitable… Siempre, el tipo tinto de Fetească, fuerte como un caballo salvaje, difícilmente de controlar, podrá ser domado por un asado de pavo o por «sarmale». Zghihara de Huşi, travieso e infatigable, se conformará con una carpa bien asada, mientras que, igual que un lacre en el acta, Grasa de Cotnari o Tămâioasa de Pietroasele — Buzău cierran siempre la comida, puesto que su aroma único (de nueces verdes y de miel, de albaricoque y melocotón) persiste como un bonito recuerdo. Con un aroma de rosa llega Busuioaca de Bohotin, igual que el Traminer rosado de Blaj — Crăciunel, que se proponen traer un plus de fasto y de sabor en una mesa distinguida.
Los vinos acompañaron, con mucha fe, las bodas y los bautismos, las fiestas del año, las alegrías, los momentos de misterio y de recuerdo, pero también la última fiesta de los que se han ido para siempre. No duden en acudir a las aldeas rumanas cuando el mes de septiembre flamea sus velos de arcoiris. Los viejos lo nombraron también «Vinicer», porque a sus mediados, según la costumbre, se da el visto bueno para la recolección de la vid. Es el día del alzamiento de la Santa Cruz, llamado también el «Cristov de la vid», momento que sigue celebrándose en algunas zonas por todos los campesinos, con cantos y comida, con rituales delante de las bodegas donde esperan preparados los barriles para la nueva producción de vino. De la primera serie de zumo de uvas se untan los niños en la mejilla y en la nariz, entre gritos de alegría, como una señal de abundancia.