Domingo 24 de mayo
-¡Muy buenas noches, queridos amigos! ¿Qué tal va todo? Espero que muy bien. Muchas gracias por acudir una vez más a nuestra cita, gracias por apoyarme y brindarme vuestra amistad y cariño.
Victoria Sepciu, 24.05.2020, 05:15
-¡Muy buenas noches, queridos amigos! ¿Qué tal va todo? Espero que muy bien. Muchas gracias por acudir una vez más a nuestra cita, gracias por apoyarme y brindarme vuestra amistad y cariño.
Os quiero decir, primero, que aquí tuvimos una semana lluviosa con chubascos, tormentas y temperaturas que rondaron los 20 grados centígrados. Ya veremos si estas lluvias alivian la fuerte sequía que está afectando a casi todo el país.
Luego, el jueves celebramos la fiesta de los Santos Emperadores Constantino y Elena. Gaius Flavio Valerius Aurelius Constantinus (272-337), conocido como San Constantino el Grande, era hijo de Constancio Flor, gobernador de la parte occidental del Imperio Romano y de la Santa Elena. Por deseo del Emperador Diocleciano, en su adolescencia (a los 18 años) fue alejado de sus padres en calidad de rehén y vivió en la corte de Nicomedia. Cuando el Emperador Diocleciano renunció al trono, Constantino volvió a Galia, y en el año 306, después de la muerte del Emperador Constancio, fue nombrado emperador.
En el año 312 se produjo una guerra entre el Emperador Constantino y el Emperador Majencio. Según los historiadores de la iglesia Eusebio de Cesarea y Lactantius, en el transcurso de esta guerra, poco antes del momento decisorio de la misma, Constantino vio sobre el cielo una cruz iluminada con esta inscripción Con El vencerás. Durante la noche el Señor se le presentó en sueño con el mismo símbolo de la Cruz y le dijo, que con este símbolo él iba a vencer al enemigo. Al día siguiente, por orden de Constantino, en todos los emblemas de su tropa fueron hechas las imágenes de la cruz. Al obtener la victoria sobre Majencio, Constantino, editó el Edicto de Milán, promulgado en esta ciudad en el año 313, por el cual se establecía la libertad de religión en el Imperio romano, dando fin a las persecuciones dirigidas por las autoridades contra ciertos grupos religiosos, particularmente los cristianos. El edicto fue firmado por Constantino I el Grande y Licinio, dirigentes de los imperios romanos de Occidente y Oriente, respectivamente. Años después se enfrentó a Licinio, que dominaba la parte oriental del Imperio romano, y lo derrotó en 323.
Su madre lo predispuso a tomar el cristianismo. Constantino se bautizó en los últimos días de su vida y murió el día 21 de mayo del año 337. La historia le adicionó a su nombre (el calificativo de) el Grande mientras que la iglesia, por sus grandes servicios, lo denominó Equiapóstolico.
Según el historiador Eusebio, Santa Elena recibió el bautismo en el año 313. Ella era una cristiana muy piadosa y apoyó la construcción de numerosos lugares de culto, incluida la iglesia del Santo Sepulcro que fue levantada sobre la tumba donde, según la tradición, fue enterrado Jesucristo. Además, Santa Elena viajó a Jerusalén, donde encontró, entre otras reliquias relacionadas con Jesucristo, la Cruz sobre la cual murió Cristo. La Santa Emperatriz murió en Roma en el año 327.
El 21 de mayo, en el calendario popular se celebra la fiesta de las aves del bosque, llamada Constandinu Puilor o Constantin Graur porque se creía que este día los pájaros enseñaban a sus cachorros a volar. Este día, estaba prohibido trabajar, ya que al descansar de las labores del campo, se creía que los cultivos no serían consumidos por las aves. Además, la gente del pueblo creía que todo lo que se sembraba después de este día se secaría. El 21 de mayo es también el día en que los pastores deciden quién será su jefe, dónde se establecerán los rediles y a quién contratarían a cuidarlos durante el pastoreo. Para defenderse de las fuerzas del mal, los campesinos estaban de pie alrededor de un fuego. Por el humo de este fuego pasaban las ovejas, para que fueran protegidas durante el tiempo que permanecían solas en los rediles.
Con esto, queridos oyentes, paso a contestar la correspondencia de hoy.
Rudimar Luiz Belusso de Dois Vizinhos-Paraná-Brasil, reanuda el contacto con nosotros para saludarnos y hacernos llegar sus buenos deseos. Adjunta asimismo sus detallados informes de recepción con datos técnicos y largos comentarios sobre los programas escuchados. Además, Rudimar nos dice que está muy contento y agradecido por la atención que concedemos a nuestros oyentes.
-Muchas gracias a ti, Rudimar, por tu amistad, por seguir sintonizando nuestros programas en español y por colaborar con nosotros siempre que puedas. Espero que estés bien y que te cuides mucho en este periodo, que nos está afectando a todos. Un fuerte abrazo, amigo, y quedo a la espera de tus noticias. ¡Hasta la próxima!
Seguimos con el relato del viaje a Panamá de nuestro amigo Juan Franco Crespo un trotamundos que reside en Valls Tarragona/España: PANAMÁ: LA DECADENTE COLÓN
Tenía esperanzas en llevarme un buen recuerdo del país, después de todo, la visita, a principios de la década, a la zona de Bocas del Toro, me mantenía en vilo. Así que cuando comencé a otear en el horizonte la hilera de barcos esperando la señal para introducirse en el célebre canal ya no me separé de aquella amplia cristalera del piso 16 donde me pasaba muchos de los momentos de asueto del viaje. Esta vez la Biblioteca del barco había sido removida y no quedaba ni un libro debido al dichoso coronavirus que a mediados marzo nos azota en España o al resto del mundo. Digamos que a finales de enero fuimos escaneados todo el pasaje en Miami, proceso que se repetiría una semana después, ahora al bajar, aunque como regresábamos al cabo de unas horas para continuar viaje, no repetiríamos el proceso y el acceso para el tránsito fue mucho más rápido y eficaz.
El espectáculo, desde esa privilegiada atalaya, cada vez se perfilaba mejor; después, una pasmosa lentitud, el navío fue dando la vuelta en la bahía, en plena zona franca de esta desangelada y sucia ciudad portuaria. Tras sobrepasar al francés Dumont dUrville, se inicia la manobra de amarre, la vista desde el piso 16 sigue siendo magnífica, te permite contemplar toda la ciudad e incluso la otra orilla del Canal y su flamante puente por donde se cruza para seguir por carretera hasta la Ciudad de Panamá. Desde allí la visión te permite ver la animación de la terminal, la infinidad de vendedores tratando de hacer unas perras y centenares de taxistas al acecho para llevarte al otro lado, o sea, a la capital o a cualquier otro lugar que le indiques, hay que regatear y ajustar los precios antes de montar.
Mi intención era disfrutar de la escala, ver la ciudad, pero eso no se vería cumplido y la impresión de la visita será un tanto parcial. Las guías, páginas webs, el diario de a bordo: todos coincidían en su apreciación y advertían de la peligrosidad de la ciudad incluso a plena luz del día, pero no lo acababa de creer. Tras las primeras fotos, toca entrar en sus calles, apenas salir del recinto de la estación marítima y, sobrepasado el primer cruce, un guardia de seguridad, viendo la ruta a la que nos enfilábamos, nos avisa que no es recomendable ir por esa parte y que su misión es intentar que todos los pasajeros regresen sin problemas a sus casa, que lo mejor que podemos hacer es ir hacia la zona libre donde la vigilancia permite que la vida no depare grandes sobresaltos; a partir de ese momento toda precaución será poca.
Y hacia allá iniciamos la ruta, aunque la belleza no sea la característica de esta zona de Panamá, al menos nos permitía ir con cierta tranquilidad y al mismo tiempo entrar en unos cuantos comercios para tomar unas cervezas, las más baratas de todo el periplo: 1$ la primera y 75 céntimos la segunda. Como curiosidad no se podía beber por la calle porque está prohibido el consumo de alcohol [por lo visto es el responsable del alto índice de delincuencia] y tras charlar un rato con la empleada, la señora nos las metió dentro de una bolsa a cada uno y, medio vacía, continuamos el camino donde estuvimos interactuando e incluso sucumbíamos a las compras, a sabiendas de que el espacio para el regreso no permitía gran cosa: otra bolsa se incorporaba al equipaje y la maleta a punto de explotar. Todavía me pregunto cómo los “mendas que las abren en el Aeropuerto de Miami [por supuesto, todo es por tú seguridad, pero tú estás ausente de ese trabajo de inspección con lo que cualquier cosa puede suceder] son capaces de colocarlo todo y uno mientras está haciéndolas no logra que entre todo.
Si a alguien le gustan las compras, aunque no estemos en la mejor avenida de Nueva York, esta es su mejor opción, si coincide que es de las primeras escalas de su viaje, entonces la recomendación es llegar con lo más básico y aquí renovar todo el equipaje con la seguridad de hacerlo, como mínimo, por un tercio de lo que se gastaría en casa. Hay verdaderas joyitas en cuanto a calzados y vestimenta [la joyería o las piedras preciosas nunca me llamaron la atención]. Lamentablemente no tuve suerte en el par de intentos por conseguir un buen aparato de radio de onda corta, las nuevas tecnologías han barrido con todos y, además, me miraban como si fuera un extraterrestre cuando preguntaba. Menos mal que no teníamos problemas de idioma, aunque el inglés fuese el que más se escuchaba en estos pagos; un faunario humano múltiple y diverso, en el más amplio sentido de la palabra.
Dicho esto, sólo un comercio fue merecedor de otra visita y algo acabó cambiando de propiedad; tocaba seguir caminando con la precaución de ir mirando al suelo porque hay agujeros en los que desaparecería un elefante, supongo que son formas de evacuar cuando la lluvia cae a cántaros. Al final de una de las calles, un grupo de chicos y sus maestras querían saludar; es algo que suele suceder con las escuelas de chicos “inclusivos, siempre que paseas con ellos intentan entretenerse con los humanos que encuentran [aunque no siempre la gente entienda ese comportamiento y a veces salen huyendo]. Tras unos minutos de charla con la profesora, los chicos a saludar, que para eso estaban de aniversario, iban a celebrarlo con esa salida: todo un acontecimiento para ellos. Hoy, con el coronavirus desbocado y la estolidez instalada en una sociedad alienada, uno se presunta si darles la mano sería sanitariamente lo más correcto. Vaya que me veo adaptando en Occidente el clásico saludo japonés, aunque el otro día veía que los miembros que nos gobiernan ya no se inclinaban ante el Monarca [miento, hubo un Ministro que cumplió perfectamente el papel] así que sólo me resta decir: ¡Cómo vamos perdiendo la educación, sobre todo desde que nos inculcan valores!
Aunque es cierto que si te entretienes en consultar los datos sobre Colón, en realidad no te engañan. Lo haría al regresar a casa y esto es lo que me encontré en la única guía que había en la Biblioteca. “Colón es una populosa ciudad de aire decadente y descuidado… Es la tercera ciudad del país con unos 200.000 habitantes [250.000 incluyendo la totalidad de la provincia]. Es la segunda zona franca más importante del orbe tras Hong Kong. Hoy la ciudad es un hormiguero de gentes que transitan bajo enredados postes de luz, desmochados balcones o casas de madera desvencijada. Sus calles parecen haber sufrido una guerra e indican el abandono y la desidia de sus gentes. Nada que ver con la esplendorosa ciudad que un día describiera el gran Rubén Darío. Colón hoy tiene un alto índice de delincuencia por lo que se aconseja no alejarse de las principales arterias. (Panamá, Fuera de Ruta, Edición 2015).
Quizá si lo hubiera leído antes de partir, incluso ni me habría molestado en bajar. Después de todo las experiencias de los viajeros no siempre son útiles porque no todos vivimos las mismas aventuras ni vemos las cosas desde el mismo punto de vista [por ejemplo, las autoridades diplomáticas españolas desaconsejaban la visita del Valle de Fergana en Uzbequistán y, sin embargo, sería en donde más seguros estuvimos en aquella fantástica experiencia de la ruta de la seda: apenas la mitad del grupo había comprado esa extensión que acabó siendo lo máximo de aquel fantástico e inolvidable viaje] y las realidades cambian en pocos meses. ¿Por qué no podía haber cambiado Colón en todo un lustro desde la impresión de la guía? Suponemos que incluso la recogida de datos tiene más de una década porque una guía, por modesta que sea, no se monta en una semana.
Pues aquí ese párrafo resumido sigue siendo vigente. Tras la última parada en un almacén [creíamos que se dedicaba a los muebles y luego había de todo] donde tomamos otra cerveza aún más barata: era el comercio de un español, lástima que no pudiera comprar el whisky, más barato que el agua. Un rato maravilloso con aquella simpática colombiana; cuando nos marchábamos llegaría su hermana y su amiga. Charlas interesantes y el reloj que no se para, tras la visita al WC tocaba seguir ruta para llegar al navío.
Deambular una media hora más y salir de la zona libre, el sol cae como si fuera fuego, está en su cenit, no hay ni un árbol, pero a nuestra izquierda se abre una avenida con una frondosa arboleda central, no es la ruta recomendada, pero ante el abrasador astro rey, decidimos atajar para ver si logramos que la siguiente calle tenga árboles, hay suerte y doblamos, al final se perfila la terminal marítima, media hora y ya estamos fuera de la cuadrícula. Nos damos una vuelta para inmortalizar la zona y, sorpresa, nos están protegiendo y ni nos habíamos dado cuenta, dos policías, a prudente distancia, montados en su bicicleta, decidieron seguir a los extranjeros que estaban donde no debían estar. Cuando estamos en territorio portuario simplemente se dan la vuelta y suponemos que a buscar a otros que también se han atrevido a desafiar el consejo.
Ya en ese territorio que teóricamente te protege, tocaba buscar los lavabos, poco más se puede hacer que no sea comprar, los precios están realmente reventados pero no me interesa nada a pesar de ello pregunto ¿Un receptor de onda corta? Y me enseñan unos minis, tipo cajetillas de tabaco, por 5$ para la FM y poco más. El lamento de la vendedora porque ya no llegan receptores de ese tipo y ahora me explico el por qué tantos colegas acaban comprando on-line ese bien de consumo que, por lo visto, cada vez se lleva menos. Unas veces los receptores se morían de risa y el vendedor tenía un inmovilizado meses y meses, otras le decías Onda Corta ¿Y eso qué es? Con el avasallador panorama de las nuevas tecnologías la radio en ese espectro prácticamente desapareció y, la FM es cualquier cosa, menos la radio que disfrutamos entre los 70 y los 90. Por lo visto la época dorada de la radio española fue anterior, pero esa ya prácticamente ni la viví, aunque la onda corta y la radiodifusión internacional la venía escuchando desde niño.
Así que tras esa última tentativa, tocaba regresar al camarote, quitarse el sudor del cuerpo y esperar soltar amarras hacia las diez de la noche: la hilera de navíos esperando cruzar el Canal era inmensa, creo que estuvimos casi dos horas en cubierta alejándonos de Colón y en busca de la derrota que permitiría enfilar hacia el norte. Digamos que la noche tropical estaba hermosa y la suave brisa invitaba a permanecer en ese espectacular lugar en la parte más alta del monstruo del mar, era el regalo que nos encontramos tras haber finalizado el espectáculo del teatro de cada noche, seguramente la más concurrida a esa altura del periplo.
Colón es totalmente prescindible, salvo si uno desea hacer la excursión por el Canal y sus múltiples posibilidades. Entonces, es evidente, la escala merece la pena, el visitante ni se dará cuenta de lo que es la ciudad. Llegados aquí suele ser mucho más ventajoso negociar con los taxistas del lugar, un viaje para cuatro personas puede significar un coste de una excursión comprada en el barco. Resultado, esas cuatro personas se estarían repartiendo más de 300$ de diferencia a poco que se haya negociado bien. Cada uno tiene que evaluar riesgos y precios, después de todo la “diosa pasta no cae del cielo y conviene estirarla al máximo. ¡Hasta la vista!
-Muchas gracias, Juan, por haber compartido este interesante relato que, pese a todo, incentiva las ganas de viajar. ¡Cuídate mucho, amigo, un fuerte abrazo y ¡Hasta la próxima!