Domingo 25 de agosto

-Bueno, amigos, el último domingo de agosto para mí es siempre diferente porque pone punto final a las vacaciones, a la libertad, al buen tiempo y a un sin fin de cosas que me hacen sentir melancolía. Además, para los que somos profesores, el primero de septiembre arranca el nuevo curso escolar. Todo pasa, pero lo importante, digo yo, es disfrutar plenamente del tiempo libre y atesorar cuantos más recuerdos imborrables.

Victoria Sepciu, 25.08.2019, 06:33

-Bueno, amigos, el último domingo de agosto para mí es siempre diferente porque pone punto final a las vacaciones, a la libertad, al buen tiempo y a un sin fin de cosas que me hacen sentir melancolía. Además, para los que somos profesores, el primero de septiembre arranca el nuevo curso escolar. Todo pasa, pero lo importante, digo yo, es disfrutar plenamente del tiempo libre y atesorar cuantos más recuerdos imborrables.

Miguel Ramón Bauset de Alboraya-Valencia-España, amigo y constante colaborador nuestro, él también profesor, parece haber experimentado sentimientos semejantes, pues estos días escribió un material titulado EL OCASO DE UN VERANO que quiso compartir con nosotros.

El verano, esa estación que tantos esperan con las puertas abiertas, se está marchando haciendo de las suyas, dejando la herencia de esos días soporíferos en los que sólo algunos reptiles disfrutan de estar tumbados al rey sol y recibir una dosis de vitaminas. O también los que visitan a diario las playas para tostarse y lucir sus cuerpos morenos a la vuelta. Los días son extensos, se pueden hacer más cosas que en el resto del año porque la inmensa mayoría está de vacaciones y parece como si el reloj no existiera. En muchos lugares ni se descansa de noche por ese efecto de las temperaturas altas y la humedad. Calor que muchos piensan cada año se supera en temperaturas y duración.

Y claro ventiladores y aparatos de aire acondicionado alcanzan los superventas, unido después a los elevados consumos eléctricos a fin de mes. Es la realidad, pues hay que poder respirar también.

Recuerdo un tanto irónico, hace unos años, un viaje en el que, tras descender de un avión nos recogió un bus para llevarnos a la terminal. Y precisamente ese bus tenía el aire acondicionado estropeado. Sus ocupantes iban tanto de pie como sentados, vaya, como sardinas en lata que se suele decir. Dentro se cocía un ambiente francamente de alto voltaje calorífico. Y aquello no se movía. Faltaban dos pasajeros. Esperamos cinco minutos. El calor era tal que pasó a convertirse en sudor, de tal intensidad que recorría el cuerpo de norte a sur, de arriba abajo. Un poco difícil de describir ese momento. La ropa, luego, al llegar a los hoteles respectivos, aparte de oler a todo menos a colonia, iba chorreando, y difícilmente pudimos pasar los controles de pasaportes, aduana, y registro del hotel. Solicitamos en un santiamén la lavandería, donde pudo volver a la normalidad rodeada de jabones, suavizantes y buenos secados del astro rey. Porque, ¿a quién se le ocurre enviar un autobús en plena canícula, sin ventanas ni aire artificial del fresco? Muchas reclamaciones después que pasaron al olvido, por supuesto. Más de uno con esta significativa operación, perdería algunos gramos de su esqueleto. Y lo recuerdo irónico ahora, pero en aquel entonces tenías ganas de salir de aquello cuanto antes.

La tarde caía, pero no el calor ¡sería demasiada suerte! Sin embargo, apetecía salir de casa, dar una vuelta en resumen. Y aquello se iba animando poco a poco. Las tiendas veían clientes, las terrazas no tenían demasiadas mesas libres y aún daba tiempo a coger el metro y hacer algunas compras en la capital, ir a ver una película o buscar un libro en una buena librería. La cuestión era buscar un lugar fresco con algo de interés particular.

Habían restringido el horario de los subterráneos por aquello de que viaja menos gente. Los pocos pasajeros aguardaban pacientemente su llegada. Dos bancos de cemento macizo daban cobijo a quien estuviera cansado. Una máquina de refrescos medio vacía andaba estropeada y engullía moneda tras moneda desilusionando a quien se le acercaba en busca de aplacar su sed.

Los letreros luminosos señalaban un ligero retraso sin especificar motivos. La gente consultaba su reloj o miraba el celular. Seguía la paciencia. Entre los que esperaban, varios personajes, un matrimonio mayor, un joven con patinete, tres italianos, varios amigos de la mochila y otros más dispersos en el lejano andén donde cabían holgadamente cinco coches.

La señora de la limpieza que prefería estas horas para desempeñar su tarea, anotaba en un modesto papel, que una papelera estaba defectuosa, para que sus superiores ordenaran su reparación o cambio. Estaba alegre porque oía música a través de un auricular consiguiendo un minutaje más llevadero.

Todo automatizado, como se lleva ahora. Ningún personal de la empresa. Si tiene algún problema, busque y utilice el teléfono interior.

Nadie conversaba. Nadie leía. Todo el mundo sudoroso y la mayoría con el móvil en la mano, muchos de ellos escribían sus mensajes con una celeridad pasmosa.

En los amplios ventanales del acceso seguía la luz exterior. Se marchaba el sol y ninguna nube en el azulado cielo. Se asomaban ya los faros del metro y alguien bajaba corriendo la casi treintena de escalones para no perderlo. Veinte minutos en esta época, con tan poco movimiento, se hacen eternos.

Y llegó el metro, el tan ansiado metro que en 12 minutos llegará al centro de la ciudad. En su interior un señor aire acondicionado y no demasiados pasajeros.

Cinco estaciones y habrán llegado a su objetivo, aunque el tren seguirá hasta el aeropuerto con algunas maletas que volarán a diferentes destinos.

Es verano y lo será hasta dentro de un mes. Pero el fin de la mayoría de vacaciones y el comienzo de la vida escolar marcarán casi su ocaso… aunque doña calor, que no conoce estaciones como tales, seguirá todavía hasta que la aparición de las lluvias o la mayor duración de la noche le hagan emigrar a otras latitudes dejándonos al menos dormir en paz.

MIGUEL RAMÓN BAUSET RRI 21.08.19

-Muchísimas gracias, Miguel, por compartir tus pensamientos y vivencias en estas bonitas “estampas de la vida”. Te deseo a ti y a todos nuestros amigos, maestros y profesores, que tengáis un buen comienzo de curso, valor y paciencia para hacer frente a todos los retos de la profesión docente. Un gran abrazo, amigos, y ¡Hasta pronto!

Sandra Graciela Espósito y Norman A Trench de Villa Alpina-Córdoba-Argentina, reanudan el contacto con nosotros para enviar sus buenos deseos y compartir sus noticias: Nosotros por nuestro lado, esperando a que cambien las frecuencias de invierno a verano. Fue imposible tener una buena escucha en este período de verano vuestro.

No estamos tampoco escuchando radio local, salvo algo con música o mi programa favorito que lo transmiten desde Buenos Aires de Alejandro Dolina, que se ríe un poco de la «zonzera» humana y cuenta crónicas históricas, que es lo que más me gusta.

Cuando hacemos algún viaje largo, siempre nos acompaña la música rumana, que parece ir con la velocidad….

Este correo es sólo para decirte que no los olvidamos y que a pesar de dificultades varias que no nos permiten escucharlos por ahora vía online, te repito: esperamos a que nuestro verano austral lo permita…

-Muchas gracias, Sandra y Norman, por recordarnos, por el aprecio y el cariño que nos tenéis. A mi turno, os mando un fuerte abrazo a la distancia y mis mejores votos. ¡Hasta la próxima!

Juan Carlos Gil Mongio de Zaragoza/España, se pone en contacto con nosotros para enviar sus informes de escucha. Agradezco a RRI su permanencia en la onda corta, escribe Juan Carlos, en estos tiempos de crisis económica en que las circunstancias han retirado a muchas otras emisoras de las ondas. Además, hay que agradecer el magnífico trabajo realizado a diario tanto en lo relativo a contenidos como a la calidad técnica de las emisiones.En particular, con el paso a las frecuencias de verano, la fuerza de la señal es como la de las emisoras locales incluso sintonizando con antena telescópica en el interior de mi vivienda en una gran ciudad.

Soy aficionado a coleccionar sellos de correos y monedas, por eso dedico parte de mi tiempo libre a ver sellos de muchos países en Internet. Personalmente, me gustan mucho los sellos rumanos porque tienen diseños e imágenes muy bonitos que abarcan todos los temas posibles.Pero lo que más me gusta es que son frecuentes emisiones de sellos con aspecto “antiguo”, es decir, se emiten sellos que parecen de los años 70. Podéis imaginar el placer que supone para mí recibir vuestras cartas, con preciosas QSLs y magníficos sellos postales. Sois la única emisora de la que recibo cartas con sellos, eso es algo que nunca agradeceré lo suficiente. Algunos de vuestros sobres son tan bonitos que me da pena abrirlos.Y, hablando de pena, a veces alguno de los sellos se deteriora en el trayecto. Recibir una carta así, con un sello doblado o parcialmente roto, me produce un dolor casi físico.

-Bueno, Juan Carlos, me alegra mucho que te gusten tanto nuestros envíos y que sigas escuchando nuestros programas con sumo interés. Muchas gracias, amigo, por colaborar con nosotros regularmente. A mi turno te envío un afectuoso saludo a la distancia y será ¡hasta la próxima!

Luis Camarillo reside en El Paso TX y está interesado en cartearse con personas de todo el mundo. Su dirección postal es:

3014 Monroe Ave, El Paso TX 79930, EE.UU.