Domingo 25 de marzo
Cartas de la semana
Victoria Sepciu, 26.03.2018, 05:28
Primero, amigos, os quiero decir que aquí, pese a que el marzo es considerado el primer mes de primavera, el ambiente general ha sido de auténtico invierno: llovizna, nieve, ventisca han sido sus elementos principales y de aquí las temperaturas muy bajas para este período. De modo que Rumanía se ha vuelto a enfrentar a unos días muy caprichosos desde el punto de vista meteorológico y con temperaturas que han bajado entre 10 y 15 grados centígrados. La lluvia engelante ha causado la aparición de hielo, especialmente en el sureste del país, y ha trastornado todas las vías de transporte.
Con esto, queridos oyentes, paso a contestar la correspondencia de hoy y empiezo por el material especial que escribió para este programa Miguel Ramón Bauset de Alboraya/Valencia, nuestro antiguo amigo y constante colaborador. Es una bonita y personal descripción de una “tarde invernal” que encaja perfectamente en el ambiente atípico de estos días.
“Parecía que mi amigo el sol volvía a adueñarse estos días de ese azulado cielo que tanto nos distingue, escribe Miguel, y mis amigas las nubes comenzaban a disiparse en busca de otros territorios a los que dejar caer sus gotas viajeras. Parecía que las temperaturas iban a subir unos grados y nos iban a invitar a ir guardando en el armario esas ropas que nos han acompañado para resguardarnos del frio y salvarnos de resfriados y gripes. Parecía que los días cortos, esos que anochece temprano y convierten a las noches en casi una eternidad, se despedían y dejaban paso a esas jornadas plenas de luz donde regresas a casa a muy tardía hora y debes de darte prisa porque al día siguiente hay que trabajar.
Parecía que con las horchaterías abiertas toda la gente acudiría a beber el rico tubérculo como en pleno verano. Parecía que aquello de las nieves en las montañas y vientos gélidos era cosa del pasado. Parecía que la cercana Pascua íbamos a ir al campo sin apenas problemas para ver si encontrábamos los huevos que nos ha dejado la liebre…
Pero, ya lo dice el sabio refrán español, “Hasta el 40 de Mayo, no te quites el sayo”, y aún estamos a mitad de marzo, o sea que nos queda un trecho largo donde la variabilidad del tiempo seguirá marcando nuestras vidas, como lo hace siempre, y, nos pasa a todos, saber el tiempo que hará mañana será nuestra mayor preocupación.
Hace una tarde mala, una tarde invernal lo mires por donde lo mires, recuerdo ese gran poema de Machado dedicado a la escuela donde refiere “Una tarde parda y fría.. “ y mi evocación me lleva a esos pueblos pequeños de montaña donde años atrás se pasaban incomunicados semanas y semanas, donde pasear por sus a veces estrechas calles es un arte; donde no encuentras a nadie la mayoría de las ocasiones; donde sus chimeneas compenetran el aroma a leña que generalmente les ofrece lumbre para sus ollas y el embutido de la más reciente matanza; donde esas hogazas de pan auténtico de pueblo traídas tal vez por el panadero que abastece a una contornada de lugares, no pasa más que una vez a la semana y les deja una docena de magdalenas o rollitos que termina de sacar de su horno antiguo que el frío le da lentitud para calentarse y empezar a trabajar; donde apenas los pájaros se pasean en busca de su pequeño alimento en ausencia de su delicioso trino; donde en ese grato paseo que no ves a nadie, se asoman por detrás de esos gruesos cristales, miradas que a pesar de su longeva edad saben cuidar de su pueblo, de su entorno, como el que más; donde en un día de los que hace bueno-así suelen llamarle- sirve de comentario entre unos y otros como una de las pocas noticias que por allí suceden; donde ese único bar que intenta dar vida al pueblo, y en el que hay un poquito de todo además de los encargos que son fundamentales, en un día como este se piensa si va a abrir o no, ya que las pocas almas que circulan no tienen intención de hacerle una visita; donde la iglesia que sólo tiene culto un domingo sí, y otro no, por la ausencia de curas, se prepara para recibir a las encantadoras cigüeñas en su campanario un tanto derrocado por las recientes lluvias y el viento que sopla de la sierra, pero que servirá de alegre refugio a esas señoras zancudas que ramita a ramita y pacientemente vuelo tras vuelo, van construyendo su hogar en busca de descendencia, y desde cuya amplitud observan la panorámica, un mirador que ya quisieran tener más de uno en su casa; donde esos pocos campos con cultivos esperan resucitar cuando el rey astro le dejen tranquilo estas perturbaciones tan pasajeras y abundantes por estas épocas; donde las plantas que cuidan tan generosamente los moradores, no se atreven a sonreír de encogidas que están ni siquiera cuando alguien decide pasar por su lado; donde las gallinas, cerditos, caballos, perros, gatos y demás fauna del lugar no dialogan, sólo duermen. Únicamente el gallo del tío Federico se atreve, a pesar del envejecimiento, de romper la hora cada mañana al clarear el alba; donde el pobre repartidor de frutas, verduras y otros alimentos decide adentrarse los jueves a media mañana a ver quién es el valiente que abriendo su puerta, saluda al frío y decide gastarse unos euritos para llevarse a casa unas provisiones…
Ese mismo pueblo que, como tantos otros, se llenará de vida en vacaciones y verano, al regresar oriundos del lugar y sus descendientes, a pasar unos días de descanso lejos del mundanal ruido y de la contaminación reinante.
Tarde de invierno fría, lluviosa y con el amigo viento haciendo de las suyas. Allí arriba, más allá de donde los pájaros de hierro circulan en busca de rutas y ciudades ofreciendo bellas vistas a sus pasajeros, las nubes intentan mostrar su grandeza a través de su acertada variedad clasificatoria, el sol, sin dormir ni estar cansando, va alumbrando y alumbrando sin cesar a este planeta azul, y Doña Lola se muestra en su ausencia nocturna, luminosa, radiante, guapa, y a veces pensativa. Cuando la miras en una de esas noches fantásticas te enseña sus montañas y te recuerda que allí, en su casa del universo rodeada de planetas y demás pobladores, dio la bienvenida un día no muy lejano, al hombre que fue a visitarla.
Miguel Ramón Bauset 19.3.18 / 1
-Muchísimas gracias, amigo Miguel, por habernos dedicado este cuadro impresionista de una tarde invernal, por volver a tu corazón literario para dar vida a cuanto te rodea y compartirlo tan generosamente. Un fuerte abrazo, amigo, y ¡Hasta siempre!
Desde Talagante/Chile, vengo en saludarlos en estas Fiestas de Navidad 2017, que reciban mucha salud, alegrías y bendiciones junto a sus familias y amistades, escribe nuestro amigo y constante colaborador Jorge Bustos Alarcón. Son los votos que Jorge escribió en una preciosísima tarjeta artesanal. Esta tarjeta, aclara este amigo, la adquirí en Feria de Adultos Mayores, en mi ciudad Talagante. Ahí había hermosas artesanías de estas personas que están agrupadas en varios clubes. La tarjeta se realizó en la Plaza de Talagante. En el otro sobre que nos llegó de Jorge hay una bonita postal de Patagonia y sus últimos informes de recepción.
-Muchísimas gracias, amigo Jorge, por enviarnos estos especiales regalos, verdaderas joyas de la artesanía tradicional de tu ciudad. Gracias por tus votos y por los últimos informes de recepción. A mi turno te mando un fuerte abrazo a la distancia y mis mejores deseos para este año. ¡Hasta pronto!