Cementerio alegre de Sapanta
El Cementerio Alegre, es un museo popular, original y verdadero de arte, único en el mundo.
Brigitta Pana, 23.01.2013, 19:03
Al nombrar Rumanía, de manera automática viene a la cabeza el nombre de Drácula y el castillo. Es un monumento rumano muy visitado y desde luego es una visita muy recomendable, pero hay otros sitios muy bonitos y son igual de macabros ya que hay un cementerio que es uno de los lugares más visitados del país por los turistas. La muerte y como se le rinde tributo en los diferentes países y culturas siempre ha sido un motivo de curiosidad, muchas veces por la forma macabra de sus rituales y en otras ocasiones por la decoración que se manifiesta en las sepulturas que convierten a los cementerios en atractivos puntos de interés artístico. Este último caso es el que se puede observar en Rumanía, con más exactitud en Sapanta, donde el Cimitirul Vesel, cuya traducción significa Cementerio Alegre exhibe una manera distinta, original y colorida de homenajear a los muertos. Aproximadamente 25 km de Vadu Izei por el camino local Sighet-Satu Mare, hay el pueblo de Sapanta, probablemente el lugar más conocido de la región de Maramures. El nombre de Sapanta es ligado a un objetivo extraordinario: El Cementerio Alegre, que es un museo popular, original y verdadero de arte, único en el mundo por su originalidad, ya que en lugar de lágrimas lo que provoca son sonrisas de aquellos que lo visitan. Se encuentra en Rumania, en la localidad de Sapanta, cerca de la frontera con Ucrania y ocupa el primer lugar entre los monumentos funerarios más visitados en Europa y el segundo del mundo, después del Valle de los Reyes, en Egipto. Se llega por una carretera por la que circulan carromatos tirados por bueyes y también vehículos que van al pueblo.
Hace 76 años que en la pequeña localidad rumana de Sapanta, la muerte dejó de afrontarse con el luto y la extrema sobriedad. Desde que en 1935 Stan Ioan Pătraş (1909-1977), artista oriundo, talló en madera la primera de las coloridas lápidas y cruces que pueblan el alegre cementerio de Sapanta, los lugareños perciben la muerte con mayor desenfado. Desde entonces, el camposanto ha acumulado unas 800 tumbas de este tipo y gracias a ellas Sapanta ha cobrado un cierto interés turístico.¿Pero, cuál es la peculiaridad de las lápidas del cementerio de Sapanta? ¿Qué patrón sigue su composición? Pues, todos los sepulcros están coronados con una cruz griega –hasta aquí todo muy tradicional–, muy llamativamente decorada con alegres colores y con una serie de adornos que le confieren un aspecto sobradamente barroco, aunque muy agradable a la vista. Bajo la cruz se dibuja una imagen del difunto en la que aparece realizando su oficio o alguna de sus actividades favoritas. Debajo de ella se deja un generoso espacio para redactar un epitafio en tono de broma o que invite a la reflexión y que describe con suave ironía las circunstancias en que el fallecido dejó de existir, por supuesto, siempre con el máximo respeto. El mismo Stan Ioan Pătraş quiso que lo venidero le recordase por esta breve biografía: cito sus palabras: “Desde que era un niño chico fui conocido como Stan Ioan Pătraş. Escuchadme, individuos: no hay mentiras en lo que voy a decir. A lo largo de toda mi vida intenté no hacer daño a nadie, sino que hice el bien cuanto pude a cualquiera que lo pidió. Oh, mi pobre mundo, porque fue duro vivir en él.”
En Sapanta, el espíritu nativo de los rumanos está todavía vivo. Ioan Stan Patras había compuesto y tallado su propia cruz, que ahora marca su tumba. La casa en la que el artista vivió y creó es ahora un pequeño museo, llamado por su nombre. La intención de Ioan fue de crear un lugar de celebración para los queridos. El acabó por crear una de las atracciones más visitadas en Rumania, así como un sitio verdaderamente extraordinario en el mundo. En el taller-museo, discípulos de Patras continúan haciendo cruces similares. Las cruces talladas y coloreadas reproducen las calidades y especialmente los defectos en la vida de los que se murieron.
Sapanta es una región protegida de muchas trasformaciones a lo largo del tiempo, conservando las tradiciones con una arquitectura característica, casi todo está hecho de madera esculpida que representa el mundo etnográfico de la zona de Maramures, iglesias, casas, puertas, porche, tejados…Así ha nacido una cultura insertada en las costumbres tradicionales religiosas de entierro, donde Ioan Stan Patras, esculpiendo en roble y pintando los cabezales de las tumbas en el cementerio del pueblo, ha dado un toque alegre también añadiendo poemas-textos que expresan los mejores momentos de la vida, calidades o defectos del difunto, hablando en primera persona. El cementerio ha llegado a ser una crónica de la comunidad local. Las estrofas acompañadoras con rimas sencillas son a veces líricas, a veces irónicas, pero siempre sinceras y nunca indulgentes.
Algunos de los Epitafios escritos en las cruces suenan así:
“Aquí descansa mi suegra, si hubiera vivido otro año más, yo ocuparía su lugar”
“Y otra cosa que mucho me gustaba era sentarme al calor de una taberna acompañado de un vaso de vino y una mujer siempre que fuera la mujer de otro.”
“Qué bien estoy en la tumba en el umbral de la iglesia. Tú también vendrás aquí”
“Arde en el infierno, maldito taxi que viniste de Sibiu. Con todo lo grande que es Rumanía. ¿No pudiste encontrar otro lugar donde pararte? ¿Tuvo que estar frente a mi casa, para matarme?”
También hay otros Epitafios graciosos para suegras, esposas, maridos:
«Señor, recíbela con la misma alegría con la que yo te la mando»
«Ya estás en el paraíso, y yo también»
«Aquí yaces y yaces bien, tú descansas y yo también»
«Tanta paz encuentres, como tranquilidad me dejas»
«Aquí yace mi mujer, fría como siempre»
«Aquí yace mi marido, al fin rígido» o
«Aquí te espero».