Actitudes xenófobas en Ditrau
Panaderos, sacerdotes, políticos locales o personas influyentes, se cuentan entre los protagonistas del conflicto registrado en un pueblo hasta hace poco anónimo, situado en el centro de Rumanía.
Bogdan Matei, 03.02.2020, 14:54
Una localidad del distrito de Harghita centra, desde hace varios días, la atención de los debates políticos, sociales y mediáticos alimentando sentimientos de frustración a nivel nacional.
En la capital, las autoridades tomaron posición tras la reacción vehemente de la comunidad local frente a la contratación por parte de los propietarios de una panadería de este pueblo de dos trabajadores oriundos de Sri Lanka. Los habitantes de dicho pueblo protestaron en la calle porque temían una invasión de migrantes que podrían imponerles su cultura poniendo en peligro su seguridad.
Los propietarios que alquilaron sus casas a los dos trabajadores han sido amenazados por los aldeanos furiosos que declaran que nunca comerán el pan preparado por estas personas de color. El dueño de la panadería ha decidido buscarles alojamiento fuera del pueblo anunciando que ambos empleados de Sri Lanka continuarán trabajando en sus puestos iniciales. Anteriormente, el mismo dueño se había referido a un posible traslado a otro cargo de los dos trabajadores para desactivar el conflicto pero incluso esta oferta fue rechazada por los habitantes del pueblo.
El sacerdote romano católico de Ditrau, que también se unió a las protestas, fue reprendido por sus superiores eclesiásticos mientras que el alcalde que había tratado de desactivar el conflicto tuvo una crisis y estalló en lágrimas. El asunto es incluso más extraño teniendo en cuenta que la quinta parte de la población de la aldea trabaja en el extranjero. Este horrible episodio de xenofobia, aparentemente banal, igual que otros tantos de Europa, desde Escandinavia hasta Sicilia, o desde Madrid hasta Moscú, tiene, en opinión de los comentaristas, significados mucho más profundos.
El presidente de la Academia Rumana, Ioan Aurel Pop, se ha referido a “exclusión, xenofobia y racismo”. El escenario del drama, el distrito de Harghita, forma parte al lado de Covasna y de una parte del distrito de Mures de la llamada región de Székely, la única en el país donde los étnicos húngaros son mayoritarios. Un enclave pobre y ultraconservador donde la población no habla el rumano y defiende la idea de autonomía de los Székely, aunque estos distritos reciben mucho más por encima de lo que producen. La cadenas de televisión de Hungría tienen el monopolio mediático en la zona y hay quien atribuye la actitud de los aldeanos de Ditrau al consecuente discurso antimigración del primer ministro húngaro Viktor Orban. Las mismas cadenas de televisión insisten en que los resentimientos de los habitantes de Ditrau no apuntan hacia los dos esrilanqueses, sino hacia el dueño de la panadería, también étnico húngaro ya que varios exempleados se quejaron de que habían sido tratados de manera inhumana y que les pagaba sólo el salario mínimo obligándoles sistemáticamente a prestar horas extras, sin remunerarles.
La titular del Trabajo, Violeta Alexandru, ha dispuesto el inicio de controles a la empresa acusada y la Policía ha abierto un caso criminal. Entretanto, el Consejo Nacional para Combatir la Discriminación, dirigido por otro étnico húngaro, Csaba Asztalos, se ha implicado también en el caso. El exvice primer ministro en el Gobierno rumano y exlíder de la Unión Democrática de Húngaros en Rumanía, principal formación política de minoría étnica, el escritor Marko Bela, lamenta “fallar la prueba porque solicitamos tolerancia para nosotros pero permitimos la intolerancia de nuestra comunidad”.