Domingo 28 de septiembre
Cartas de la semana
Victoria Sepciu, 30.09.2014, 15:10
– Salvador Lavín Carral nos escribe de nuevo desde Orejo-Cantabria/España para hacernos llegar sus últimos informes de recepción y una postal que invita a los interesados a visitar el stand de Brasil en la Feria Internacional de Turismo. Comenta asimismo Salvador que desde Orejo, el lugar en que él vive, a los Picos de Europa tiene unas dos horas de andar. “Allí se puede disfrutar de muy buenas cumbres –aprecia este amigo — pero no tenemos bosques como en los Cárpatos, pues aquí se taló mucho y no se plantó nada y ahora sufrimos los efectos. Yo salgo todos los domingos a la montaña”, agrega Salvador.
-Muchas gracias, amigo, por esta nueva colaboración y por tu pequeño comentario sobre las montañas. Es verdad que en Rumanía hay bastantes bosques, pero también es verdad que aquí también se talaron muchísimos y que lo siguen haciendo pese a que se habló mucho acerca de este tema y de los efectos nocivos sobre la naturaleza. Lamentablemente mucha gente se desinteresa de los asuntos ecológicos y otros lo aprovechan para sacar beneficios. Nada más por ahora, Salvador, a mi turno te mando un gran abrazo y un cariñoso saludo y será ¡Hasta la próxima!
–Julio Martínez Juan nos envía un saludo desde Valencia-España, una preciosa postal de su ciudad con la Plaza de Zaragoza y la famosa torre Miguelete y un informe de recepción.
-Muchísimas gracias, Julio, por escucharnos y por colaborar con nosotros y, sobre todo, por darnos la oportunidad de disfrutar el fantástico boletín que vienes realizando desde hace tantos años junto con Emilio y demás colaboradores. A mi turno, amigo, te mando un fortísimo abrazo y un afectuoso saludo y ¡Hasta pronto!
– Aumir Ferreira Fuzzi desde Pirapozinho/Brasil nos escribe de nuevo para hacernos llegar sus últimos informes de recepción y sus comentarios acerca de lo escuchado. Asimismo este amigo comenta que allí el invierno trajo temperaturas bastante altas y tal y cmo era de esperar el acontecimiento central fue el campeonato de fútbol que organizó su país.
-Primero, Aumir, te agradezco el interés que sigues manteniendo por nuestros programas y también la constante colaboración. Muchas gracias también por tus amenos comentarios y el afecto que nos tienes. A mi turno, amigo, te envío un afectuoso saludo a la distancia. ¡Hasta pronto!
– Sergio Fuentes Vásquez se pone nuevamente en contacto con nosotros desde Xilonichi-Calcahualco-Veracruz-México. Sergio nos envía sus saludos y nos comenta que escucha regularmente nuestras emisiones vía onda corta y que le gustan mucho nuestros programas. Adjunta este amigo un informe de recepción.
-Muchas gracias, Sergio, por este nuevo envío y por seguir sintonizando nuestros programas. A mi turno, amigo, te mando un gran abrazo junto con mis mejores deseos y me quedo a la espera de tus noticias ¡hasta pronto!
– Y ahora, queridos oyentes, como sé que este lunes 29 de septiembre la Iglesia Católica festeja a San Miguel Arcángel, el Jefe de los Ejércitos de Dios en las religiones judía, islámica y cristiana quisiera felicitar a todos nuestros oyentes que llevan este nombre, enviarles un fuerte abrazo junto con mis mejores votos e invitarles a que escuchen esta canción que les dedico con todo mi afecto.
– Maikel Viltrés Estrada nos manda cordiales saludos desde Campechuela-Granma-Cuba y nos comenta que su familia está bien, que la primavera les trajo muchas lluvias y que sigue escuchando RRI. Adjunta Maikel este amigo su último informe de recepción y una bonita postal de felicitación con motivo del día del padre.
-Muchas gracias, amigo, por volver a escribirnos, por la bonita postal y el informe de escucha que adjuntas. A mi turno te mando un gran abrazo y un afectuoso saludo a la distancia y me quedo a la espera de tus noticias. ¡Hasta la próxima!
– Además, Maikel desea encontrar nuevos amigos, sobre todo diexistas, en todo el mundo. Sus señas son: Maikel Viltres Estrada, Calle L, no.11, Ceiba Hueca, Campechuela-Granma 89210, Cuba.
– Nos escribe por primera vez Román Molina desde Camagüey-Cuba, Román comenta que supo de RRI por un amigo suyo quien le facilitó nuestra dirección porque sabía que estaba interesado en conocer nuevos amigos. Román tiene 48 años, le gusta leer, el cine, el teatro, el campismo, la música romántica y sentimental, la playa y sobre todo tener amigos.
Su dirección postal es: Román Molina, Apartado 2576, Camagüey 2 — 70700, Cuba.
– Hacia el ‘homo technologicus’, un interesante artículo que firma Joseba Elola en el País, Tecnología.
Delegamos cada vez más en la tecnología. Guía nuestros pasos, relaciones, trabajos. Y vamos externalizando capacidades. El ensayista Nicholas Carr alerta de los peligros de la revolución digital.
En la primavera del año 1995 el transatlántico Royal Majesty encalló, inesperadamente, en un banco de arena de la isla de Nantucket. A pesar de estar equipado con el más avanzado sistema de navegación del momento, hundió el morro en esta isla situada a 48 kilómetros de Cape Cod, Massachusetts, en Estados Unidos. Procedía de las islas Bermudas y se dirigía hacia Boston, con 1.500 pasajeros a bordo. La antena del GPS se soltó, el barco fue desviándose progresivamente de su trayectoria y ni el capitán ni la tripulación se dieron cuenta del problema. Un vigilante de guardia no avistó una importante boya junto a la que el barco debía pasar, y no informó: ¿cómo se va a equivocar la máquina? Afortunadamente, el accidente no produjo heridos.
El prestigioso ensayista norteamericano Nicholas Carr utiliza este episodio para ilustrar hasta qué punto hemos depositado nuestra fe en las nuevas tecnologías, que no siempre resultan infalibles.
En algunos casos, pueden arrastrarnos a lugares a los que no queríamos llegar.
En su nuevo libro, Atrapados: cómo las máquinas se apoderan de nuestras vidas -que publica Taurus esta semana-, Carr, de 55 años, explica que hemos caído en una excesiva automatización, proceso mediante el cual hemos externalizado parte de nuestras capacidades. La tecnología guía nuestras búsquedas de información, nuestra participación en la conversación de las redes, nuestras compras, nuestra búsqueda de amigos. Y nos descarga de labores pesadas.
Todo ello, poco a poco, nos conduce a lo que Carr denomina complacencia automatizada: confiamos en que la máquina lo resolverá todo, nos encomendamos a ella como si fuera todopoderosa, y dejamos nuestra atención a la deriva. A partir de ese momento, si surgen problemas, ya no sabemos cómo resolverlos.
La pequeña historia del Royal Majesty, de hecho, encierra toda una metáfora: hemos puesto el GPS y hemos perdido el rumbo.
Algo así es lo que nos viene a explicar el experto estadounidense: “Estamos embrujados por las tecnologías ingeniosas”, dice en conversación telefónica desde su casa en Boulder, Colorado, en las Montañas Rocosas. “Las adoptamos muy rápido porque pensamos que son cool o porque creemos que nos descargarán de trabajo; pero lleva tiempo darse cuenta de los peligros que encierran, y no nos paramos a pensar cómo estas herramientas cambian nuestro comportamiento, nuestra manera de actuar en el mundo”.
Las tecnologías nos están robando talentos que solo se desarrollan cuando se lucha duro por conseguir las cosas”
Este estudioso de las nuevas tecnologías, que en 2011 fue finalista del premio Pulitzer con su anterior obra, Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras vidas?, estima que la complacencia automatizada está mermando nuestras capacidades. Y usa un ejemplo bien sencillo: gracias a los correctores automáticos, hemos externalizado nuestras habilidades ortográficas. Cada vez escribimos peor. Desaprendemos.
“A medida que empresas como Facebook, Google, Twitter y Apple compiten más ferozmente por hacer las cosas por nosotros, para ganarse nuestra lealtad, el software tiende a apoderarse del esfuerzo que supone conseguir cualquier cosa”.
Pregunta: ¿Qué nos están robando las nuevas tecnologías?
Respuesta: Nos están robando el desarrollo de preciosas habilidades y talentos que solo se desarrollan cuando luchamos duro por las cosas. Cuanto más inmediata es la respuesta que nos da el software diciéndonos adónde ir o qué hacer, menos luchamos contra esos problemas, y menos aprendemos. Nos roba también nuestro compromiso con el mundo. Pasamos más tiempo socializando a través de la pantalla, como observadores. Reduce los talentos que desarrollamos y, por tanto, la satisfacción que se siente al desarrollarlos.
El discurso tecno-escéptico de Carr puede ser rebatido desde muchos flancos. No son pocas las voces que se alzarían diciendo que esas mismas tecnologías están permitiendo expandir la capacidad de comunicación de las gentes, las posibilidades de aprender o incluso de organizarse para cambiar las cosas y comprometerse con el mundo. El propio Carr matiza su discurso alabando las inmensas posibilidades que la red ofrece para acceder a información y comunicarse. Pero hay costes asociados.
Mantener la atención en el nuevo escenario tecnológico, de hecho, no es cosa fácil. Los estímulos y distracciones que almacenan los teléfonos inteligentes que acarreamos o las pantallas a las que estamos conectados nos impiden centrarnos. Nos hacen sobrevolar las cosas. Pasar de una otra, sin ton ni son, en un profundo viaje hacia la superficialidad.
Carr, que fue asesor editorial de la Enciclopedia Británica, sostiene que la automatización en la que nos hallamos inmersos conduce, además, a una sociedad con médicos de atención primaria que emplean entre un 25% y un 55% de su tiempo mirando a la pantalla en vez de prestar atención a la narración del paciente; a arquitectos que utilizan plantillas que propician uniformidad urbanística; y a financieros que delegan operaciones en la máquina que, cuando falla, pasa factura.
De hecho, ya se han empezado a dar pasos atrás en el proceso de automatización. El 4 de enero de 2013, la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos emitía un comunicado instando a las compañías aéreas norteamericanas a que incentivaran las operaciones de vuelo “manuales”. Las investigaciones sobre accidentes e incidentes en vuelo, explica Carr, indicaban que los pilotos se habían vuelto demasiado dependientes de la navegación automática.
La automatización supone, además, una amenaza para el empleo y convierte a los trabajadores en accesorios de la máquina, en ejecutores de labores cada vez más mecánicas, al externalizarse capacidades intelectuales. “Es muy triste. No solo supone una amenaza para el sustento de la gente, sino que nos convierte en observadores más que en actores. Nuestra experiencia y múltiples estudios psicológicos demuestran que implicarse es la forma de estar satisfecho en el trabajo”.
Este proceso se ve alimentado por una doble fuerza: por un lado, las empresas potencian la automatización en pro de la eficiencia y la cuenta de resultados. Y por otro, los trabajadores aceptan de buen grado estas tecnologías: “Nos inclinamos hacia ellas porque nos ofrecen la ilusión de que tendremos más tiempo libre”. Ahí está la trampa. “Muchos emprendedores e inversores de Silicon Valley nos dicen: ‘Esto mejorará nuestras vidas, nos liberará’. Esa retórica utópica esconde el hecho de que, en muchos casos, las tecnologías no están haciendo nuestras vidas mejores, ni nos están dando mejores trabajos o actividades, sino que están haciendo cada vez más ricos a los plutócratas de Silicon Valley”.
Carr, exdirector de la Harvard Business Review, rechaza que en este caso se trate del viejo miedo a la máquina de los tiempos de la Revolución Industrial: “Hay una gran diferencia: los ordenadores pueden hacer ahora muchos más tipos de trabajo: no solo se hacen con los de producción, mediante robots, sino que se hacen con los analíticos. Esta vez asistiremos a una pérdida neta de empleos”.
El ensayista norteamericano lleva su reflexión más allá. Existe, dice, una amenaza para nuestra libertad. “La gente hace amistades automatizadas por empresas como Facebook o Twitter, lo que supone que cada vez elabora menos sus propios pensamientos. El ordenador se apodera incluso de áreas íntimas de nuestra vida”.
Nos inclinamos hacia ellas porque nos ofrecen la ilusión de que tendremos más tiempo libre»
Carr, que rechaza ser calificado de tecnófobo, considera que el problema es que las máquinas están diseñadas por tecnólogos que solo están preocupados por saber hasta dónde es capaz de llegar la máquina, y no de qué modo puede ésta expandir nuestras capacidades. “Las innovaciones tecnológicas no se pueden parar. Pero podemos pedir que se designen dando prioridad al ser humano, ayudándonos a tener una vida plena en vez de apoderarse de nuestras capacidades”.