Domingo 21 de junio
-Aquí tuvimos una semana marcada por la inestabilidad atmosférica. Lluvias torrenciales y granizo, tormentas eléctricas y ráfagas de viento en casi todo el país. Los meteorólogos han emitido numerosas alertas por mal tiempo.
Victoria Sepciu, 21.06.2020, 05:50
-Aquí tuvimos una semana marcada por la inestabilidad atmosférica. Lluvias torrenciales y granizo, tormentas eléctricas y ráfagas de viento en casi todo el país. Los meteorólogos han emitido numerosas alertas por mal tiempo.
Cabe recordar que esta primavera, Rumanía se ha enfrentado a la sequía más grave registrada en la última mitad de siglo, seguida en mayo por tormentas, lluvias torrenciales y granizo. A este panorama desolador se han sumado los efectos de la pandemia de COVID-19, lo que hace que este año sea atípico. Será un año en el que la agricultura ya no podrá aportar mucho dinero al presupuesto público y en el que pierden tanto los productores como los granjeros y los comerciantes.
Ya hay importantes pérdidas en el caso de los cultivos de legumbres y cereales, árboles frutales y vid, así como en la apicultura, sector en que Rumanía ocupaba el cuarto lugar en Europa.
Luego, a partir del lunes, Rumanía ha entrado en una nueva etapa de relajación de las medidas contra la COVID-19. Así se ha reanudado la actividad de las tiendas ubicadas en el interior de los centros comerciales, excepto los restaurantes, las cafeterías u otros lugares públicos similares. Sólo pueden funcionar los que se encuentran en el exterior de los edificios, al aire libre, manteniendo los dos metros de distancia como mínimo entre las mesas y con un máximo de 4 personas que no son miembros de la misma familia por mesa. Las zonas de juego para niños, las salas de juegos y las salas de cine quedarán cerradas.
También a partir del lunes, aumenta a 6 el número de personas que no viven juntas y que pueden participar en actividades recreativas y deportivas desarrolladas al aire libre tales como ciclismo, senderismo, carrera, canotaje, escalada, caza, pesca y otras similares. En los acontecimientos privados desarrollados en espacios cerrados podrán participar un máximo de 20 personas y en los espacios abiertos 50 personas como máximo. A la vez, aumenta a 6 el número de personas que no pertenecen a la misma familia que pueden circular o formar grupos.
También se ha reanudado la actividad de las piscinas exteriores y los gimnasios con la obligación de respetar las normas de prevención establecidas.
A partir del lunes se pueden abrir también las unidades de tratamiento balneario. Asimismo, se permite el desarrollo de las actividades en las guarderías, jardines de infancia e instituciones extraescolares durante las vacaciones de verano, en ciertas condiciones.
La Compañía Nacional de Aeropuertos de Bucarest (CNAB) ha organizado el miércoles el evento ¡Todo estará bien!, que marca la reanudación de los vuelos después de la ruptura impuesta por la crisis global provocada por la pandemia. Se trata de los vuelos a Austria, Alemania y Suiza, además de los de la República Checa, Grecia, Portugal y los países nórdicos, que han vuelto a estar operativos un poco antes. El evento del miércoles también fue dedicado a celebrar el vuelo del primer avión concebido, realizado y pilotado en Rumanía por Aurel Vlaicu, el 17 de junio de 1910.
Aurel Vlaicu (1881- 1913) fue un ingeniero, inventor, constructor de aeronaves y piloto rumano, considerado uno de los pioneros de la aviación mundial.
Con esto veamos ya qué nos cuentan los amigos que se han puesto en contacto con nosotros: Un gusto saludarlos a la redacción de Radio Rumanía Internacional, escribe Luis Gerardo Pérez Loyola desde Valle de Chalco Solidaridad-México. Como ven, seguimos en la pandemia del Coronavirus, y ya no sabemos para cuándo termina por tanto encierro que ha sufrido el país y la necesidad de regresar a trabajar para recuperar la economía nacional.
-Muchas gracias, Luis, por contactar con nosotros como cada mes para saludarnos y compartir lo tuyo. Espero, amigo, que este difícil periodo finalice cuanto antes. Muchas gracias por todo, te mando un gran abrazo desde aquí y los mejores deseos. ¡Hasta la próxima!
Jorge Bustos Alarcón nos envía un gran abrazo de amistad desde Tocornal-Talagante/Chile, deseando que estemos muy bien de salud junto a nuestros seres queridos. Personalmente con mi familia bien de salud. Todos debemos cuidarnos y así evitar contagios. Siempre los jóvenes son muy porfiados, les cuesta acatar las disposiciones de la autoridad. Creen saberlo todo.
-Bueno, Jorge, te agradezco mucho tus siempre cálidas palabras y todo lo compartido, así como los datos de tus últimas escuchas. Espero que mejore la señal de onda corta y que vuelvas a escucharnos por esta vía. Un fuerte abrazo, amigo, y mis mejores deseos para ti y los tuyos. ¡hasta la próxima!
Seguimos con otro relato de viaje que lleva la firma de Juan Franco Crespo de Valls Tarragona/España. La propuesta de hoy: COLOMBIA: CARTAGENA DE INDIAS, EL ENCANTO DE UNA GEMA COLONIAL
Hacía décadas, quizá desde el momento que pisé territorio colombiano en los ochenta, que deseaba visitar esta ciudad, seguramente atrapado en el tiempo de la nostalgia, porque en su homónima murciana inicié mi largo período de servicio militar. Siempre me habían hablado de su flamante casco histórico, de la sensualidad de sus féminas y de su sofocante calor, pero nunca llegué a imaginar tanta hermosura arquitectónica que me devolviera a un pasado común y que con tanta pasión y mimo atesoran, para solaz y disfrute, no sólo de los viajeros colombianos, sino de los varios centenares de miles que año tras año llegan a ella. El que quiera rascacielos y lujo, allí también los tiene, pero no era ese precisamente mi interés por la ciudad marinera y soleada del norte colombiano, digamos también que puede ser la puerta para otros mundos no siempre a nuestro alcance, entre ellos las coquetas y casi desconocidas islas de San Andrés y Providencia…
Nada más dejar atrás el barco, uno queda sorprendido por la zona de la Terminal marítima: todo un zoológico al aire libre con una buena colonia de aves multicolores, por lo tanto mejor llevar cubierta la cabeza por aquello de los bombardeos aéreos, porque sí, son preciosos, pero si te cae ¡Ozú, qué olor y qué compromiso! También encontraremos varios mamíferos y una vegetación que atempera el bochornoso calor tropical y ocultan la fealdad de unos cuantos depósitos de combustible. En esa frondosidad tienen tiendas de todo tipo y, tras abandonar esa parte comercial, centenares de taxis a la espera de los pasajeros que, en poco menos de diez minutos estás deambulando por una de las zonas coloniales más hermosas de América, algo que no te dejará indiferente si te pones a analizar la historia para concluir en la exclamación ¡cuánto hemos perdido!, y ahora sí que me voy a permitir citar unas líneas de Lonely Planet que lo dicen todo:
“Cartagena de Indias es la reina indiscutible de la costa caribeña; una ciudad de cuento de hadas rebosante de romances, leyendas y belleza exquisitamente conservada en un impresionante tramo de 13 kilómetros de muros coloniales con siglos de antigüedad. Su casco antiguo es Patrimonio Mundial, un laberinto de callejuelas adoquinadas, balcones cubiertos de buganvillas y vastas iglesias que proyectan sus sombras sobre las plazas.
Cartagena rivaliza con Ouro Preto (Brasil) y Cuzco (Perú) como destino colonial más fascinante y mejor conservado de toda Sudamérica, y lo cierto es que atrapa al visitante negándose a dejarlo partir.
¿Hay algo que añadir? Sí, por supuesto, la impresión del viajero, del pateador de sus callejuelas, animadísimas, por no decir abarrotadas de gente. Así que, tras tomar el taxi, en apenas diez minutos estaba entrando en el pasado que, entre otras cosas, nos pertenece a todos, puesto que somos lo que somos, gracias a esa etapa de la historia. El auto nos deja en el Centro de Convenciones –no se puede acceder con él al casco histórico- una larga explanada, preciosamente adornada con gigantescos árboles, a mano derecha el flamante Parque del Centenario que, al menos, de momento, refresca algo las altas temperaturas con que nos obsequia la ciudad.
Impresionan los muros, la entrada a ese precioso casco histórico que tantos asaltos padeció por parte de los ingleses. Los españoles del momento decidieron repelerlos y levantaron una serie de fuertes y otro tipo de defensas que serían vitales para su defensa. A reseñar el célebre asalto de 1741 de Edward Vernon, acabó derrotado por medio hombre –como lo catalogó Pérez Reverte- Blas de Lezo, el oficial que se alzó con la victoria, tenía una pierna, un brazo y un ojo: con el 10% de lo que componía la flotilla británica, los acabó humillando y derrotando en un épico enfrentamiento que aún hoy levanta ampollas en las islas británicas. No hace muchos años querían bautizar un nuevo navío para los viajes polares a la Antártida, demócratas ellos, decidieron abrir una página para que la gente votara esa joya de la ingeniería naval que tenía que enfrentarse con los hielos del continente blanco. Como resultado de esa gansada, alguien sugirió el nombre de Blas de Lezo, cuando quisieron darse cuenta del “despegue de medio hombre, algo que les llevaba a recordar aquella vergonzosa derrota de la Royal Navy siglos atrás y les volvía a humillar, la página fue bloqueada y el bochorno se trató de borrar, que no olvidar. A nuestro héroe lo encontramos inmortalizado en el castillo de San Felipe de Barajas ubicado a una media hora de caminata del parque que antes citaba. Si va por Cádiz, ahí, en el mismo puerto gaditano, cerca de la zona de atraque de los barcos, hay un paseo con otra escultura y de la que no siempre la gente sabe lo que representa. Un gran hombre, un gran oficial, un gran héroe que contrasta con lo que ahora mismo nos encontramos en este estadio del COVID donde, la felonía y la chabacanería, es lo que más prima en la empalagosa y ególatra propaganda de nuestros políticos, cada uno continuando su milonga.
Pasear ese casco histórico es una de esas evocadoras delicias que no te puedes dejar de lado: historiadores y marinos no quedarán defraudados y el salitre caribeño aún les acabará llevando a su olfato olores que creían totalmente olvidados, sólo falta finalizar con unas buenas viandas y disfrutar de su marisco en alguno de sus encantadores restaurantes, mejor si se complementa con alguna de las fechas en que la ciudad se desborda, para ello nada mejor que visitar la página oficial de su municipalidad.
Nada más pasar la muralla -¡qué fresquito hay en su interior!- te encuentras la estatua de su fundador Pedro de Heredia que, en 1533, se instaló en lo que había sido el asentamiento de Calamarí; es el punto de partida, de descubrimiento, el lugar donde se mezclan los grupos, las cartageneras con sus vistosos y multicolores trajes buscando unos dólares por la foto y todo un abigarrado mundo se abre en esa triangular plaza. Es un deleite para los sentidos, sobre todo para el olfato y la vista. ¡Cuánta belleza y cuánta simpatía! El callejero, bastante evocador, me devuelve a una historia común que cuatro jenízaros –de aquí y de allí, no lo olvidemos- quieren hacernos olvidar. ¡Cuánta insensatez y cuánta hipocresía!
Seguimos deambulando, recordando, disfrutando de ese espléndido casco histórico, tan primorosamente conservado, sobre la historia, basta una buena enciclopedia y, si me lo permiten, cualquier material grabado que haya colgado en Youtube sobre la ciudad, para hacerse una idea de lo que estamos hablando, otra buena opción son las páginas oficiales de la ciudad.
Por lo tanto voy a lo que podemos ver y disfrutar, hay para varias semanas, si además quieres saborearla en su tipismo y su gastronomía, entonces puede que acabes siendo atrapado por su encanto y no quieras partir.
Las diferentes iglesias, evidentemente de aquella esplendorosa e inigualable etapa colonial, algunas son verdaderos museos en sí mismas, si el tiempo es justo, lo mejor es ir provisto de plano y encarar ese reto directamente; personalmente tomo el callejear como un placer que te hace descubrir infinidad de rincones que de otra manera pasan desapercibidos. En Cartagena, además, tienes el incentivo del idioma que es una delicia cuando entablas charla con sus gentes, fáciles de abordar y tremendamente agradables en su trato.
Tenemos infinidad de cosas que merecen la pena, porque todo el recinto es un condensado capítulo de la historia; de museo, ya que no hay tiempo para recorrerlos todos, así que, por motivos de temperatura, entré en el coqueto y gratuito Museo del Oro y la Arqueología que está cerca de la Iglesia de San Pedro Claver. Un paseo por la Avenida Santander nos llevará hasta el monumento y de allí a la Avenida Blas de Lezo que automáticamente nos reconducirá por la muralla que da a la Bahía de las Ánimas, casi frente al Centro de Convenciones, que es donde nos dejaba el taxi. Volviendo al circuito de edificios emblemáticos y bellos de cada uno de sus rincones: San Juan de Dios, Las Damas, Amargura, Inquisición, Del Estanco, Don Sancho, La Soledad o Del Porvenir, por citar algunas de sus calles que se presentaban como si las hubieran engalanado para pasar revista.
Si queda tiempo, entonces en sus alrededores tenemos varios puntos que nos interesan por su construcción española. Me viene a la memoria un trabajo de mi licenciatura que fue precisamente sobre las fortificaciones españolas en el Nuevo Mundo, tuvo una excelente nota aquel año de principios de los noventa, y nunca le habían propuesto los alumnos a la profesora, por lo visto siempre se centraban en los personajes protagonistas de aquella etapa de nuestra historia. Quedó tan sorprendida cuando le propuse el tema que, de entrada, me advirtió: no dispongo de bibliografía sobre el tema, así que navegarás “solo y fue uno de esos retos que no se olvidan, por el placer de montar casi una tesis y por la sorpresa en la nota que recibí.
Tenemos el famoso e impenetrable San Felipe de Barajas donde está la escultura de nuestro héroe y marino, se inició en 1657 en la cima de San Lázaro –desde allí tenemos una fantástica panorámica de la moderna ciudad- nunca lograron penetrar en la fortaleza, ni la armada británica ni sus temibles piratas; es una de tantas grandes obras de la arquitectura militar de su tiempo. El Fuerte de San Sebastián del Pastelillo, camino de la Terminal Marítima Internacional también merece la pena. Si aún quedó tiempo, no resultará difícil encontrar otros lugares para disfrutar, hay numerosas islas, restos coloniales y atractivos que nos podrían tener ocupados durante semanas, en el tiempo de mi estancia la situación era tranquila y había mucha policía patrullando por el casco histórico. Eso sí, los vendedores que tratan de sobrevivir, te molestan y venden lo inimaginable. Atención a los cambistas callejeros, no andar por lugares poco transitados y siempre atentos a nuestras cosas porque al menor descuido pueden “volar y amargarnos, sobre todo por la documentación. Si no es imprescindible, no llevar nunca encima más de lo que uno puede gastarse y guardar el resto en la caja del hotel, el pasaporte puede ser una fotocopia o directamente cargarlo en el móvil.
Recuerde que Cartagena es una gema que merece la pena conocer, pero no es la única que tiene Colombia que podríamos decir ha sido bendecida por la naturaleza, cualquier viaje por allá hay que aprovecharlo y abarcar al máximo. Motivos no le faltan y una de esas joyas está cerca de la capital, Bogotá, se trata de la impresionante catedral de las profundidades ubicada en Zipaquirá, se sigue extrayendo sal, pero esa obra bajo el suelo no deja de estremecer al visitante. El camino hacia las profanidades está montado como el Vía Crucis, los domingos la multitudinaria misa subterránea puede sorprender a los europeos que han visto vaciarse las iglesias, allí está mucho más que concurrida e impresiona el fervor de los feligreses. A unos quince kilómetros hay otra mina, mucho más modesta, pero más tranquila, pero ya no es la joya de Zipaquirá, aunque también tenga méritos más que suficientes para atraer a miles de personas todos los años.
Podríamos decir, simplemente: Colombia, mucho que ver y disfrutar con una gente maravillosa, hay que aprovechar ahora que parece tomar un sendero de menos violencia, aunque la guerrilla no esté totalmente desmontada, bien es cierto que el país es lo suficientemente grande como para poder recorrerlo sin tener que pensar en esa lacra que vistió de luto a miles de colombianos. Precaución y una mente abierta pueden deparar uno de esos míticos viajes que nunca olvidas, maravillosa Colombia.
-Muchas gracias, Juan, por haber compartido otro de tus amenos e interesantes relatos. Gracias también por los acertados consejos y las bonitas fotos que lo acompañan. Un gran abrazo y ¡Hasta pronto!