Las supersticiones de los rumanos
Unas vacaciones en el mundo de las aldeas te ofrecen la oportunidad de encontrarte con cautivadoras creencias populares.
Valeriu Radulian, 06.11.2013, 17:58
Unas vacaciones en el mundo de las aldeas te ofrecen la oportunidad de encontrarte con cautivadoras creencias populares. Junto a los días de fiesta del Santo patrono de cada iglesia, a las fiestas campesinas o a las ferias anuales, muchas de estas supersticiones y prácticas antiguas son festejadas con mucha pompa y siempre estarán invitados a tomar parte en ellas.
La creencia popular dice que, el día del 24 de junio, alrededor del solsticio de verano, las plantas tienen el mayor poder para curar y quien las recoge tendrá buena suerte y gozará de buena salud durante todo el año. Es la fiesta que, celebrada a mediados del verano, en Muntenia y en Dobrogea se llama «Drăgaică», y en Transilvania, Moldavia y Oltenia — «Sânziene». Ambas denominaciones vienen de una planta con flores amarillas, que crece en claros de bosque y en calveros, en las llanuras, pero también en las regiones montañosas. La flor de «sânziana» o de «drăgaica» se pone, en forma de corona, tanto en las puertas, para alejar el mal y para el recuerdo de los muertos, como en los cuernos de las vacas, para alejar las almas en pena y cualquier espíritu malo.
El agua juega un papel muy importante en la vida de los rumanos. La rociada con agua es común para varios rituales. Una de las más hermosas costumbres se celebra el 6 de enero, el día de Reyes — cuando se celebra el bautismo de Jesucristo. El agua es sanctificada en la iglesia, durante una ceremonia impresionante. El cura va luego a cada casa, rociando las paredes, igual que los establos del ganado, con un ramo de albahaca mojado en este agua, llamada «aghiazmă» (agua bendita). Es una antigua costumbre que, el día de Reyes, los curas tiren una cruz de madera en un agua corriente — en algún río, en el Danubio o incluso en el Mar Negro. Luego, los jóvenes saltan al agua y compiten para llegar los primeros a la cruz y traérsela al cura.
Los árboles también ocupan un lugar especial dentro del universo de las creencias rumanas. El abeto acompaña la ceremonia de la boda y la de los funerales; los que mueren jóvenes tienen una canción ceremonial, en la que se dice que el abeto abre sus ramas para llevar al hombre al otro mundo…
Los rumanos aman el albahaca, esa planta a la que consideran sagrada, poniéndola en sus casas, en sus iconos y en sus ventanas, llevándola en ramos de flores a la iglesia. Si quieres tener buena suerte, hay que tener albahaca contigo. Las chicas se la ponen en las trenzas; si la sacan de la bandera de la iglesia, se dice que tienen la oportunidad de gustar mas a los chicos y de casarse pronto.
El día 14 de septiembre, los rumanos celebran El Día de la Cruz. La creencia popular dice que las frutas y las plantas recogidas este día tienen la capacidad de curar cualquier enfermedad. El Día de la Cruz marca el comienzo de la recolección de uvas, santificándose la vid, pero también las bodegas en las que se guardarán los barriles con vino.
El día 30 de noviembre se celebra el día de San Andrés. Este día, las chicas cocían una tortilla (pan) especial y se la comían con emoción, porque en la noche, al soñar, tendrá el don de hacer aparecer a los que llegarán a ser sus esposos. El 30 de noviembre era nombrado por los campesinos «El día del Lobo», animal al que los dacios, los antepasados de los rumanos, adoraban de una manera muy especial. Llegaba el momento cuando su nuca inmóvil se movía, cuando la astuta fiera cobraba una desenvoltura extraña, en un impulso descontrolado de lanzarse encima del ganado y de los hombres. El que era mordido por el lobo el día de San Andrés — como dice la superstición — se transforma en un espíritu maligno, mitad hombre, mitad animal. Para cuidarte, utilizabas el poder del ajo; debías untarte todo el cuerpo con él, luego untar las puertas, el picaporte, las ventanas de la casa y los establos del ganado…