La Embajada de México en Bucarest informa
El pasado 20 de junio tuvo lugar una ceremonia de reconocimiento a los niños rumanos que hace medio siglo participaron en el Festival Mundial de Pintura Infantil que se desarrolló en el marco del Programa Cultural de los Juegos Olímpicos de México 1968.
România Internațional, 21.06.2018, 11:55
La Embajada de México en Rumanía informa que el pasado 20 de junio tuvo lugar, en la sede del Comité Olímpico y Deportivo Rumano, una ceremonia de reconocimiento a los niños rumanos, hoy adultos, que hace medio siglo participaron en el Festival Mundial de Pintura Infantil, Un Mundo de Amistad, que se desarrolló en el marco del Programa Cultural de los Juegos Olímpicos de México 1968.
El citado evento fue resultado de la iniciativa de una organización de la sociedad civil de México que buscó el reencuentro con los autores de los dibujos, con el fin de rendirles homenaje y reconocer su contribución en el Programa Cultural de los Juegos Olímpicos. Gracias al esfuerzo conjunto de la Embajada y el Ministerio de Educación Nacional de Rumanía, se pudo localizar a cuatro de los ocho participantes rumanos, los cuales fueron homenajeados en una ceremonia oficial.
Con motivo de dicha festividad, el Embajador de México en Bucarest, el Excelentísimo Sr. Guillermo Ordorica, pronunció un discurso que agregamos en lo que sigue.
“Han pasado ya cinco décadas desde que mi país fue anfitrión de esa importante justa deportiva, que cada cuatro años brinda a todos los países del mundo la oportunidad para hacer a un lado las diferencias y encontrarse en los senderos de paz, que sólo el deporte es capaz de construir.
Los Juegos de México 68 fueron los primeros en efectuarse en América Latina; fueron también los primeros en los que una mujer, la atleta mexicana Enriqueta Basilio, encendió el pebetero olímpico durante la ceremonia inaugural que tuvo lugar en el estadio de Ciudad Universitaria.
A este inédito gesto, precursor del compromiso de mi país con los temas de género, seguirían otros que harían de México 68 hito del deporte universal y parteaguas de paz, amistad y solidaridad en los tiempos de la Guerra Fría.
La XIX Olimpiada moderna fue relevante. Desde la óptica deportiva fue pionera en la aplicación de pruebas antidopaje, en la utilización en la pista de atletismo del revestimiento sintético llamado tartán y también pionera en el photo finish para designar a los triunfadores en pruebas donde el ojo humano no lo puede hacer.
De igual manera, las técnicas y materiales utilizados para la edificación del Palacio de los Deportes, la Alberca y Velódromo Olímpicos son desde entonces referentes de la afamada arquitectura mexicana.
A ello hay que agregar la originalidad e iniciativa del Comité Organizador, que en paralelo a las competencias atléticas, realizó la denominada Olimpiada Cultural, en la que 97 países participaron por primera ocasión en un ambicioso programa de exhibiciones y eventos estéticos de calidad mundial.
Todo esto, que es parte del patrimonio histórico de México y del mundo, ocurrió en momentos sensibles para la comunidad internacional, cuando el conflicto Este-Oeste y sus sombras ideológicas acechaban diversas regiones del planeta.
En este convulso entorno, México, país comprometido con el Derecho Internacional y el fortalecimiento de la paz, hizo de estos Juegos una fiesta universal.
La Olimpiada Cultural convocó el talento y creatividad de artistas de países participantes, quienes plasmaron su obra en monumentos arquitectónicos originales que se construyeron en la avenida Periférico, en la desde entonces denominada “Ruta de la Amistad.
Este testimonio se mantiene ahí, como testigo silente de la capacidad del deporte y del movimiento olímpico para celebrar lo mucho que une al género humano, sin importar credos, idiomas, color de piel o regímenes políticos.
Como parte de la Olimpiada Cultural, el Comité Organizador invitó también a niños de las naciones asistentes a realizar dibujos sobre la justa olímpica. Se recibieron entonces más de 1,800 dibujos, que tuvieron como divisa común la paz y la armonía entre todos los pueblos del orbe.
Todos esos dibujos adornaron las principales avenidas de la Ciudad de México, y los miles de turistas que nos visitaron entonces pudieron admirarlos y reconocer en ellos la ingenuidad, sencillez y buena fe que guía a los niños y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Para sorpresa de todos, hoy, en el complejo y esperanzador nacimiento del nuevo siglo, un grupo de ciudadanos mexicanos que integran la asociación civil “Patronato Ruta de la Amistad, se dieron a la tarea de volver a darle vida a esos dibujos infantiles.
Para ello, con el respaldo del Gobierno de la República, se instruyó a todas las representaciones diplomáticas de México en el mundo, a localizar en sus países de origen a estos niños, hoy adultos, cuya obra no se olvida y es motivo del mayor regocijo.
En el caso concreto de Rumania, país amigo y cercano al corazón de todos los mexicanos, encontramos con el valioso apoyo de sus autoridades a cuatro de los siete infantes dibujantes. De los tres restantes, uno ya falleció y los otros dos no pudieron acompañarnos.
De estos cuatro niños dibujantes, tenemos el placer de contar con la presencia de tres de ellos, Florentina Simion, Elena Cioclu y Petre Berbec, los tres residentes en Giurgiu, quienes atendieron a nuestro llamado con entusiasmo para revivir este emblemático momento.
La otra dibujante, Rodica Popescu, no pudo asistir a este evento por razones personales, pero en breve tendré el gusto de recibirla en la Embajada de México, donde le entregaré su respectivo reconocimiento y reproducción pictórica.
Amigas y amigos:
Más adelante, en el marco del programa de este evento y como testimonio de que el espíritu olímpico de México no se agotó en 1968, entregaré a los ciudadanos rumanos Florentina Simión, Elena Cioclu y Petre Berbec el reconocimiento que les otorgan conjuntamente el Gobierno de México y el Patronato “Ruta de la Amistad.
Les entregaré también una reproducción de su dibujo, cuyo original está bajo resguardo en el archivo del memorable arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, quien fuera Presidente del Comité organizador de los Juegos Olímpicos México 1968.
Quiero aprovechar la ocasión para agradecer a un gran atleta rumano, a un campeón olímpico sensible y creativo, por el apoyo que nos ha brindado para efectuar este evento.
Expreso mi más profunda gratitud a Mihai Covaliu, Presidente del Comité Olímpico y Deportivo de Rumania, por su generosidad y compromiso con el deporte, como medio para fomentar una vida sana y estimular en las nuevas y viejas generaciones, un ánimo de competencia limpia en todos los ámbitos de la vida.
Estoy convencido de que el trabajo esmerado que Mihai realiza, permitirá a la vigorosa sociedad rumana hacer realidad los valores del movimiento olímpico: Citius, Altius, Fortius: “más rápido, más alto y más fuerte.
¡Enhorabuena y muchas felicidades!