Sociedad: ¿Gordo y guapo, pero sano?
Hay una expresión en rumano que se llama "gorda y bella" y que transmite una idea positiva sobre los kilos de más. Invocando esta expresión, algunos abuelos o padres ofrecen a sus hijos más comida de la necesaria y, a veces, de dudosa calidad, allanando el camino a la obesidad que luego vendrá acompañada, en la edad adulta, de diversos trastornos metabólicos. Actualmente, uno de cada tres niños en edad escolar tiene sobrepeso u obesidad. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí y, sobre todo, qué se puede hacer para combatir el fenómeno de la obesidad infantil?

Roxana Vasile, 26.03.2025, 13:00
En rumano, la expresión «gordo y guapo» se utiliza para inducir una idea positiva relacionada con los kilos de más. Al invocar esta expresión, algunos abuelos o padres dan a sus hijos más comida de la necesaria y a veces de dudosa calidad, allanando el camino a la obesidad, que más tarde vendrá acompañada de diversos trastornos metabólicos en la edad adulta.
Hoy en día, demasiados niños y jóvenes rumanos tienen sobrepeso o son obesos. Por grupos de edad escolar, las estadísticas muestran que el 32% de los niños y el 28% de las niñas de 7 a 9 años tienen sobrepeso. En el grupo de 11 a 15 años, 22 de cada 100 niños y 14 de cada 100 niñas también tienen sobrepeso.
Los expertos hablan de epidemia de obesidad, como declaró a Radio Rumanía la doctora Sandra Alexiu, presidenta de la Asociación de Médicos de Familia de Bucarest-Ilfov:
«Es una tendencia internacional y obviamente se debe a varios factores. Por un lado, creo que el más importante es decir que uno de los factores más importantes son los hábitos en el hogar. No olvidemos que la familia generalmente come en la mesa y, de alguna manera, las recetas y los hábitos se transmiten de generación en generación. Por lo tanto, quien ha empezado a cocinar de una manera y ha aprendido a cocinar de una manera, cocinará de esa manera y se lo enseñará a los que le siguen. Esto, por un lado. Por otro lado, por supuesto, tampoco podemos descuidar el componente genético. Pero el hecho de que los malos hábitos se aprendan desde la infancia también tiene su origen en algunas cuestiones culturales».
¿Por qué siempre hay zumo en casa? ¿Por qué papá o mamá compran caramelos todos los días? ¿Por qué tienen el armario lleno de cosas buenas? ¿Por qué dan a sus hijos empanadillas, rosquillas o les atiborran de menús de comida rápida? ¿No tienen tiempo de hacer huevos revueltos, pero les dan cereales con leche o pan con mermelada a primera hora de la mañana? ¿Saben los padres qué alimentos llevan sus hijos en la mochila? ¿Saben lo que compran en el quiosco que hay cerca del colegio? ¿Por qué los abuelos, cuando vienen de visita, traen sobre todo caramelos para sus hijos? Si algunos niños son obesos, la culpa es sobre todo de los adultos, ya que los pequeños son el reflejo de la educación que reciben, dicen los expertos. Sin embargo, con el tiempo, la ignorancia o la indiferencia de los adultos puede convertirse en una enfermedad para sus hijos, explica la doctora Sandra Alexiu:
«Obviamente, todo el mundo sabe que existe una relación entre la obesidad y el riesgo cardiovascular. Esto ya está demostrado. Por supuesto, estos niños empezarán a tener problemas de circulación a una edad temprana, tendrán problemas de dolores óseos y, probablemente, el impacto más importante sea sobre el sistema cardiovascular. Y es de esperar que en las generaciones actuales, en las que la obesidad es elevada, podamos esperar eventos cardiovasculares mucho antes. Me refiero al infarto de miocardio, que es probablemente lo más conocido y lo más grave que puede ocurrir en un paciente superviviente. Ya ha bajado mucho la edad, hay muchos infartos en gente joven, ocurrirán en niños cada vez más a menudo, precisamente por este fragelo».
¿Qué deben hacer los adultos? Por ejemplo, reducir el consumo de pan, patatas, arroz y cereales de los niños. Dejar de comprar zumos o batidos de frutas. Eliminar de casa todas las fuentes de azúcar y volver a la costumbre de hace más de 30-40 años de ir a la pastelería sólo una vez a la semana, un sábado o un domingo. Por último, pero no menos importante, ofrecer comida casera. Pero estos hábitos alimentarios no deben ser vistos por los niños como un castigo, afirma Sandra Alexiu, presidenta de la Asociación de Médicos de Familia de Bucarest-Ilfov:
«Los padres cometen un error, en primer lugar, porque no tienen en cuenta que con una persona en crecimiento, con un niño, hay que ocuparse de asegurarle una alimentación sana, no sólo para que crezca adecuadamente y tenga todo lo que necesita, todos los ingredientes que le ayuden a desarrollarse armónicamente, sino también para desarrollar la forma en que pensará y aplicará en su vida personal, más adelante, todos los principios de la nutrición. Es muy difícil poner a un niño a dieta. Muy, muy difícil. A un adulto le va mejor cuando tiene que hacer una dieta restrictiva. Un niño al que tienes que decirle: no puedes comer eso, le estás negando absolutamente todo lo que le ha llegado a gustar, cuando el resto de la familia está comiendo los alimentos equivocados, es muy difícil seguirle el ritmo. Los niños necesitan hacer más deporte, salir más al aire, moverse un poco más, que se les permita correr un poco más, aunque sigan haciéndose daño, ensuciándose. Es mucho más sano, en vez de tener todo tipo de restricciones y dietas para que miren por encima del hombro a los demás o acaben cogiendo de otros sitios, comprando en otros sitios o cogiendo de otras personas».
Los especialistas también dicen que no hay que atiborrar al niño: él sabrá cuándo ha comido suficiente. Hay que dejarle comer a su ritmo, no apresurarle para que termine lo que tiene en el plato. Una dieta completa no significa comer cereales, carne, pescado, huevos, productos lácteos, verduras, fruta…. sino todos ellos, pero a lo largo del día. También necesita alimentos adecuados a su edad. También se insta a los padres a recordar el poder del ejemplo: de nada sirve intentar obligarle a comer verduras si ellos mismos no las tocan. Por último, deben seguir los consejos de los médicos.
Versión en español: Monica Tarău