Perspectiva utilitarista de la migración laboral
Sin una larga experiencia como país de inmigración, la sociedad rumana suele considerar a los inmigrantes que vienen a trabajar aquí solo como factores económicos. Un investigador peruano, que emigró a Rumanía, explica qué determina esta perspectiva y cuáles son las estrategias de adaptación.

Iulia Hau, 12.03.2025, 13:29
Desde 2022 hasta la actualidad, el Gobierno rumano ha fijado una cuota de 100 000 trabajadores extranjeros cada año. Según los datos facilitados por la Inspección General de Inmigración, las comunidades de extranjeros para las que se han expedido más visados de trabajo son la nepalí, la esrilanquesa, la pakistaní y la bangladeshí. Los principales sectores que requieren mano de obra extranjera son la construcción y las infraestructuras, la agricultura, la limpieza, el almacenamiento y la logística, la automoción, la hostelería y la alimentación.
Sin embargo, rara vez hablamos de estos recién llegados en términos que no sean económicos. Luis Escobedo, investigador de origen peruano residente en Rumanía, estudia en profundidad las cuestiones del racismo y la interculturalidad. Con experiencia laboral y vital en Polonia y Sudáfrica, Escobedo es actualmente investigador asociado en la Sociedad de Estudios Interculturales y Migratorios de Bucarest y en la Unidad de Cambio Institucional y Justicia Social de la Universidad Estatal Free State (Sudáfrica).
Luis Escobedo nos habla de la perspectiva utilitarista que tenemos como sociedad sobre la migración reciente.
«Se trata de tres elementos concretos que conforman esta perspectiva. Uno de ellos es el hecho de que Rumanía tiene un sesgo occidental donde ya existe una perspectiva utilitarista. Allí, la migración es una herramienta con la que podemos resolver problemas demográficos y económicos. Además, hay otros elementos, como el neoliberal, que está relacionado con el primero. Tenemos una perspectiva muy clara sobre Occidente: lo vemos como un elemento monolítico, sin diversidad, donde todo está más desarrollado y donde todo es mejor. No hablamos con complejidad, y eso encaja con el elemento neoliberal. Para ellos, entonces, solo hay una manera de entender el desarrollo: la economía de mercado o la globalización es la única opción que tenemos».
El tercer elemento del que habla el experto es la construcción ideológica de una clase media, sobre todo entre los habitantes de las ciudades. Según esta ideología, el trabajo duro equivale a valor humano. «Si trabajamos muy duro, podemos llegar a cualquier parte y tener éxito», explica Escobedo. El investigador señala que el pecado de este discurso es que no tiene en cuenta las diferencias de entorno, género, orientación sexual, clase social, etc.
A la pregunta de cómo afecta esta perspectiva utilitarista a los inmigrantes en Rumanía, Escobedo responde lo siguiente:
«Vemos a los emigrantes o a la emigración en general como algo que podemos utilizar y no como algo que incluye a las personas. Personas como nosotros, personas normales, con vidas y experiencias diferentes, que, desde nuestra perspectiva, pertenecen a un grupo de trabajadores que solo vienen a desarrollar nuestra economía y a resolver nuestros problemas demográficos. Ya no tenemos sueños, ya no tenemos familias, ya no tenemos planes, proyectos, etc. No se nos considera personas complejas, sino una categoría abstracta de emigrantes. Solo nos dicen: «Habéis venido a trabajar para nosotros y a pagar impuestos».
El experto explica que esta actitud de «visión de túnel» no tiene en cuenta las diferentes circunstancias de cada persona, lo que hace que los migrantes más afectados (con problemas personales, de salud o en situaciones laborales abusivas) sean aún más vulnerables.
A la pregunta de qué estrategias utilizan los inmigrantes para hacer frente a las difíciles situaciones a las que se enfrentan, Escobedo contesta:
«En primer lugar, es difícil darse cuenta de que les pasa algo. Sí, estoy cansado, dicen. Es normal, porque trabajo mucho porque así somos nosotros, los emigrantes. Esta es nuestra realidad. Estoy muy contento de haber podido venir aquí, pero hay gente que tiene una vida mucho peor que la mía y yo he tenido mucha suerte. Entonces construyen un tipo de mecanismo de defensa o algún tipo de discurso de defensa para poder estar aquí tranquilamente. Pero, al mismo tiempo, están afectados y puedes ver las consecuencias materiales que tienen en su vida diaria cuando llegan a casa y no tienen nada en la nevera, no tienen electricidad o tienen que compartir la nevera con otras personas. También hay conflictos y jerarquías: quién come primero, quién tiene que esperar para usar la cocina. Llegados a este punto, empiezan a surgir tensiones, conflictos y problemas internos, pero también buscan soluciones. ¿Cómo lo hacemos? ¿Somos cinco o seis en casa y la cocina está abarrotada? Conozco a alguien que come y trabaja en el mismo sitio. Entonces empiezo a comer allí y a desarrollar relaciones sociales que me permitan mejorar».
A un nivel más profundo, explica Escobedo, otras estrategias tienen que ver con los líderes que se forman en esas comunidades: líderes que empiezan a desarrollar instituciones, a defender derechos, a construir comunidades de apoyo emocional o espacios donde puedan disfrutar del reconocimiento cultural de la cultura de acogida.
Otra estrategia igualmente válida es casarse con un ciudadano de la sociedad de acogida, «no solo por los documentos», dice el investigador, «sino quizá porque quieren formar parte de la comunidad, quieren ser rumanos».
Versión en español: Victoria Sepciu