Patrulla Apícola Urbana
Puede parecer paradójico, pero a las abejas les encanta Bucarest. No es de extrañar que algunos residentes descubran enjambres en los lugares más insospechados. La Patrulla Apícola Urbana, formada por apicultores voluntarios dedicados a proteger a las abejas de Bucarest, se creó para recoger abejas de los respiraderos de los bloques, los áticos de casas antiguas, los edificios patrimoniales, los edificios abandonados y los cementerios.
Roxana Vasile, 25.09.2024, 16:11
Bucarest podría considerarse, literalmente, una enorme colmena. Entre muros de hormigón y árboles que se podan cada temporada, hay abejas con panales, insectos sin identidad. Decenas de miles de abejas encuentran refugio en los conductos de ventilación de los bloques de pisos, en los áticos de las casas, incluidos los edificios patrimoniales, en hospitales, embajadas, ministerios, parques y cementerios.
Cada semana, los operadores de emergencia del 112 reciben peticiones de ayuda de personas que quieren deshacerse de estos insectos. Por eso, se creó la Patrulla Apícola Urbana, un grupo de apicultores voluntarios que protegen tanto a las personas de las abejas como a las abejas de las personas. Básicamente, la Patrulla Apícola es una interfaz entre los ciudadanos y los apicultores formados para intervenir y extraer enjambres de abejas no deseados o que se instalan en lugares inadecuados de la ciudad, algunos de ellos insólitos, explica Marian Pătrașcu, fundador de la Patrulla:
«Cada situación, aunque parezca idéntica a otra, tiene una peculiaridad. Por regla general, el enjambre de abejas se reúne en una rama. Nos llamaron de la Catedral Nacional, donde hay tres anillos que adornan el edificio a 50 m de altura y al menos tres entradas. Tres enjambres de abejas fueron descubiertos por los trabajadores y solo pudimos constatar su presencia allí. No era posible alcanzarlos y los dejamos allí, porque somos apicultores y no matamos a las abejas. También nos impresionó lo que vimos que hacían a 50 metros más arriba. Desde luego, no pueden hacer ningún daño. También hay muchas familias de abejas en el edificio del Parlamento, que trabajan allí incansablemente. Cuando hay grupos de abejas que se desprenden del enjambre, nuestros compañeros los recogen. En un bloque de pisos de Calea Victoriei, el panal central medía 1,80 m de altura, así que llevaba allí al menos cinco años. No habían molestado a nadie. En una casa abandonada de Plumbuita, había 20 panales. En algún lugar cerca de Bucarest, en una ventana en desuso, había unos 100 kg de miel en panales. Es una pena que algo tan valioso se pierda y no se valorice».
Puede parecer paradójico, pero las abejas viven más felices en el ajetreado Bucarest, porque reciben alimentos más limpios que sus congéneres del campo. Esto se debe a que los espacios verdes urbanos, que son muchos, no están envenenados con pesticidas o herbicidas. «El entorno urbano se ha vuelto extraordinariamente acogedor para las familias de abejas. Aquí encuentran una fuente permanente de alimento y néctar, tienen flores todo el tiempo, en parques, plazas, en todos los arreglos florales que se cambian y riegan constantemente desde la primavera hasta finales de otoño», explicó Marian Pătrașcu:
«En las grandes ciudades, a las abejas les va extraordinariamente bien, porque las autoridades garantizan un entorno de floración permanente, se cambian las flores y se riegan, aunque no haya precipitaciones, lo que ya no ocurre en las zonas rurales. Lo decimos cada vez que nos llaman para intervenir: el medio urbano se ha convertido en un paraíso para las abejas en comparación con el campo, porque las flores son extremadamente limitadas, el exceso de escarda, la sequía, el cambio climático… Todo ello ha contribuido a que el campo esté en malas condiciones y lo urbano es una alternativa».
La Patrulla Apícola Urbana, a través de su fundador, insta a los habitantes de Bucarest a que no intenten ahuyentar a las abejas por su cuenta, sino que pidan ayuda.
«Que avisen a las autoridades. Llevamos ya 6 años trabajando en Bucarest, en la zona limítrofe de Ilfov y más allá. A través de nuestra página web hemos intentado mostrar a la gente que esto es normal. Las abejas pueden ser nuestras amigas y debemos comportarnos como tal. Sin ellas no hay vida. Es muy sencillo: los ciudadanos pueden llamar a las autoridades, a un apicultor o directamente al servicio de emergencias 112, así la información llega a nosotros y tomamos las medidas adecuadas. Durante el período de enjambrazón, se registran una media de 30-40 situaciones señaladas cada día, que pueden alcanzar 100 llamadas solo en Bucarest y la zona limítrofe de Ilfov en el período punta. Casi todas se resuelven. Para nosotros, lo más importante es proteger tanto la vida de los ciudadanos como la de los apicultores que intervienen. No cabe duda de que los grupos de abejas se pueden instalar en otros lugares. Según nuestros datos, nunca han causado problemas, salvo donde han sido molestadas».
En cambio, ¿por qué no?, conviviendo con las personas, la miel de las abejas de la capital podría convertirse en una marca ciudad. Marian Pătrașcu:
«En esta zona, al otro lado del Danubio, hasta Heródoto decía que no se podía penetrar en la multitud de enjambres de abejas. No olvidemos que durante cientos de años se pagó tributo en miel, cera y otros productos. Tres de cada cinco casas tenían colmenas en sus jardines traseros. Ahora, en estos momentos, al menos en los últimos 30 años, existe este miedo exacerbado e injustificado a las abejas. Repito, debemos actuar con normalidad, las abejas forman parte de nuestras vidas y tenemos que aprender a convivir con ellas».
Una cliente de la Patrulla Apícola Urbana probó la miel «salvaje» de Bucarest y dijo que lo único distinto es el color, más claro que el de la miel regular, que todos conocemos, y que está muy buena.
Versión en español: Victoria Sepciu