Padres y docentes contra el ciberacoso
En Rumanía, el 27 % de los niños y adolescentes afirman que, en un día de clase corriente, pasan más de seis horas conectados o revisan constantemente el dispositivo en el que navegan.
România Internațional, 09.06.2021, 17:51
En Rumanía, el 27 % de los niños y adolescentes afirman que, en un día de clase corriente, pasan más de seis horas conectados o revisan constantemente el dispositivo en el que navegan. A su vez, el tiempo que se pasa en Internet no siempre se caracteriza por actitudes positivas. ¡Al contrario! Una de las conclusiones que se extrae de la investigación sociológica basada en jóvenes y realizada por Save the Children, es que el 61% de los encuestados dice sentir incomodidad tras ver algo en Internet, en un grado significativamente mayor entre chicas y estudiantes de secundaria. Los principales tipos de contenidos que, según los niños, les han hecho sentir incomodidad son aquellos que contienen violencia o que incitan a ella, o aquellos con sexo explícito. Además, estos contenidos violentos, en muchas ocasiones, forman parte, evidentemente, de actuaciones de acoso en línea o ciberacoso. El fenómeno ha proliferado en Rumanía en los últimos años, de modo que ha duplicado las agresiones físicas que ya se daban en los colegios. Las formas ya clásicas de ciberacoso, que van desde los comentarios malintencionados sobre el aspecto físico o el comportamiento hasta la apropiación y difusión de fotos o videos íntimos, llevan mucho tiempo afectando a los jóvenes rumanos. Estas se vuelven todavía más letales a medida que avanza la tecnología, tal y como comenta Răzvan Deaconescu, profesor de la Facultad de Automatización e Informática de la Universidad Politécnica de Bucarest.
«Creo que los procedimientos del ciberacoso son los mismos: enviando mensajes anónimos, publicando vídeos o apropiándose de fotos privadas. Aun así, a medida que cambia la tecnología, surgen nuevos medios de acoso. Por ejemplo, yo, hasta hace dos años, no conocía TikTok, ni siquiera sé si existía, pero ahora es muy conocido en el entorno virtual y es una buena forma de viralizar contenidos. Un mensaje que para unos puede ser una broma, para otros no lo es, y acaba compartiéndose de forma masiva. Así, las formas de ciberacoso son más o menos las mismas, pero su campo de actuación se diversifica debido a las nuevas tecnologías. Aparece un nuevo medio para enviar imágenes, un nuevo modo de comunicarse o una aplicación nueva. Estas aumentan el campo de difusión de contenidos, pero las formas de acoso son las mismas, como, por ejemplo, las actuaciones anónimas para ofender a alguien sistemáticamente. Además, pasa que, a medida que la gente está más conectada y más presente en línea, la viralización se acentúa más, por lo que de alguna manera aparece esta diferencia entre el acoso físico y el ciberacoso. Este tiene un mayor impacto, puesto que, físicamente, el acoso se limita a tres o cuatro personas, mientras que, en el entorno virtual, todo el mundo puede participar. Si, además, tienes un potencial de viralización muy fuerte a través de YouTube, TikTok u otras redes, ya no hay nada que se pueda hacer.»
Mientras que el acoso real es fácil de detectar, el virtual es más engañoso y, a veces, al menos al principio, se puede confundir con una broma. Mihaela Dinu, coordinadora del centro de asesoramiento para padres e hijos de la Asociación Save the Children, nos cuenta cómo diferenciar las bromas en línea del acoso:
«Esta sería la diferencia: en el ciberacoso tenemos una intencionalidad y una incidencia repetida en una persona. Es cierto que también existe un desequilibrio de poder, como ocurre en el fenómeno del acoso en las aulas. Esta sería la principal diferencia. Una broma no llega a causar sufrimiento, malestar y trauma a largo plazo, sino que quiere hacerte sentir bien. El ciberacoso no tiene este componente de diversión. Incluso hay gente que piensa que gasta bromas buenas o hay casos en que, al principio, el acoso puede interpretarse como una broma. Aun así, si hay repetitividad e intencionalidad dirigidas a alguien, se trata sin duda de acoso. A primera vista pueden parecer pequeñas bromas, que no nos afectan y podemos superar. Los adolescentes son muy vulnerables y, sin embargo, distinguen lo que es una broma del ciberacoso, es decir, se dan cuenta cuando se sienten humillados, asustados e incómodos, por lo que empiezan a plantearse cosas. A menudo, se trata de una etiqueta que se le asigna a un niño o a un grupo de niños y provoca malestar, tristeza o exclusión social, hasta problemas graves desde el punto de vista de la salud mental. Tal y como advierte la Organización Mundial de la Salud, el acoso, junto con la violencia, es uno de los principales motivos de suicidio entre los adolescentes. Así, las cosas pueden ponerse muy serias.»
Sin embargo, aparte del suicidio, el acoso en línea tiene otros efectos. Lo cuenta Mihaela Dinu:
«Es muy común que aparezca ansiedad, con sus diferentes estados de ansiedad generalizada. Nos referimos a dificultades cognitivas, una baja capacidad para concentrarse en las tareas, en clase, en todo lo que implica la escuela, trastornos del comportamiento, trastornos alimentarios que, muy frecuentemente, pueden conducir a la bulimia, trastornos del sueño, alteraciones del sueño, pesadillas o situaciones en las que a los niños les cuesta mucho tanto dormirse como despertarse para ir a clase. Estos son algunos de los problemas.
Recientemente, se ha aprobado una ley para combatir el acoso, en virtud de la cual los centros educativos y los docentes están obligados a tomar ciertas medidas para prevenir y contrarrestar el fenómeno, incluido su componente virtual. Sin embargo, siguen siendo los padres los que deben intervenir en el momento adecuado, lo que no es fácil, puesto que, a menudo, la comunicación con los hijos es complicada en casos como estos. Mihaela Dinu nos cuenta asimismo cuál es el motivo:
«Uno de los motivos principales sería su estado emocional. Se sienten avergonzados, ya que el acoso les produce vergüenza, ansiedad y en ocasiones ni siquiera saben cómo comunicárselo a los adultos. No es que tengan necesariamente mala voluntad, sino que no saben cómo sacar el tema, cómo crear un ambiente propicio para la comunicación. Aparte, los niños piensan que pueden resolver sus propios problemas solos. Aunque no verbalicen este estado de ánimo, desde el punto de vista conductual se dan algunos cambios: se aislarán, evitarán abrir la habitación, hablar por teléfono o por el ordenador. Todos estos cambios de comportamiento deberían observarlos los padres, si están atentos y presentes, y observan a su hijo. Puede alterarse o sentirse reticente cuando sabe que necesita acceder al entorno en línea. Hay otras situaciones en las que los niños más pequeños, los preadolescentes o los escolares de más edad somatizan estos sentimientos: tienen dolores de cabeza, de barriga o a veces episodios de fiebre que invocan y que no tienen causas orgánicas, sino emocionales. Los padres deberían codificarlos. Necesitamos enseñarles a utilizar Internet e informarles sobre los peligros que existen. No podemos prohibirles que lo usen, pero podemos vigilarlos. Existe una diferencia entre la supervisión y el control.»
Los expertos creen unánimemente que no existe una solución mágica para proteger a los niños del ciberacoso. No hay un botón rojo en el ordenador o el teléfono que, al pulsarlo, ponga fin al acoso: acercarse al niño e insistir en la comunicación son los medios viables para los padres.
Versión en español: Víctor Peña Irles