Otro tipo de educación artística
En los últimos años, las zonas rurales cerca de Bucarest han llegado a ser una atracción para las familias jóvenes, que desean sustituir la contaminación y la vida agitada de la capital por una vida más tranquila, más limpia y más cercana a las costumbres
Christine Leșcu, 21.06.2015, 15:39
En los últimos
años, las zonas rurales cerca de Bucarest han llegado a ser una atracción para
las familias jóvenes, que desean sustituir la contaminación y la vida agitada
de la capital por una vida más tranquila, más limpia y más cercana a las
costumbres campesinas y oficios artesanos.. Por ejemplo, a partir de 2006, el
escultor Virgil Scripcariu y su esposa, la historiadora de arte Adriana
Scripcariu, viven en la aldea de Piscu, a 36 kilómetros de distancia de
Bucarest, una aldea que antaño, destacaba por su gran número de alfareros. La
tradición artística de la zona, la llanura tranquila, el aire limpio y la
cercanía del monasterio de Ţigăneşti ha convencido a estas personas con
preocupaciones artísticas para construir en la aldea de Piscu un hogar para
ellos y sus seis hijos. Adriana Scripcariu nos ha contado el porqué de su
decisión:
Para
nosotros fue necesario irnos de Bucarest. Cuando tomamos la decisión ya
teníamos dos hijos y sentíamos que no les podíamos ofrecer en la ciudad lo que
les ofrecemos aquí: un ambiente menos contaminado, una comida más sana, muchas
horas al aire libre. Además, siendo escultor, mi marido necesitaba un taller,
un espacio en el que pudiera crear. Por lo tanto, buscamos un lugar más
tranquilo cerca de Bucarest, porque era necesario que la ciudad estuviera
cerca. Y encontramos esta aldea de alfareros, lo que fue una alegría. Así que
hemos creado el ambiente que que se puede ver aquí, ocho años después de
nuestra llegada.
Después
de su traslado a Piscu en 2006, Adriana y Virgil Scripcariu crearon la asociación Gaspar, Balthazar şi
Melchior y empezaron a desarrollar proyectos educativos y culturales,
especialmente para los niños de la comunidad. Sorprendentemente, los talleres
de alfarería fueron unos de los principales proyectos desarrollados en Piscu.
Nuevamente ante el micrófono, Adriana Scripcariu:
Para
nosotros fue un problema el hecho de que la generación de niños de aquí no
conocía en absoluto la historia de la aldea. Ya no sabían nada de la alfarería.
A pesar de que todos sus abuelos habían sido alfareros, ellos no habían tocado
una rueda de alfarero. Existía una quiebra que no podíamos aceptar, así que
empezamos a organizar escuelas de verano de artesanía, especialmente de
alfarería, en las que los niños de la aldea estuvieron encantados de
participar. A los talleres de alfarería añadimos breves clases de historia del
arte. Después, pasamos también a otras artesanías. Con el tiempo, empezamos a
recibir solicitudes de talleres para niños que no vivían en esta aldea y para
adultos. El círculo se ha ampliado.
Después
de haber sido el estudiante preferido del gran escultor Vasile Gorduz, a sus 40
años de edad, Virgil Scripcariu es un escultor apreciado en Rumanía y en el exterior.
En 2008 participó en la Bienal de Arquitectura de Venecia y en 2009 fue
finalista del Gran Premio Prometheus
por Ópera Prima. Scripcariu es también el autor de la obra titulada
Maternidad colocada delante de la Iglesia Anglicana de Bucarest. Por lo
demás, la maternidad representa también el tema de su exposición más reciente
titulada Supermam inaugurada recientemente en Londres. En Piscu, Virgil
Scripcariu ha encontrado la tranquilidad, pero también la inspiración en un
lugar dominado por la tradición de un oficio semejante al suyo. He aquí lo que
ha declarado Virgil Scripcariu:
Las
personas que viven en Piscu tienen una habilidad especial. La hemos descubierto
trabajando con muchos campesinos, es una habilidad de entender y de realizar
una obra a través de varias técnicas. Esto procede de la herencia genética de
esta aldea, del hecho de que muchas generaciones se han dedicado a la
alfarería. Me parece un fenómeno interesante y creo que en Rumanía existen más
comunidades de este tipo, cuyo potencial creativo no se ha actualizado y no se
ha valorado suficientemente.
La falta
de rentabilidad de esta artesanía ha hecho que, con el tiempo, la mayoría de
las familias de alfareros de Piscu renuncien a este oficio. Desgraciadamente,
ni los talleres de alfarería organizados por la familia Scripcariu, ni el
entusiasmo de los niños han conseguido convencer a los campesinos a retomar
esta tradición. Nuevamente ante el micrófono,
Virgil Scripcariu:
He
colaborado con un alfarero que no se había dedicado a este oficio desde hacía
25 años. Trabajando con él he descubierto que es uno de los más talentosos y
hábiles. Existen muchas personas que todavía conocen este oficio, pero han
dejado de practicarlo porque no tienen para quién. No hay mercado y, por lo
tanto, se ha perdido el interés e incluso su entrenamiento. Algunos son
ancianos, todavía tienen sus ruedas y sus hornos, y trabajan de vez en cuando
por inercia. Existen algunos que tienen aproximadamente 50 años de edad y
podrían practicar este oficio, pero empezar desde cero sin ninguna perspectiva
es desalentador. (…) No existe estímulo y aprecio por estas cosas, porque la
gente no considera que estas actividades representen oportunidades. Estoy
convencido de que, dentro de 20 años, las personas que sepan fabricar objetos
de barro y tejer según los métodos tradicionales serán consideradas artistas.
En 2011,
Adriana
y Virgil Scripcariu encontraron otra oportunidad. La escuela de la aldea se
cerró, y ellos pudieron abrir una nueva escuela primaria. Aunque sea una
institución privada, en los primeros tres años fue gratuita. Sin embargo, este
año se han introducido algunas tasas, únicamente para aquellos que se las puedan
permitir. Además, la Escuela Agatonia tiene este año la primera generación que
termina el cuarto grado y pasa a los estudios de secundaria. Adriana Scripcariu
nos ha contado qué han aprendido los niños en Piscu:
La Escuela Agatonia es una escuela normal respecto a los conocimientos que intentamos
transmitir a los niños. Lo que la diferencia de las demás es que estamos en una
aldea de alfareros, con fuertes rasgos patrimoniales, y que nosotros, los
coordinadores de la escuela, tenemos preocupaciones artísticas. Yo soy
historiadora de arte, y mi marido es escultor. La escuela está cerca de un
taller de escultura, cerca del monasterio de Ţigăneşti, y así los niños están
en contacto permanente con varias formas de manifestaciones artísticas. Espero
que, con el tiempo, esto forme su apetito artístico y su amor por el
patrimonio. Es decir que el contexto nos ayuda a tener esta pequeña escuela en
la que los niños se acerquen al arte.
Adriana y Virgil Scripcariu desean continuar los proyectos iniciados en
Piscu, y esperan que el arte y la alfarería consigan atraer a cada vez más
niños y jóvenes.