Las bibliotecas públicas en las zonas rurales
Según el barómetro cultural más reciente, un 47% de los rumanos leen solamente un libro al mes comprado de una librería o procedente de una biblioteca.
Christine Leșcu, 22.03.2015, 18:36
Según el barómetro cultural más reciente, un 47% de los rumanos leen solamente un libro al mes comprado de una librería o procedente de una biblioteca. En estas condiciones, el mercado del libro en Rumanía no produce mucho dinero o tiradas espectaculares. Por ejemplo, el mercado del libro fue evaluado en 2013 en 60 millones de euros representando el valor total de las ventas de libros en Rumanía, incluidas las realizadas en Internet, mientras que en otros países (especialmente del oeste), las cifras alcanzan cientos de millones de euros. Por lo demás, en los últimos años han aumentado solamente la venta y la edición de libros electrónicos: la gente compra como promedio un libro al año en las librerías, y diez libros al año por Internet.
Como muchos dicen que el motivo de su falta de interés en comprar libros es el precio, el acceso a una biblioteca pública podría ser una alternativa. Pero no es así, porque las bibliotecas públicas tampoco están en una mejor situación. Algunas de ellas, especialmente en las zonas rurales, han cerrado. En los últimos años, de 3.300 bibliotecas rurales han quedado 3.000. Entonces ¿qué es lo que se tiene que hacer para volver a traer a la gente a la biblioteca durante la crisis económica, pero también durante la revolución digital? Reinventando el papel de la biblioteca en la comunidad. Lo mismo ha hecho la Biblioteca Nacional de Rumanía a través del programa Biblionet. He aquí la declaración de Claudia Şerbănuţă, directora general de esta institución:
“Biblionet es un proyecto que comenzó en Rumanía hace 7 años, con fondos de la Fundación Bill y Melinda Gates, y fue gestionado en Rumanía por IREX, una asociación no gubernamental. A través de este proyecto, 2.200 bibliotecas rurales han recibido ordenadores. La administración local sólo tiene que desearlo y asumir el hecho de que tienen un espacio dedicado a la biblioteca, un espacio limpio y adecuado para una institución de este tipo. También tiene que asumir el pago de la conexión a Internet. Sorprendentemente, no todas las administraciones locales han aceptado este proyecto, pero 2.200 de 2.800 bibliotecas es un buen porcentaje. A través del proyecto Biblionet, los bibliotecarios han recibido la preparación necesaria para usar los aparatos y para ayudar a los demás a usarlos.”
Aunque proceda del ámbito no gubernamental, la Biblioteca Nacional ha empleado el programa Biblionet con buenos resultados, según ha destacado la directora general Claudia Şerbănuţă:
“Durante este tiempo ha aumentado el número de usuarios. Además, se han diversificado los servicios. Si antes de que se pusiera en marcha el proyecto Biblionet algunas bibliotecas apenas podían ofrecer una sala de lectura y unos libros antiguos, una vez instalados los ordenadores han aumentado los usuarios que, aunque no estén necesariamente interesados en la lectura, están interesado en su formación. Entre 2011 y 2014, en sólo 400 de estas bibliotecas, unos 116.000 granjeros presentaron sus solicitudes para recibir subvenciones agrícolas por Internet.”
Las más de 2.000 bibliotecas rurales incluidas en el programa Biblionet se han convertido en “verdaderos laboratorios de la comunidad”, ha declarado la eurodiputada Renate Weber, que ha visitado dos de ellas siguiendo la invitación de la Biblioteca Nacional de Rumanía en colaboración con el Programa Biblionet y la iniciativa “Public Libraries 2020” de la Fundación holandesa Reading & Writing. Renate Weber ha estado en el distrito de Sibiu, en las localidades de Marpod y Avrig, y se ha declarado impresionada con lo que ha visto:
“Estas bibliotecas se han convertido en verdaderos laboratorios para todo tipo de proyectos destinados a las comunidades locales. Por ejemplo, he visto en Avrig un grupo de niños que bajan de Internet obras de teatro, las adaptan y las ponen en escena. Consiguen hacer todo esto solos. Tienen un repertorio de 12 obras. Por otro lado, existen ancianos que desean conservar las costumbres y se reunen en la biblioteca para enseñar a los pequeños a tejer y a hilar. Ahí han creado también la Asociación de los Ganaderos, que se reúne en la biblioteca, donde tiene acceso a la información. En la biblioteca se desarrollan también las reuniones del consejo local, porque tanto en Marpod, como en Avrig, las autoridades locales se han mostrado muy abiertas. Ahí se organizan también clases de lenguas extranjeras sin gastos adicionales, porque en cualquier comunidad existe alguien capaz de enseñar una lengua extranjera con ciertos límites. Las bibliotecas se han convertido en una especie de motor de la comunidad.”
Sin embargo, estos motores de la comunidad también necesitan dinero para sostenerse. El dinero puede proceder de las instituciones de la UE si se usa bien y en el momento adecuado. He aquí la declaración de Renate Weber:
“Aunque las cosas relacionadas con la cultura y la educación en la UE no estén reglamentadas en la legislación de la Unión, aplicándose el principio de subsidiariedad, existen fondos que pueden proceder de la UE con un destino preciso. Del Parlamento Europeo, cuando se debata el presupuesto anual, deseo asegurarme de que existan fondos que se puedan usar en Rumanía para comprar dotaciones para bibliotecas, por ejemplo.”
De la preparación de los bibliotecarios para sus nuevos papeles en los laboratorios de la comunidad se encargarán tanto la Biblioteca Nacional, como las autoridades locales, si desean hacerlo. He aquí la declaración de Claudia Şerbănuţă:
“Un 80% de las bibliotecas públicas en Rumanía están en las zonas rurales. La mayoría de los bibliotecarios trabajan en comunidades pequeñas y tienen necesidades profesionales específicas. La Biblioteca Nacional los apoyará cuanto pueda. La administración local tiene que encontrar la financiación adecuada para los proyectos de formación profesional. Pero ellos no están solos en este proceso. Cuando invitamos a la señora Weber a Sibiu, fue muy difícil encontrar el mejor lugar, porque existen muchos proyectos exitosos en el país. Por ejemplo, en Medgidia tenemos nuevos servicios, como es un grupo de apoyo a los sobrevivientes de cáncer de mama. Es una iniciativa de la bibliotecaria de aquella zona, que no ha tenido apoyo financiero. Los miembros de la comunidad han contestado positivamente. Necesitan más información y no saben dónde encontrarla. Por ello, las bibliotecas deben permanecer en las comunidades, dejar de ser depósitos de libros y convertirse en instituciones relevantes para la comunidad.”
Y una vez que la gente vuelva a visitar la biblioteca por su trabajo diario, volverá a encontrar el apetito por la lectura.