La enseñanza de las ciencias en el sistema preuniversitario
Si bien las disparidades socioeconómicas entre las regiones de Rumanía son una realidad conocida desde hace tiempo, ahora se empieza a hablar de otra brecha, la de la educación –quizá incluso un efecto de la primera–.
Christine Leșcu, 11.10.2023, 14:21
Si bien las disparidades socioeconómicas entre las regiones de Rumanía son una realidad conocida desde hace tiempo, ahora se empieza a hablar de otra brecha, la de la educación –quizá incluso un efecto de la primera–. Por ejemplo, un reciente estudio de la revista Newsweek muestra que, a pesar de que Rumanía es el país mejor situado de Europa en cuanto al número de medallas que sus estudiantes han ganado en 2022 en las olimpiadas escolares internacionales, los resultados de las pruebas PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos) sitúan a nuestro país en el penúltimo lugar de Europa. Los resultados de PISA suelen utilizarse para determinar el nivel de analfabetismo funcional, y en Rumanía más del 40% de los alumnos de hasta 15 años están afectados por este fenómeno, tanto en lo que se refiere a su capacidad para comprender un texto como a su capacidad para utilizar los conocimientos.
Esta última cuestión, es decir, la enseñanza de las ciencias en el entorno preuniversitario, fue también el tema de algunas de las reuniones celebradas durante el recién concluido Festival de la Ciencia de Bucarest. Varios profesores universitarios y estudiantes de secundaria debatieron durante varios talleres prácticos. Entre ellos se encontraba Cristina Todașcă, decana en funciones de la Facultad de Ingeniería Química y Biotecnologías de la Universidad Politécnica de Bucarest, que observó cierta especificidad de las recientes generaciones de estudiantes que eligen las facultades de la Universidad Politécnica:
«Antes de la universidad falta mucho la parte experimental. En física o química no se hacen muchos experimentos. Por lo tanto, no es posible comprender nociones abstractas simplemente siguiendo el curso con tiza en la pizarra. Si se hiciera hincapié en la parte experimental, sobre todo en los primeros años de la escuela, los conceptos serían más comprensibles para los niños. Les resultaría mucho más fácil entender ciertos conceptos si pudieran ver cómo funcionan. Los niños que están expuestos a la ciencia de forma regular, incluso de 1º a 4º curso, aprenden más tarde matemáticas, física, informática y biología con mucha más facilidad. Todas ellas requieren cierta imaginación para entender lo que ocurre a nivel atómico. Y luego, para entender lo que ocurre allí, hay que imaginar, ver los efectos de las teorías y comprender la utilidad de las nociones. Con el tiempo, las cosas les resultarán mucho más sencillas y fáciles de entender».
La necesidad de realizar experimentos prácticos o generalizados de laboratorio en las escuelas e institutos es un tema del que se habla mucho, pero sin resultados. Además, la práctica científica debería ir acompañada incluso de filosofar para comprender mejor los procesos mentales que llevan a profundizar en el conocimiento científico. La filosofía y la ciencia deben enseñarse juntas y, evidentemente, adaptadas a la edad de los alumnos, afirma Emilian Mihailov, profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Bucarest, respondiendo a la pregunta de cuándo empezar a enseñar filosofía y ciencia:
«Creo que es una muy buena pregunta cuándo debería empezar esta educación. La respuesta muestra lo cerca que están la educación filosófica y la educación científica. Originalmente eran la misma cosa. La educación científica formaba parte de la educación filosófica. Pero, ¿por qué eran una misma cosa? ¿Por qué iban juntas? Porque la filosofía nace en el sentimiento de asombro. La ciencia también nace en el sentimiento de asombro. Por eso creo que la educación científica filosófica debe tener lugar en la infancia. Los niños son los que, por excelencia, ilustran el asombro. Insisto en ello desde la escuela primaria. Esto significa que en la escuela primaria podemos cultivar aquellas prácticas educativas que exploran la fascinación de las personas, no la memoria. No digo que la memoria no sea importante, porque es importantísima, es a través de la memoria como se desarrolla el cerebro, es decir, memorizando información. Pero además de la memoria, exploremos lo que fascina a los niños».
Y no falta curiosidad e imaginación entre los niños de Rumanía –como entre todos los niños del mundo–, lo que demuestra que, cuando quieren, pueden rendir en una asignatura que rara vez se enseña en los institutos rumanos: la astronomía. La situación fue observada y comentada por Cristian Chițu, director de GMV Rumanía, empresa que trabaja directamente con la Agencia Espacial Europea:
«Empezaré diciendo que es interesante cómo Rumanía consigue ganar medallas en las olimpiadas internacionales de astronomía y astrofísica, cuando no se imparte esta asignatura en la enseñanza secundaria. Se hace de forma voluntaria, en centros «club de alumnos», es decir, en centros dedicados y por profesores dedicados a la enseñanza de estas materias. Pero aun así conseguimos rendir y asombrar. Me asombra, pero no creo que deba haber asignaturas obligatorias en las escuelas. Quizá debería haber un tronco común de asignaturas obligatorias, pero este tipo de asignaturas —llamémoslas astronomía o astrofísica— creo que deberían formar parte de las asignaturas optativas, porque el problema que tenemos en este momento es que todos salimos de la escuela programados para las mismas asignaturas».
Pero, ¿qué pasa con la mayoría de alumnos que no están especialmente interesados en la astronomía o en una ciencia concreta, pero que necesitan conceptos científicos cuando sean mayores? Responde de nuevo Cristian Chițu:
«La escuela por la fuerza no es una opción. Es un hecho probado. Quien no quiera aprender un oficio no lo aprenderá. Pero tal vez el problema no esté en los alumnos que tal vez estén desinteresados, sino que el problema está en el resto de nosotros que no conseguimos que esos alumnos de primaria o secundaria se interesen o al menos se hagan algunas preguntas básicas. Por ejemplo, ¿cuántos planetas hay en el sistema solar? Estoy seguro de que, si hacemos esa pregunta, obtendremos respuestas diferentes. Al fin y al cabo, vivimos en una época en la que la gente sigue pensando que la Tierra es plana».
Por lo tanto, la necesidad de combinar la teoría con los experimentos, un cierto método de meditación sobre los fundamentos científicos, pero también el fomento de la curiosidad a través del juego a una edad temprana, podría, con el tiempo, reducir la brecha actual entre un número récord de olímpicos internacionales y un alto porcentaje de analfabetos funcionales en las escuelas rumanas.
Versión en español: Antonio Madrid