El consumo cultural en la Rumanía postpandemia
El año 2023 es también el año en que el Barómetro de Consumo Cultural cumple 18 años. El Instituto Nacional de Investigación y Formación Cultural (INCFC) realiza anualmente esta importante encuesta,
Christine Leșcu, 29.11.2023, 19:18
El año 2023 es también el año en que el Barómetro de Consumo Cultural cumple 18 años. El Instituto Nacional de Investigación y Formación Cultural (INCFC) realiza anualmente esta importante encuesta, excepto durante las restricciones impuestas por la pandemia cuando, con la mayoría de las instituciones parcialmente cerradas, los datos habrían sido irrelevantes. De hecho, la edición recientemente lanzada para 2022 hace hincapié en precisamente el hecho de que la reducción de actividades culturales durante 2020-2021 no se ha recuperado. Todavía existe una brecha entre el período anterior a la pandemia en 2019 y el período posterior a la pandemia en 2022. Por ejemplo, los descensos planteados en el consumo cultural público son: asistir a representaciones teatrales del 29 % en 2019 al 20 % en 2022, ver películas en el cine del 35 % en 2019 al 26 % en 2022, visitar museos, exposiciones o galerías de arte del 38 % en 2019 al 30 % en 2022. El único aumento registrado fue del 14 % para las visitas a los monumentos históricos o sitios arqueológicos al menos una vez al año.
Carmen Croitoru, directora general del Instituto Nacional de Investigación y Formación Cultural, nos ofrece más detalles.
«Sin embargo, hemos notado que las tendencias se mantienen. Por lo tanto, estamos un poco mejor que en 2021, con una tendencia al alza, pero aún no hemos alcanzado el nivel de consumo de 2019. Obviamente hay una orientación predominante hacia el entorno en línea y el espacio no público. Aquellos que han descubierto el consumo cultural en el espacio doméstico e individual difícilmente renuncian a esta costumbre, porque implica moverse de un lugar a otro. Nos alegra ver que los jóvenes entre 18 y 35 años son más activos y prefieren más el espacio público, porque también necesitan este tipo de socialización, a través de la cultura. Desgraciadamente, hay grandes descensos en muchas cifras de consumo. Pero, con alegría, notamos una tendencia al alza constante para el turismo patrimonial. Esto significa que, en la conciencia del público rumano, el patrimonio finalmente ha ganado un lugar, una imagen y más importancia».
Desde 2019 hasta 2022, el aumento del consumo de productos culturales en internet es visible no solo en cuanto al acceso a las redes de streaming para películas o en cuanto a la música en varias plataformas digitales. Incluso la lectura y la compra de libros en línea han aumentado, aunque, en general, los rumanos todavía leen muy poco. Otros datos, publicados por el Instituto Nacional de Estadística este otoño, revelaron que más de la mitad de los rumanos no habían leído ningún libro en los últimos 12 meses, por dos principales razones: la falta de tiempo (35 %) y la falta de interés por la lectura (32 %). El Barómetro de Consumo Cultural confirma la ausencia de este apetito e indica que la lectura de libros impresos disminuyó un 9 % desde 2019 hasta 2022, mientras que el consumo de libros, artículos u otros materiales digitales aumentó un 11 %.
Por lo demás, la investigación realizada por el Instituto Nacional de Investigación y Formación Cultural identifica ciertas barreras sociales y económicas y por eso, el consumo cultural en el espacio público es difícil o está completamente ausente. Y entre estas barreras está la falta de infraestructura vial: si para llegar al teatro, al cine o a la librería, la gente tiene que recorrer muchos kilómetros a pie o coger un transporte público escaso, entonces renunciará completamente a la cultura. Anda Becuț-Marinescu, responsable del servicio de investigación en el Instituto Nacional de Investigación y Formación Cultural, habla sobre estos impedimentos, que se pueden eliminar con políticas públicas adecuadas:
«Las barreras geográficas se refieren a la falta de infraestructura en ciertas áreas geográficas. Se trata de la distinción o la dicotomía rural-urbana que siempre analizamos en nuestros barómetros. (…) Estas barreras se relacionan no solo con la dicotomía rural-urbana, sino también con las ciudades: pueblos pequeños contra grandes ciudades que son centros universitarios. (…) Hay distritos que no tienen ciertos elementos de infraestructura. Se trata, sobre todo, de las barreras geográficas, pero también de las barreras financieras. Aquí nos referimos a los ingresos modestos, que hacen que la adquisición de un libro sea prohibitiva para otras categorías sociales, que consideramos grupos vulnerables. Por ejemplo, los jóvenes de familias desfavorecidas son un grupo vulnerable. Y luego están las barreras de la educación cultural relacionadas con la actitud y la percepción. Se trata de la descodificación del mensaje artístico y la actitud que las personas que no han tenido acceso a la cultura desde la infancia, no logran formarse a lo largo de su vida sin la intervención directa de las instituciones culturales».
Si la relación entre el nivel de educación y la dosis de cultura era evidente desde hace mucho tiempo, el Barómetro de Consumo Cultural, edición 2022, también destaca la relación entre la participación en actividades culturales, la implicación cívica y la comprensión de los mecanismos democráticos. Carmen Croitoru nos explica.
«Cuanto más altos son los valores del consumo cultural, más probable es que las personas participen en una sociedad libre, comprendan sus derechos, pero también sus obligaciones en la sociedad. La pertenencia, la identidad, la tolerancia, la confianza, la inclusión, las preocupaciones cívicas y la libertad son los principales temas sobre los que el equipo de investigación formuló varias preguntas. Y las respuestas son bastante interesantes, pero en su mayoría paradójicas y preocupantes. Por ejemplo, cuando hablamos de confianza, estamos hablando de que existe una confianza muy baja en la información presente en las redes sociales y, sin embargo, el porcentaje de los que siguen las redes sociales es superior al resto de medios. La gente ya no confía en la televisión, la radio, los periódicos impresos y las revistas, pero estas son consecuencias de un cierto tipo de enfoque de las noticias. Vuelvo a esta idea: la cultura es el respeto tanto al ciudadano, como a su libertad y sus derechos culturales. Se puede ver muy bien en el barómetro cuánta confianza y qué tipo de horizonte construimos para los ciudadanos. Estamos hablando de la generación actual que es el resultado de ignorar la cultura durante más de 20 o 25 años. Y entonces, al menos hagamos algo para las futuras generaciones, para los jóvenes de hoy. Por lo menos, que algunos de ellos sean un poco más activos culturalmente».
Durante la pandemia, el Barómetro de Consumo Cultural se sustituyó por encuestas sobre tendencias específicas de participación para estar al tanto de los cambios de hábitos que ha experimentado la gente durante este tiempo.
Versión en español: Mihaela Stoian