Ayuda cívica a un gueto de Bucarest
Ubicado en el suroeste de Bucarest, el barrio de Ferentari se ha convertido en sinónimo de insalubridad, pobreza, violencia, precariedad extrema y generalizada de las condiciones de vida.
România Internațional, 15.04.2020, 16:54
Ubicado en el suroeste de Bucarest, el barrio de Ferentari se ha convertido en sinónimo de insalubridad, pobreza, violencia, precariedad extrema y generalizada de las condiciones de vida. Debido a que allí viven muchos gitanos, el vecindario también se ha vuelto similar a un gueto, porque muy raramente, los residentes de Ferentari cruzan las fronteras reales y simbólicas del barrio para vivir mejor en otros lugares. La solución sería mejorar las vidas de estas personas dentro del gueto, lo que Valeriu Nicolae ha estado haciendo durante más de 10 años. Informático con experiencia laboral en los EE. UU. y Canadá, fundador del primer grupo de expertos sobre cuestiones gitanas en Rumanía, miembro del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, director regional para la defensa de la Visión Mundial Internacional y Secretario de Estado en el Gobierno de Rumanía en 2016 ,
Valeriu Nicolae siempre ha hecho campaña por los derechos de los desfavorecidos. El mismo es gitano y conoce de primera mano los problemas de la marginación; sabe lo importante que es, especialmente para los niños, tener la oportunidad de salir del gueto. Es por eso que, en 2007, él y otros voluntarios comenzaron a trabajar en un colegio de Ferentari, ayudando a los alumnos, en primer lugar, con los deberes. El colegio estaba ubicado cerca de la barriada conocida como El callejón de las drogas. Basura, ratas, cucarachas, pequeños estudios de 14 metros cuadrados en los que viven hasta 5 o 6 personas es la realidad en que viven aquellos a los que intenta ayudar Valeriu Nicolae. Con mucha tenacidad y la ayuda de los voluntarios, el verano pasado consiguió que todos los fines de semana, los niños del vecindario vinieran a recibir ayuda con sus deberes para las vacaciones, llegando a ocupar hasta cinco aulas. Valeriu Nicolae:
“Los ayudamos con los deberes e hicimos muchas otras cosas: obtuvimos certificados de discapacidad para padres con discapacidades, ayudamos a los niños con problemas de salud desde los que necesitaban un dentista o eliminación de pólipos nasales hasta cirugía cardíaca. Intentamos ayudar con todo lo que se necesitaba. Casi todos los niños con los que trabajamos estaban en el umbral del abandono escolar. No renunció ninguno, y ahora de más de cien niños, solo dos de ellos tienen algunos problemas de aprendizaje. Antes era un desastre. Cuando llegaban al quinto grado, la mayoría se estaba rindiendo. Ahora tenemos niños que van a la escuela secundaria, por lo que la situación es mucho mejor. También les ofrecíamos una comida caliente al día.
Todo iba bien, tal vez incluso demasiado bien, porque el alcalde del distrito 5, donde se encuentra el barrio de Ferentari, decidió implementar su propio programa de asistencia en ese colegio, eliminando las actividades creadas por Valeriu Nicolae y sus voluntarios. Pero Valeriu Nicolae no se rindió y creó Casa Bună (la Casa Buena). En un edificio adyacente a su domicilio, también ubicado cerca del barrio de Ferentari, los niños del gueto pueden ir a continuar la educación después del cole. Gracias a la generosidad de los donantes y el trabajo de muchos voluntarios la Casa Buena se abrió un mes después de la compra, en el otoño de 2019. Valeriu Nicolae:
“Compramos dos minibuses y, junto con los coches de los voluntarios, llevamos a los niños a la Casa Buena todos los fines de semana. Llegamos a tener más de 100 niños durante un fin de semana. La Casa Buena es nuestro lugar donde podemos hacer lo que queramos. También establecimos una biblioteca muy buena y las cosas van por el bueno camino, ya que contamos con el apoyo de muchas personas. Incluso unos chefs famosos vinieron y cocinaron para los niños.
Todo iba muy bien hasta que se decretó el estado de emergencia causado por la pandemia COVID-19. Los colegios cerraron y el aislamiento se ha convertido en la palabra clave. Los niños ya no podían ser llevados a la Casa Buena. Pero aun así, se han encontrado soluciones:
Los niños estaban progresando y no podíamos interrumpir sus actividades. Por lo tanto, comencé a instalar computadoras y puntos de acceso en el gueto. Recibí algunas tarjetas con acceso ilimitado a Internet, recibí algunos teléfonos antiguos y volví a mi antiguo trabajo de informático. Instalamos las computadoras y las equipamos con todo el software educativo necesario y ahora tenemos más de 50 voluntarios que trabajan diariamente en línea con estos niños. Estudian todos los días, desde su casa; en línea, los mantenemos conectados.
En el gueto, las restricciones de ahora y la suspensión de muchas actividades económicas están haciendo la vida aún más difícil. Valeriu Nicolae y sus voluntarios reciben donaciones de varias compañías y traen productos lácteos, productos de panadería, diversos alimentos, café, té, etc.
“Logramos cubrir las necesidades alimentarias. Muchas de las personas de allí perdieron sus trabajos. Pero desde que comenzó el aislamiento, nuestras familias están bien, logramos cubrir sus necesidades. Espero que podamos seguir haciéndolo, pero las condiciones están empeorando en el gueto. Aunque la gente allí, incluso los usuarios de drogas, me conocen bien, el contexto a veces comienza a volverse violento, porque los adictos también quieren comida. Saben que vine allí para ayudar a los niños, pero ellos también necesitan comida. Además, la violencia doméstica y los abusos de todo tipo han aumentado considerablemente. Y, desafortunadamente, en áreas como esta, nadie entra para detener estas cosas.
Según las estimaciones de Valeriu Nicolae, solo en Bucarest hay docenas de niños desfavorecidos que no tienen acceso a recursos educativos en línea y que, durante este período de aislamiento, cuando las escuelas están cerradas, corren el riesgo de abandonar la escuela de forma permanente.