Aspectos menos conocidos sobre el miedo en la sociedad
La psicoterapeuta nos Daniela Ionescu explica mejor los síntomas del miedo en este período incierto.
Luiza Moldovan, 02.11.2022, 15:58
Se siente a nivel mental, pero se manifiesta fuerte a nivel físico. La mayoría de nosotros se sienten incómodos cuando lo experimentan, mientras que otros lo buscan encarecidamente. Nada más reconocer el miedo, la amígdala cerebral, un órgano pequeño, situado en medio del cerebro, se vuelve activa, es decir alerta al sistema nervioso, que pone el cuerpo en marcha.
La amígdala cerebral es un componente del sistema límbico, que desempeña funciones importantes en lo relativo a las emociones y al comportamiento. Su papel más conocido es el de procesar el miedo. Al ser una de las partes «primitivas», básicas del cerebro, también está implicada en procesar los efectos de los distintos olores biológicos que afectan el comportamiento sexual o materno, como por ejemplo las feromonas.
La psicoterapeuta Daniela Ionescu explica mejor los síntomas del miedo:
«El miedo te puede aportar la energía y la determinación necesarias para hacer cosas. Pero demasiado miedo se puede convertir en ansiedad y ataques de pánico, es decir sufrimiento físico y psíquico difícil de llevar. Por ejemplo, si no temieras morirte de frío en invierno, ¿renunciarías a tus vacaciones de ensueño para gastarte todo el dinero en un sistema de calefacción de alto rendimiento? Los síntomas físicos del miedo incluyen temblores, episodios de transpiración, latidos fuertes del corazón, respiración acelerada, problemas estomacales e intestinales o la incapacidad de mantener relaciones sexuales. Entre los síntomas psicológicos están la inquietud, la agitación, el sentimiento de no controlar la situación, la hiperreactividad, que puede desembocar en agresividad.»
El miedo se utiliza en todos los niveles de la dinámica social, de modo que, si no estás atento, puedes ser manipulado sin que te des cuenta siquiera. Pese a no tener carácter pedagógico, la amenaza de que viene el bu, que se les dice a los niños, surte efecto: los niños harán lo que se les pida, aunque no quieran. Y lo harán por miedo. Cuando somos adultos, el bu cobra otras formas. Puede ser la amenaza del banco de que te vayas a quedar sin casa, si no pagas más rápido, o la amenaza del jefe de que te eche, si no haces esto o lo otro. Sea como sea, se trata de una manera muy eficaz de manipular.
La psicoterapeuta Daniela Ionescu ofrece más detalles:
«Si personas con autoridad te presentan repetidas veces o de manera exagerada peligros reales o imaginarios, que te infunden miedo, y esas mismas personas te ofrecen soluciones, es posible que seas víctima de una manipulación. Cuando acusamos a otros de lo que sentimos, dotamos a esas personas de la capacidad de controlar nuestras emociones y, por ende, nuestro comportamiento también.»
El miedo empaña la mente. Dejas de pensar con claridad. En el contexto de una guerra, por ejemplo, demasiada información impactante puede estropearte el radar del cerebro. Ya no puedes distinguir entre la realidad y la ficción. Es como si tomaras parte tú mismo en la guerra. El miedo es distinto de la fobia y se puede volver adicción.
Daniela Ionescu lo explica:
«Los sucesos desastrosos o que son presentados como si fueran desastrosos generan un entorno social de miedo. Si te ayuda a encontrar soluciones, el miedo es bueno. En cambio, si te hace permanecer centrado en el problema, esto llevará al agotamiento y el agotamiento significa depresión, es decir falta de reacción ante un peligro mortal. Dicho de otra manera, un poco de miedo puede salvarte la vida. Mucho miedo es posible que te mate. El miedo se aprende. Sus hormonas pueden causar adicción, porque resulta agradable experimentar el efecto de la adrenalina, pero dura poco. Puedes llegar a buscar los peligros y, si no hay, te los puedes imaginar.»
El miedo te puede mantener a salvo. Es una emoción humana compleja. Puede tener efectos positivos, que te saquen de apuros, pero también puede tener consecuencias de lo más nefastas.
La psicoterapeuta Daniela Ionescu:
«Si definiéramos al ser humano como una máquina biológica, entonces el miedo, una emoción primaria, instintiva, sería el motor de su mecanismo de supervivencia. Tenemos en el cerebro un tipo de antena que escanea continuamente el entorno interno y externo, en busca de potenciales peligros. En otras palabras, el estado natural de nuestro organismo es de alerta. Cuando detecta un peligro, el cerebro declara estado de emergencia y moviliza todas las fuerzas de reacción rápida — la adrenalina y el cortisol, que son las denominadas hormonas del estrés. Son las que preparan el cuerpo para un comportamiento como el de luchar o huir. Por lo tanto, las emociones, en general y el miedo, en particular determinan de manera directa nuestro comportamiento, eludiendo la razón. El problema es que nuestro cerebro no puede distinguir muy bien entre un peligro real y uno imaginario. Por ejemplo, si lees material relativo a una guerra, ves imágenes de una guerra, piensas en una guerra, tu cuerpo reaccionará como si estuvieras participando directamente en la guerra.»
Traducción al español : Gabriela Ristea