Aislados en Rumanía
Ellos son los invitados de hoy, convertidos en un personaje colectivo denominados según la mejor serie producida por la television pública: Aislados en Rumanía.
România Internațional, 11.11.2020, 17:45
«Después de más de veinte años de matrimonio, mi esposo falleció. Me quedé sola, no tengo hijos, no tengo a nadie. Paso mis días llorando, no tengo con quien hablar, estoy sola. Muchas veces, cuando me siento a la mesa, cojo otra silla por si alguien llega a acompañarme. Después, cuando me doy cuenta de que no va a venir nadie, empiezo a llorar y dejo de comer. Me levanto de la mesa y me dedico a los quehaceres del hogar. Aquí está el fin del mundo. No hay lugar más difícil que este bosque. Para nosotros es una tortura.»
Hay tanta tristeza y resignación en la voz de esta mujer que toda su vida ha vivido en algún lugar en las montañas de Rumanía. Como ella hay muchos y desafortunadamente nadie conoce sus historias. Ellos son los invitados de hoy, convertidos en un personaje colectivo denominados según la mejor serie producida por la television pública: Aislados en Rumanía. Nadie podría describir mejor a este personaje coletivo que la periodista Dite Dinesz, quien en 2006 se fue a las montañas para buscar a los interlocutores de sus reportajes.
”Se trata de un personaje colectivo que ojalá en un determinado momento desaparezca, pero desafortunadamente siempre lo encuentro y todavía hay gente que no tiene a nadie con quien hablar, a quien nadie visita. Hay tanto hombres como mujeres, siendo la mayoría de ellos ancianos. Los que tienen hijos tienen oportunidades de irse, aunque en Rumanía hay dos o tres escuelas que siguen funcionando en las montañas, pero pienso que dentro de algunos años dichas escuelas cerrarán sus puertas porque no hay más jovenes. Sin embargo, este personaje colectivo es una cultura que no debería desaparecer, pero desgraciadamente desaparecerá: es el poder del hombre de vivir en una casita pequeña de madera, de disfrutar de cada día, de no pedir nada y de saber que lo que recibe es suficiente. Por lo tanto si alguna vez deseáramos crear un museo de Rumanía, deberíamos empezar con las aldeas aisladas.”
Dite Dinesz afirma que los reportajes ”Aislados en Rumanía” son una noticia sobre otro mundo, un regalo, una bendición y una oración. Nosotros decimos que, en igual medida, son la expresión de la condición humana ancestral precaria en un mundo moderno, a veces demasiado superficial o que ignora a sabiendas a semejantes personas.
”Los campesinos llevamos una vida muy dura. Ganamos de lo que vendemos. Si no podemos vender, nos morimos de hambre. Ayer fui al mercado a vender algo. No vendí nada. Apenas pude comprarme un pan. Hay comida, pero nadie te la ofrece gratuitamente. Tienes que ir a trabajar. Si no trabajas, te mueres.”
Los aislados de Rumanía, al igual que el anciano al que acabamos de escuchar, no son turistas. Ellos son los habitantes de las aldeas aisladas, no tienen caminos pavimentados, tiendas u hospitales. Sólo el sacerdote los visita de vez en cuando para bendecirlos. ¿Se imaginan vivir en semejante lugar, no un día o dos, sino toda una vida? Habríamos estado en su lugar si no nos beneficiáramos del confort y de los privilegios que tenemos, según afirma Dite Dinesz, quien también completa el cuadro:
”Los ancianos y los pobres suelen criar animales, pero ya no pueden trabajar la tierra alrededor de la casa y por esto no reciben subvenciones. Los jóvenes, como les he dicho, se fueron. Esta gente no paga facturas de agua y el precio de la factura de electricidad es muy reducido porque la mayoría de ellos no tiene televisor. Sus pensiones son muy pequeñas. Hace algunos días, una anciana me contó que su pensión no superaba los 15 lei (el equivalente a 3 euros), pero sé que hay gente con pensiones de 6 y 8 lei.”
Si nadie sube hasta los ”aislados”, entonces Dite Dinesz, acompañada por sus compañeros Marius Danci y Constantin Buță, los baja a través de la televisión a las casas de todos los rumanos. La lección de humildad de esta gente es abrumadora, no se queja de nada y no culpa a nadie. Acepta su vida como tal, con sus temores y privaciones. Su mayor temor es que esta manera de vivir, lejos de la civilización, en medio de la naturaleza acabe una vez con ellos. Estas personas afirman que les basta lo que tienen, pero les faltan las alegrías y las esperanzas.
Un poco de esperanza llega por intermedio de Dita Dinesz quien no para de hablar por teléfono cuando no trabaja:
”Intento solucionar muchos problemas por teléfono. Esta mañana, por ejemplo, he conseguido leña para el distrito de Mehedinți (en el sur del país), una estufa para una familia del distrito de Alba (en el centro)… Gente maravillosa transforma mis deseos en realidad. Acabo de hablar con una enfermera de la provincia de Mehedinți quien me ha dicho que semanalmente va a un anciado y le trae comida.”
Gracias a los televidentes que ven los reportajes ”Aislados en Rumanía”, hay 100.000 personas en Facebook, Dite Dinesz, ayudada por su amiga Oana Romocea también hace voluntariado. Con los fondos recaudados para los aislados bajo la égida de la Asociación de la Diáspora Local, Dite prepara paquetes de alimentos básicos y medicamentos para la gente de la montaña. Cada mes reciben ayuda los ancianos que no tienen pensiones a pesar de haber trabajado toda su vida y las familias con niños. ¿Saben cuántas personas buenas hay en Rumanía? pregunta retóricamente Dite Dinesz. ”Son buenas porque salen de su rutina gris y hacen cosas buenas”.