Un sueño hecho realidad, el Museo del Baile en Sic
Decidió mudarse definitivamente a Rumanía en 2011, se casó en Sic (aldea situada en Transilvania, a tan solo 40 kilómetros del municipio de Cluj-Napoca), con una mujer que tenía un lago salado con las mismas características que el de Sovata. Por lo tanto, su proyecto más reciente será el de organizar una excursión con alojamiento en esta zona, chapuzón en el lago salado y baile en el Museo del Baile que creó aquí.
Daniel Onea, 30.05.2023, 13:10
Decidió mudarse definitivamente a Rumanía en 2011, se casó en Sic (aldea situada en Transilvania, a tan solo 40 kilómetros del municipio de Cluj-Napoca), con una mujer que tenía un lago salado con las mismas características que el de Sovata. Por lo tanto, su proyecto más reciente será el de organizar una excursión con alojamiento en esta zona, chapuzón en el lago salado y baile en el Museo del Baile que creó aquí.
Pero la historia rumana de Michel van Langeveld, originario de los Países Bajos, había comenzado antes:
«Bailo folclore como un fanático y empecé a aprender bailes típicos a los 20 años, en los Países Bajos. Había terminado mis estudios y, en septiembre de 1980, fui a un club de baile y me gustó tanto, que aquella tarde ingresé en aquel club. Cada semana, durante una hora y media, bailaba bailes de Europa, de Israel, de América, de todas partes. En 1984, cuando estaba en Ámsterdam, encontré en un anticuario un libro sobre Transilvania y Hungría. En 1990, llegué por primera vez a Sic, donde encontré una casa hermosa, azul, con una habitación libre. Y como tenía un poco de sed, pedí un poco de agua y me dieron pálinka. Un vaso, dos vasos, tres vasos, ya no sé cuántos fueron, y me emborraché mucho. Por la noche me fui a otra casa, y al día siguiente ya no sabía dónde estaba. “¡Dios mío! ¿Dónde estoy?” Abrí las ventanas y no había ningún coche, solo carretas y gente que llevaba trajes típicos. Era como en “Alicia y el país de las maravillas”, y ahora siempre digo que en Sic nací por segunda vez».
Michel van Langeveld nos contó cómo se especializó en bailes típicos y en bailes folclóricos rumanos en particular:
«En 1980 empecé a aprender bailes típicos y los bailes balcánicos eran muy populares en los Países Bajos. Y creo que aprendí unos 60 bailes rumanos. Y en los Países Bajos no bailábamos con música en vivo, sino con música grabada en discos y cintas. Y a veces venían profesores de Rumanía, quienes nos enseñaban varios bailes rumanos. Muchas veces, los bailes típicos se bailan en círculo, pero también en pareja. La mejor forma de aprender a bailar en pareja fue bailando danzas húngaras, pero en este caso hay también que improvisar. Se aprenden los pasos básicos de un estilo y después hay que improvisar tus propios pasos».
Ya no es una novedad que muchos extranjeros se enamoran de Rumanía y se quedan aquí, la mayoría de las veces animando los lugares donde encuentran su «casa». La historia de nuestro interlocutor ha continuado del mismo modo:
«Para mí fue también una gran sorpresa. Después de la revolución contra el régimen comunista en Rumanía, en 1989, visité este país cada año. Los húngaros de Transilvania organizaban campamentos de baile en los que uno aprendía la música y los bailes húngaros. Participé en muchos campamentos de este tipo en Transilvania, pero también crucé los Cárpatos. Conocí los bailes típicos de Moldavia, que son muy lindos. Vi lugares tan hermosos que dije que Rumanía era un verdadero museo al aire libre. Me gustan mucho las tradiciones, al igual que la gente, y, en 2004, vi en Sic una casa azul típica de Transilvania, con un techo que me pareció muy romántico y la compré el mismo año. Dos días después, fui al notario, que me felicitó por comprar una casa de baile».
Michel nos contó que las tradiciones y la belleza de la aldea de Sic y el paisaje rural auténtico hicieron que se mudara definitivamente a Rumanía. Y, después de comprar la casa, no duró mucho hasta que la convirtió en un museo.
«Después de haber comprado la casa, en 2004, y de haberme enterado de que era una antigua casa de baile, invité inmediatamente a los grupos para que bailaran para mí. Les dije que la cerveza y la pálinka eran gratuitas si llevaban ropa típica. Conseguí reunir a la mitad de la aldea. Grabamos y tomamos fotos que se pueden ver en el ático de mi casa Museo del Baile.»
Actualmente, en el Museo del Baile en Sic hay una colección de 460 pares de botas que se usan en el baile tradicional. Pero verán también instrumentos musicales y bailarán, según ha afirmado Michel van Langeveld, el holandés integrado perfectamente en la aldea, fundador de este museo único en nuestro país:
«Tengo una gran colección de violines, contrabajos. Numerosos turistas vienen gracias a la Oficina de Información Turística de Cluj-Napoca. En Sic tenemos un delta denominado Stufărișul din Sic. Me ha parecido interesante que nos visiten muchos japoneses, israelíes. Cerca de Sic está la ciudad de Gherla, importante para las comunidades de armenios de todo el mundo, pero aquí hay también una sinagoga que los israelíes quieren ver. Un día, le dije a un guía que vino con turistas israelíes que sé bailar 200 bailes israelíes. Empezaron enseguida a cantar una canción tradicional de Israel y, en unos segundos, el guía y todos los turistas empezaron a bailar. El guía, que sigue viniendo con turistas, ahora les dice que, durante los primeros 15 minutos, bailamos y después visitamos el museo».
Las habitaciones de la casa convertida en museo todavía mantienen el modelo tradicional, con una habitación decorada con bordado hecho a mano, con macramés, almohadas bordadas y alfombras tradicionales colocadas en la cama y en las paredes. También hay jirones, platos pintados y jarras, así como una pequeña colección de radios antiguas, que recuerdan los tiempos en que la gente bailaba con música emitida por la radio. Todo esto crea el ambiente de un lugar inolvidable en Rumanía: el Museo del Baile en Sic.
Autores: Daniel Onea, Ana-Maria Cononovici
Traducción al español: Monica Tarău