Historias del estanque
Cartografías, entrevistas con la gente local, descubrimientos sobre palabras antiguas y nuevas del vocabulario local, observación de las diversas influencias lingüísticas de las minorías turca, búlgara y ucraniana, así como la forma en que conviven con los neologismos modernos, y también obras artísticas: todo ello es el resultado de un proyecto multidisciplinario llevado a cabo en el pueblo de Luncaviţa, en la zona de Tulcea.
Ana-Maria Cononovici, 15.10.2024, 14:35
El pueblo está situado en una antigua zona de inundación del Danubio, actualmente tierra agrícola. Y por haber crecido allí, Dana Pârvulescu, coordinadora del proyecto Glosario. Residencia. Arte y antropología, cuenta la historia de esta investigación llevada a cabo a lo largo de dos años:
«Es el espacio donde crecí y al que quise volver de una manera que pudiera entender lo que le pasó en los últimos años, en los últimos 20-30 años, cuando los cambios marcaron de alguna forma la vida de los habitantes, pero también todo tipo de cambios que ha habido en los últimos años. Estamos hablando de ecología, de migración y así por el estilo. Hablamos, por tanto, de un espacio situado en algún lugar de la zona del norte de Dobrogea. Luncavița se encuentra entre Galați y Tulcea, después de cruzar el Danubio en Galați. Este espacio era un espacio lacustre, lo llamamos la zona de inundación del Danubio porque cuando llegaba el agua en primavera, el agua realmente alcanzaba las puertas del pueblo y de las casas. Esta zona de inundación desapareció en 1987, en un proceso de modernización y con la presa del Danubio. Mi infancia transcurrió prácticamente mucho en este espacio que era un estanque, un bosque de sauces con mucha agua, con nenúfares, con juncos, era efectivamente un universo lacustre».
También nos cuenta nuestra interlocutora sobre una realidad que hoy es difícil de imaginar por parte de quienes ven este espacio de 10 km entre el pueblo y el Danubio:
«Estos cambios fueron graduales. Inicialmente, la tierra era muy fértil junto a la presa. La gente tenía tierra en el estanque y plantaba tomates, pimientos, verduras, girasoles, todas las plantas necesarias para vivir y las cosechas eran muy ricas. Mientras tanto, las cosas han cambiado. Todavía tenemos algunos canales que aseguran el riego de ese espacio. En este momento se siembra trigo, cereales. Estamos hablando de un espacio agrícola bajo control humano, que se está explotando en este ámbito de la agricultura».
Un pueblo que de alguna manera se ha mantenido al día con la modernidad, lo que ha facilitado la interacción entre artistas, antropólogos y la población local. Dana Pârvulescu:
«Un experimento tuvo lugar el año pasado, cuando pasaron bastante tiempo juntos en el campo, por un lado, los artistas tratando de documentar lo que hacen los antropólogos y por otro, los antropólogos escribiendo y tomando muchas notas en el campo, que luego tuvieron que juntar. También se publicaron dos artículos en este sentido en la plataforma Explorador. Se trata de un ejercicio de trabajo interdisciplinario entre artistas y antropólogos. Se influyen unos a otros. Si a simple vista pudiera parecer que su trabajo no interfiere mucho, este año podría decir que las cosas han cambiado. Es cierto que algunos de ellos se conocían de antemano y eso, obviamente, ayuda, otros ya sabían el espacio donde iban a ir a investigar. Y fue entonces cuando intenté adaptarme a un espacio nuevo y a personas nuevas. Creo mucho en la interdisciplinariedad y los resultados de trabajar juntos son completamente diferentes. De hecho, esto es lo que se puede ver en la exposición de este año: Glosario. Residencia».
El resultado de la residencia en Luncaviţa fue la exposición Aquí hubo una vez agua, que se llevó a cabo en forma de laboratorio, para lo cual los participantes continuaron recogiendo los materiales recolectados en la exposición y colocándolos en los paneles, mencionó Dana Pârvulescu:
«Básicamente, en el espacio donde nos alojó, montamos un mapa que hacía referencia a la antigua zona de inundación en el que los antropólogos insertaron textos de las entrevistas que tuvieron con los habitantes. Mapeamos y añadimos en el mapa los lugares que se veían de cierta manera hace 30 o 40 años. Por ejemplo, aquí estaba la casa donde se capturaba el pescado y desde donde seguía su camino. Realmente hay un local que el año pasado dijo por donde ahora pasa el coche, antes pasaba la carreta y uno de los artistas presentes en la exposición del año pasado dibujó las huellas de unos caballos que hacían esta referencia a los caballos que avanzaban por el muelle y ahora ya no se ven estos caballos. Este año, uno de los antropólogos constata la desaparición de los animales de carga y su sustitución por triciclos eléctricos para los desplazamientos o por maquinaria agrícola. Hay un péndulo entre lo que pasó el año pasado y este año. Así que, si el año pasado marcamos este mapa, que era el elemento central de la exposición y que este año, con la ayuda de la escuela del pueblo, conseguimos colocarlo en la escuela para que sirviera de material didáctico a los niños de allí, el Glosario es un poco más específico este año. El año pasado hicimos una serie de talleres con los niños de la residencia y los niños utilizaron este término de estanque. Y luego, cuando les pregunté si sabían que había agua aquí, por qué ellos creen que se llama estanque, no supieron cómo responder. Habían adoptado esta palabra sin entender su significado completo. Hacían referencia a esa tierra árida cuando hablaban del estanque. Esta fue también la razón por la que llevamos el mapa a la escuela».
La exposición la podrán ver hasta el 22 de octubre, en el Museo Nacional del Campesino Rumano en Bucarest, en la Sala del Acuario, pero la investigación continúa y quién sabe qué más destacará.
Versión en español: Mihaela Stoian