El Museo del Consumidor Comunista
El lema ”¡Estimados compañeros, conozcan nuestro pasado!”, invita a todos los interesados a una visita por la época dorada. Más exactamente, se trata de una visita al Museo del Consumidor Comunista de la ciudad de Timisoara, un museo interactivo, en el que uno puede buscar con la mirada o el oído por entre armarios, gavetas y estantes para conocer, en el caso de los jóvenes o de los extranjeros, o recordar, en el caso de los que ya pasaron de los 30 años de edad, cómo eran las casas en la época comunista.
România Internațional, 20.11.2018, 18:15
El museo fue creado en 2015 y goza de mucho interés por parte de los vecinos de Timisoara y por parte de los turistas. El acceso es gratuito, pero los organizadores aceptan donaciones en dinero u objetos.
¿Cómo surgió la idea de crear este museo?, nos lo dice Ovidiu Mihăiţă, uno de los iniciadores del proyecto:
“Se trata de una necesidad que algunos amigos y yo sentíamos muy a menudo. Nos encantaba coleccionar objetos antiguos y al buscar por entre las cosas tiradas por los sótanos o por las buhardillas de nuestros abuelos nos dimos cuenta de que una época se estaba quedando en el olvido. Así surgió la idea de rescatar los objetos que la gente tiraba a la basura, estas reliquias del pasado. Abrimos las puertas, nos mudamos del piso en el que estábamos viviendo y lo transformamos en lo que hoy en día se conoce como el Museo del Consumidor Comunista.”
Durante cinco años, estuvieron buscando y coleccionando objetos de la época comunista y el espacio destinado a este museo se les hizo pequeño. Vuelve con más detalles Ovidiu Mihăiţă:
”Se trata de un apartamento que está en el sótano de una casa alemana de los años 30 que, además, alberga un bar y un grupo de teatro. Es un sitio muy apreciado por los turistas y es fácil de dar con él, ya que se encuentra en el mismo centro de la ciudad. Es un apartamento típico rumano de la época comunista, con el cuarto del niño, la cocina, un cuarto de estar, pasillos, baño… Los visitantes pueden ver objetos típicos del comunismo, por ejemplo en el cuarto del niño pueden ver cuadernos, mochilas, muñecas… Los objetos expuestos representan mucho más de lo que tenían los rumanos en aquellos tiempos. Hay que tener en cuenta que antes de crear el museo estuvimos coleccionando objetos durante cinco años y en los tres años transcurridos desde su inauguración, los visitantes siguieron donando objetos. La gente trae armarios, televisores, aparatos de radio y el espacio se vuelve cada vez más estrecho, pero esto me encanta porque nos alejamos de la idea de un museo clásico en el que tenemos un estante y un objeto en una pared blanca. No hacemos descripciones de los objetos, incluso los visitantes pueden tocar estos objetos, pueden buscar en las gavetas y esto suele gustar mucho a la gente.”
El visitante puede tener una interacción directa y libre con los objetos expuestos y la gente tiene reacciones muy diversas, nos confiesa nuestro interlocutor.
”La generación actual no sabe cómo se vivía en aquella época. Los más jóvenes están acostumbrados a tener confort y a tener acceso a la técnica moderna… Por ejemplo, muchos no saben cómo eran los teléfonos de disco. Pero los de mi generación tienen casi la misma reacción al pisar el umbral del museo: ”Yo también he tenido algo así” o ”Así olía la casa de mi abuela”. Las reacciones de los rumanos y de los turistas extranjeros son muy distintas. Los del este de Europa tienen casi las mismas reacciones porque han pasado por una época similar, sin embargo los chinos suelen llorar, nunca pudimos entender el porqué de sus reacciones. Pero también hay turistas alemanes o franceses que se muestran más fríos porque no entienden nada.”
La célebre botella de leche, el pez de vidrio colocado en un televisor en blanco y negro, los lápices chinos, el juego ”No te molestes, hermano”, los libros, los objetos decorativos de porcelana son tan solo algunos ejemplos de lo que uno puede admirar en este Museo del Consumidor Comunista.
Las estadísticas en internet muestran que es uno de los museos más visitados de Timisoara, aunque sus dimensiones son muy reducidas, nos confiesa Ovidiu Mihăiţă quien también añade:
”Hay personas que pasan más de ocho horas en el museo, otras, tan sólo 5 minutos. Hay gente que prefiere escuchar música, leer un libro o disfrutar de los juguetes… Pero también hay quienes echan un vistazo, publican su paso por nuestro museo en internet y se van.”
No se trata de nostalgia, sino más bien de un periplo por una época que representa un fragmento de nuestra historia, esto es el Museo del Consumidor Comunista, el tema de la edición de esta semana de nuestro programa ”Rumanía, mi casa”.
(versión española: Valeriu Radulian)