Rumanía, en el mapa del enoturismo
En Rumanía, el cultivo de la vid tiene una larga tradición, históricamente atestiguada, y que sin duda contribuye a la posición actual del país entre los primeros con una importante producción de vino. Más recientemente, el enoturismo podría adquirir nuevas dimensiones gracias a una autopista de los viñedos.
Corina Cristea, 20.12.2024, 12:45
Se han escrito muchas leyendas sobre la aparición del vino, las evidencias más antiguas se registran en las zonas del Cáucaso, Mesopotamia o Egipto. Georgia sería la cuna del vino, aproximadamente en el año 6000 a.C., según un estudio en el que participaron expertos de siete países. Para llegar a esta conclusión, los científicos utilizaron la datación por carbono de fragmentos cerámicos que habían estado en contacto con el vino. También se han descubierto evidencias en Irán, Grecia o Sicilia, así como otras relacionadas con un vino preparado con uvas fermentadas, mezcladas con otras frutas, en China, que data de hace más de 7 mil años.
Los especialistas dicen que al principio las vides eran silvestres, siendo posteriormente domesticadas. Los arqueólogos descubrieron la bodega más antigua en un complejo de cuevas en Armenia. El sitio encontrado aquí data del año 4100 a. C. y contenía una prensa de vino, recipientes de fermentación, copas y semillas de vitis vinifera.
Además del hecho de que nos deleita de las formas más inesperadas, dependiendo de su apariencia, color, aroma o consistencia, el vino en la copa cuenta la historia de generaciones enteras, de la formación de pueblos y países, explica Cătălin Păduraru a Radio Rumanía, doctor de la Universidad de Ciencias Agrícolas y Medicina Veterinaria de Bucarest, presidente del concurso internacional de vinos más importante de Europa Central y Suroriental, que lleva el nombre de Vinarium.
«Es una característica de la vid que ha cambiado fundamentalmente la migración de los grandes pueblos. Las plantas de cereales se llevan, se almacenan, en la migración las poblaciones seguían adelante, las replantaban, esperaban la primera cosecha, las recolectaban, las consumían, guardaban semillas, iban adelante. Cuando estas poblaciones migratorias de este a oeste pasaron por la cuenca del Cáucaso y se encontraron con vitis vinifera e inmediatamente llegaron al territorio de lo que hoy es Rumanía y la República de Moldavia y plantaron vides, no se fueron, porque no podían hacer un acto sin sentido. Tuvieron que esperar 4-5 años para disfrutar de los frutos de la vid. Por eso digo que alrededor de la viña se formaron pueblos y países. Ha cambiado totalmente la velocidad de movimiento de los pueblos».
En Rumanía, el cultivo de la vid tiene una larga tradición, históricamente atestiguada, que sin duda ha contribuido a que el país se sitúe, hoy en día, entre las zonas vitícolas del mundo. Pero también en términos de las cantidades de vino producidas –ocupa el decimotercero lugar en el mundo y sexto lugar en Europa– el vino es cada vez más apreciado, tanto en el país como en el extranjero.
Un vistazo al mapa vitícola revela que en Rumanía hay ocho regiones: las colinas de Moldavia, la meseta de Transilvania, las colinas de Muntenia y Oltenia, las colinas del Banato, las colinas de Crișana y Maramureș, las terrazas del Danubio, las colinas de Dobrogea, así como los arenales y otras zonas menos favorables del sur del país. Cada una de estas zonas tiene sus propias particularidades, dicen los especialistas: la altitud, la exposición o la inclinación, por ejemplo, elementos que dejan su huella en la diferente maduración de las uvas.
Estas variaciones son una ventaja para Rumanía como país productor de vino, ya que estas diferencias ecoclimáticas se traducen en diferentes variedades cultivadas en determinadas zonas y diferentes períodos de maduración de la uva. En otras palabras, una gran diversidad.
De nuevo, Cătălin Păduraru, con otra interpretación del famoso dicho latino in vino veritas, la verdad se esconde en el vino:
«Hicimos un experimento único en el mundo, logramos crear la voz del vino, la huella sonora, y en cierto momento empezamos a ver que estas voces son cada vez más diferentes. Y también llegué a una conclusión lógica, lo repito más o menos en la forma en que lo he dicho siempre, tal vez en algún momento se quede así, si confiamos en que un pedazo de silicio, un dispositivo electrónico puede registrar la memoria, ¿por qué no tener la fe de que la materia orgánica puede registrar información? De alguna manera, un vino que tiene algunos años, que ha sido testigo de algunos acontecimientos, ciertamente tiene la información incluida, nuestro único problema es que todavía no sabemos cómo descifrarla. Eso es lo que significa, en mi opinión, que la verdad se esconde en el vino».
Actualmente, en Rumanía, unas 80 bodegas practican el enoturismo –la mayoría de ellas situadas en la parte sur del país, en Muntenia– y alrededor de una cuarta parte de ellas ofrecen también la posibilidad de alojamiento. Pero Rumanía podría hacer un mayor uso de esta importante modalidad de turismo, dice Cătălin Păduraru:
«Pensamos en el Instituto del Vino, donde también está el Vinarium, un nuevo tipo de turismo que está vinculado a un gran proyecto del país, la autopista A7, que llega a la República de Moldavia, incluso desde Iași, y podría llamarse la Autopista de los Viñedos. Porque pasa por los viñedos más importantes del país, por Dealul Mare, por Vrancea, luego por Moldavia. Esto no quiere decir que minimice la importancia de los viñedos en el resto del país. Se puede desarrollar un nuevo tipo de turismo, el turismo de caravanas. No se pueden construir docenas de hoteles en bodegas de la noche a la mañana. Se pueden organizar espacios para acampar y caravanas, pero durante la noche, todo lo que necesitan es agua y electricidad. Y podemos tener, en esta carretera, una gran cantidad de extranjeros que opten por este tipo de turismo».
De repente, las bodegas podrían llenarse, afirma Cătălin Păduraru.
(Versión en español: Mihaela Stoian)