¿Qué sigue después de Crimea?
Notable en igual medida por su eficiencia y cinismo, la anexión por parte de Rusia de la península ucraniana de Crimea fue, en opinión de los especialistas en geopolítica, una obra maestra del género.
Bogdan Matei, 04.04.2014, 12:15
Notable en igual medida por su eficiencia y cinismo, la anexión por parte de Rusia de la península ucraniana de Crimea fue, en opinión de los especialistas en geopolítica, una obra maestra del género. Toda la operación duró menos de tres semanas y se produjo casi sin derramar sangre. La invasión armada estuvo acompañada por un discurso en el cual Moscú se valió de innumerables argumentos aparentemente razonables.
En el contexto histórico, Crimea perteneció hasta el año 1954 a la antigua Unión Soviética, cuando el líder de entonces, el ucraniano Nikita Jrushchov, la transfirió a Ucrania bajo la autoridad de Kiev. En el contexto demográfico, la mayor comunidad de la península no la representan ni los ucranianos ni los tártaros, sino los rusos, en su mayoría poseedores de pasaportes rusos.
Democráticamente, estos votaron casi unánimemente, mediante referéndum, por la vuelta a Rusia, y Moscú tiene el deber de defender a sus ciudadanos de la amenaza del nacionalismo ucraniano. Finalmente, desde la perspectiva del derecho internacional, tenemos el precedente de la provincia serbia de Kosovo, que bajo la protección occidental salió del control de Belgrado y se transformó en un estado independiente. En comparación con el episodio de Crimea, las correcciones anteriores aplicadas por la Rusia postsoviética a sus antiguas colonias fueron más brutales e inhábiles. Se necesitaron combates saldados con cientos de muertos para que bajo la protección de las tropas rusas, en 1992, Transnistria se separara de facto de la República de Moldavia, mayoritariamente rumanófona, y en 2008, cuando los tanques del antiguo Ejército Rojo se acercaban a Tiflis, Abjasia y Osetia del sur desaparecieran del mapa de Georgia.
Los analistas y las cancillerías occidentales no ocultan la preocupación de que también para el líder de Kremlin, Vladímir Putin, el apetito venga comiendo y así el apetito territorial de Moscú reclame más ofrendas. El propio Putin ha declarado que para el ejército ruso, “los acontecimientos de Crimea constituyeron un examen”. El secretario general de la OTAN Anders Fogh Rasmussen ha reconocido que teme que los futuros blancos sean las provincias rusófonas y rusófilas del este de Ucrania, mientras que el presidente de Rumania ha manifestado angustias compartidas por toda la comunidad europea y euroatlántica:
“Ya no podemos calificar los incidentes del año 2008, cuando la Federación Rusa ocupó Abjasia y Osetia del sur, de incidentes aislados. Luego vino Ucrania y cualquier político, igual que cualquier estratega militar, se tiene que preguntar qué o quién vendrá después. Ya se trate de Transnistria o de la República de Moldavia, son preguntas que cada uno puede hacerse. La impredecibilidad de la Federación Rusa nos obliga a analizar opciones y posibilidades de reacción.”
El primer ministro de la República de Moldavia Iurie Leancă ha manifestado a su vez la preocupación por unas posibles repercusiones del precedente de Ucrania en la República de Moldavia.
“Existe el régimen secesionista transnistrio que, desgraciadamente, a través de decisiones unilaterales, puede provocar semejantes situaciones”, ha advertido el jefe del gobierno pro occidental de Chisináu. El analista militar Cornel Codiță, general en reserva del Ejército Rumano, no parece estar convencido de las similitudes entre Ucrania y la República de Moldavia:
“Son dos estados cuyo peso político y problemas de índole histórica, jurídica y legal difieren. Es cierto que después de Crimea muchos pensaron que podría llegar el turno de Transnistria. Yo creo que este movimiento de Rusia crea suficientes problemas para que durante un largo período estos episodios no vuelvan a aparecer. Por otra parte, Ucrania es un objetivo estratégico para Rusia, mientras que Transnistria o la República de Moldavia solo representan las opciones auxiliares de una política que Moscú, de todas maneras, pondrá en aplicación.”
¿Puede ser Chisináu protegida por la UE y la OTAN? De un lado, los acuerdos de asociación y libre comercio con la Unión se rubricaron en el pasado otoño y pronto podrían firmarse. Del otro, la pertenencia de la República de Moldavia a una alianza militar está excluida mediante la Constitución, pero después del incidente de Crimea hay quien dice que este tabú ha caducado. Volvamos a escuchar a Cornel Codiță:
“La UE replicó acelerando el proceso de asociación. Muy probablemente, un posible trayecto hacia la OTAN se resuma en un debate interno, en primer lugar político, en la República de Moldavia, y solo tras tener la posición clara de Chisináu estaremos en condiciones de decir si el mismo es creíble, se puede acelerar, o no es posible.”
Por el momento, el gran reto para Putin es la propia región de Crimea, vista a través de los efectos financieros de esta anexión, declaran los expertos del centro de análisis Early Warning de Bucarest. Los costes de la invasión propiamente dicha podrían alcanzar los 9.000 millones de dólares. Las pensiones y los salarios de los funcionarios de Crimea, de hoy en adelante empleados del estado ruso, superan los 1.500 millones, teniendo en cuenta que los gastos anuales del gobierno federal de Moscú rondan los 400.000 millones de dólares. Putin ha demostrado que el prestigio prevalece sobre los costes y que está preparado a asumir el riesgo en nombre de la magnificencia, anota Early Warning. Por el momento, los rusos valoran positivamente la decisión de sus líderes frente a Crimea, pero la inflación, que tarde o temprano aparecerá, cambiará drásticamente su actitud. En consecuencia, declaran los analistas, la cuenta de Crimea les podría salir cara.