Pruebas de estrés en las fronteras
La concentración de fuerzas rusas en la frontera con Ucrania está siendo monitoreada muy de cerca, ya que hay temores de que Moscú esté preparando un ataque a gran escala que probablemente podría lanzarse en enero.
Corina Cristea, 10.12.2021, 19:34
La concentración de fuerzas rusas en la frontera con Ucrania está siendo monitoreada muy de cerca, ya que hay temores de que Moscú esté preparando un ataque a gran escala que probablemente podría lanzarse en enero. Rusia ya ha reforzado su presencia en la zona con tanques y con casi 100 000 militares y continúa el despliegue de fuerzas mientras la situación se vuelve cada vez más tensa. Lo que no hicimos en 2014, estamos listos para hacerlo ahora, advirtió el líder de la Casa Blanca al líder del Kremlin, refiriéndose a la posibilidad de una nueva invasión rusa en Ucrania, similar a la que resultó en la anexión ilegal de Crimea. Durante una conversación segura de vídeo entre Biden y Putin, el presidente de Estados Unidos advirtió que, si Rusia invade Ucrania nuevamente, EE. UU. y los aliados europeos responderán con fuertes medidas económicas, Washington proporcionará más equipamiento de defensa a Ucrania y la posición de los aliados en el flanco este de la OTAN se fortalecerá. Por otro lado, Vladimir Putin dice que su ejército no supone una amenaza para nadie y exige garantías de que la OTAN no se expandirá hacia el Este y, por lo tanto, a Ucrania. Moscú acusa a la Alianza de destruir rápidamente la arquitectura de seguridad de Europa, incluso mediante el despliegue de un escudo antimisiles en Rumanía y Polonia, y de expandir su infraestructura militar hasta las fronteras de Rusia. Invitada a Radio Rumanía, la profesora Alba Popescu de la Universidad Nacional de Defensa, ha hablado sobre la situación geopolítica de la zona:
“De hecho, la causa fundamental es la ubicación de esta región desde una perspectiva geográfica, en el llamado istmo póntico-báltico, considerado por algunos geógrafos como la verdadera frontera de Europa. Una franja de tierra entre la costa sur del mar Báltico y la costa norte del mar Negro, entre la puerta de Moravia y las montañas del Cáucaso, que es un espacio intermedio desde un punto de vista geopolítico, ubicado entre esta potencia que controla desde hace siglos el espacio central de Eurasia y que ahora se llama Federación de Rusia, por un lado, y las potencias dominantes de la Europa atlántica, por el otro. Un área que, geográficamente, está dominada por la llanura y que representa la frontera occidental de la Federación de Rusia. Aquí es donde comienza el problema, porque es su frontera más vulnerable. Además, es un espacio con un enorme valor geoestratégico, porque es un territorio que puede transformarse en una barrera o en una puerta que facilite o impida, por el contrario, los flujos entre Europa y Asia, entre el norte del continente y el sur del continente. Entonces, es un espacio —como se le llama en geopolítica y geoestrategia—, un espacio pivotal, un eje y un nexo desde un punto de vista geoeconómico, geopolítico, por lo que es el espacio geoestratégico más valioso de Eurasia.
Para evitar que se llegue a una confrontación, dice Moscú, la condición imperativa son garantías de seguridad a largo plazo con valor legal vinculante, que en el futuro excluirían cualquier ampliación de la OTAN hacia el Este y el despliegue de armas en las fronteras de Rusia que amenazaran su seguridad. La posición de Moscú está relacionada con el círculo de seguridad de Rusia, según explica la profesora universitaria Alba Popescu:
“El anillo de seguridad está formado por esos Estados y masas de agua que rodean a Rusia, este coloso terrestre, y que tiene la forma, por así decirlo, de un anillo. Los rusos consideran este anillo de seguridad como un espacio donde su influencia es de facto, como un espacio de importancia vital y estratégica para ellos. Entonces, cualquier cosa que se acerque a su frontera se considera una amenaza directa. Por lo tanto, este anillo de seguridad representa la línea roja. Los Estados del anillo de seguridad incluyen Ucrania, los Estados de Transcaucasia, Moldavia y Bielorrusia. Todos estos Estados forman parte del anillo de seguridad. Por lo tanto, cuando Rusia note un avance o un intento por parte de estos Estados de alejarse de la zona de influencia rusa y unirse a la esfera de influencia occidental, en ese momento Rusia actuaría. Y lo hemos visto; ya actuó de manera inmediata en los años 90. En el momento posterior al desmantelamiento del imperio, orquestó estos conflictos, conflictos congelados y avivados periódicamente, como hemos visto. También lo hemos visto en Ucrania, también en Georgia, en Nagorno Karabaj… Ahora las cosas están evolucionando mucho en esta región. Y todas tienen que ver con este imperativo de Rusia, un imperativo estratégico, ya histórico, de dominación de la región, que se incluyó desde la época del zar Pedro entre los objetivos de dominación de las potencias orientales y que, hoy, se materializa a través de acciones híbridas de la Federación de Rusia en esta región póntico-báltica. Es decir, en la zona del Póntico, en la que nos encontramos nosotros y, por supuesto, en la zona del Báltico, donde los objetivos son diferentes, donde también están los países bálticos, Polonia y Suecia. Entonces esa sería la explicación de este comportamiento que se está volviendo cada vez más agresivo.
El conflicto en Ucrania no se resolverá, desde mi punto de vista, dice Alba Popescu: Rusia no tiene ningún interés de avivarlo en el próximo período, pero tampoco de resolverlo de una forma u otra; Ucrania debe permanecer en esta zona gris junto con los demás Estados. La OTAN considera inaceptable incluso la idea de que Rusia pueda tener su propia esfera de influencia, explica el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg. El surgimiento del problema en sí refleja una idea que debería aumentar nuestra vigilancia y que es inaceptable, esta idea de que Rusia tendría una esfera de interés. Eso significaría un reconocimiento efectivo de que Rusia puede controlar lo que hacen sus vecinos, que son Estados soberanos, dice Stoltenberg.
(Corina Cristea)