Los peligros de las “fake news”
Más allá de haber conseguido trastornar a todo el planeta, el nuevo coronavirus tiene también otros papeles importantes, siendo uno de ellos el de poner a prueba a la sociedad y su vulnerabilidad ante las fake news.
Corina Cristea, 11.09.2020, 10:20
Desde el principio de la pandemia han sido enviados mensajes oficiales de que, paso a paso, esta va acompañada de la infodemia, es decir de un verdadero bombardeo de información o más bien de desinformación que amplifica, cambia el contorno. Hay muchas razones que pueden estar detrás de las fake news. Pueden ser intereses políticos o de los activistas antivacunas, por ejemplo, se puede intentar desprestigiar o, por el contrario, construir un perfil que favorece a una persona en detrimento de otra. El fenómeno en sí no es nuevo, pero ha aumentado mucho a la vez con el ascenso extraordinario de las plataformas digitales. Lo que se debe entender es que el término “fake news no equivale a noticia falsa.
La desinformación digital no tiene que ver con el periodismo, según ha explicado en Radio Rumanía la catedrática doctora Alina Bârgăoanu, experta en el Grupo de Alto Nivel sobre Noticias Falsas y Desinformación de la Comisión Europea. El ecosistema de comunicación, de información, ha cambiado de manera fundamental en los últimos años, el entorno digital ha causado una gran dislocación en este sistema, y la prensa convencional es incluso una víctima colateral de este increíble ascenso de las plataformas digitales, ha afirmado la señora Bârgăoanu:
El uso del término «fake news» es engañoso, porque si lo usamos nos lleva a la idea de diferencia entre la verdad y la falsedad, y de hecho, el megafenómeno de la desinformación digital no tiene que ver necesariamente con un fraude con la verdad, sino es un fraude con el uso de nuestro perfil personal, de los datos personales, se centra en nuestra cualidad de usuarios de plataformas digitales.
El peligro está en la manipulación, favorecida por el uso de algoritmos. Es decir que las “fake news se construyen según los intereses y se entregan a ciertas personas, según el comportamiento registrado en las redes sociales. Desde aquí, las cosas son bastante sencillas. No es complicado influenciar a una persona cuyo perfil conoces muy bien, hacerla resonar y compartir una información que parece confirmar sus temores o prejuicios. En esta ecuación, el binomio formado por Facebook y Google tiene un papel sumamente importante a través de la recopilación de datos y la difusión rápida y fácil de la información a un gran número de usuarios, muy bien apuntados justamente porque su perfil se puede realizar fácilmente. Hay artículos publicados por los servicios de Intelligence de Israel en los que se afirmaba que podían estimar la disponibilidad de algunas personas para hacerse explotar basándose en el chocolate que consumían, ha ejemplificado la señora Alina Bârgăoanu, quien ha explicado en detalle el fenómeno de las fake news:
Las fake news ni son noticias ni son falsas. Evidentemente que podemos hablar también de esta especie del periodismo, es decir de errores en la información, de la desinformación que se lanza al mercado de forma asumida. Pero la mala noticia es que no estamos hablando de noticias, sino que podemos hablar de emociones, de memes, de pequeños vídeos, de caricaturas, podemos hablar de hashtags, y no estamos hablando de algo falso. Una información puede ser muy adecuada, pero si se amplifica a través de algoritmos, a través de motores de búsqueda, se convierte en una fake porque entra en una competición desigual con una información igual de verdadera que no está siendo promovida. Es un fenómeno al que he llamado «desinformación 2.0» para llamar la atención sobre el hecho de que es un fenómeno totalmente nuevo, relacionado con la explosión de las plataformas digitales y no tiene que ver con el periodismo.
Nosotros, en Rumanía, hemos caído en la trampa de hablar de las fake news en términos de “verdadero o “falso, ha destacado la catedrática Alina Bârgăoanu:
Creo que la diferencia fundamental está entre lo que es viral y lo que no, lo que puede llagar a los motores de búsqueda y lo que no llega a los motores de búsqueda, lo que promueve Facebook o lo que se saca de Facebook. Hay mecanismos que sacan de las plataformas, hay mecanismos a través de los cuales Google puede poner tu nombre en el primer lugar o en el centésimo. Esto no significa que no existes, pero a través de una maniobra de Google, eres una personalidad, y a través de otra, prácticamente no existes en el espacio público. Creo que cuando estamos hablando del amplio fenómeno de la desinformación digital no tenemos que hablar en términos de «verdad» o «falsedad», sino que hay que hablar de los cambios fundamentales que han causado las plataformas digitales respecto al ecosistema de la información.
En la mayoría de los casos, en las fake news hay exageraciones alarmistas, y su propagación está siendo ayudada por su carácter preponderantemente alarmista, por el hecho de que, en la mayoría de los casos, hay una infusión de información que intriga o causa cólera. Pueden generar tensiones, pueden hacer que las personas, las instituciones y la cohesión social sean vulnerables. Igualmente inquietante es que, en gran medida, ellas continúen cumpliendo los objetivos de aquellos que las hayan generado incluso después de ser desmentidas. Dicho de una manera muy plástica, las fake news afectan al juicio, y un cerebro asaltado es mucho más vulnerable ante la manipulación. Manipulación que identificamos como una parte importante de la guerra híbrida, si detrás de ella hay actores estatales. El objetivo es el de generar cambios en la mente colectiva para que, al estimular el descontento, la frustración y el odio, obtengan un resultado político, por ejemplo, la creación de unos partidos antieuropeos, anti-Occidente, que conlleve un cambio dramático de paradigma geopolítico y de seguridad.
Versión española: Monica Tarău