Los gitanos, Rumanía, Europa
Con una vehemencia poco común en los ambientes diplomáticos, la ministra sueca de Asuntos Europeos Birgitta Ohlsson ha expresado su “furia” contra lo que ha llamado el desinterés de Rumanía por la integración de los gitanos. Sus declaraciones, evidentemente carentes de apoyo, son, sin embargo, sintomáticas de la percepción errónea de algunos gabinetes occidentales sobre la situación real. Antes de las declaraciones de la mandataria de Estocolmo hubo también voces en Roma, Paris, Bruselas o Londres que le reprocharon a Bucarest la pasividad o la indiferencia frente a este asunto que algunas voces de la prensa o de la clase política europea tratan de calificar de exclusivamente rumano. Sin embargo, las cifras son hablan por sí solas.
Bogdan Matei, 18.04.2014, 20:20
Con una vehemencia poco común en los ambientes diplomáticos, la ministra sueca de Asuntos Europeos Birgitta Ohlsson ha expresado su “furia” contra lo que ha llamado el desinterés de Rumanía por la integración de los gitanos. Sus declaraciones, evidentemente carentes de apoyo, son, sin embargo, sintomáticas de la percepción errónea de algunos gabinetes occidentales sobre la situación real. Antes de las declaraciones de la mandataria de Estocolmo hubo también voces en Roma, Paris, Bruselas o Londres que le reprocharon a Bucarest la pasividad o la indiferencia frente a este asunto que algunas voces de la prensa o de la clase política europea tratan de calificar de exclusivamente rumano. Sin embargo, las cifras son hablan por sí solas.
De los casi 12 millones de gitanos que viven en nuestro continente, en Rumanía hay solo 620.000, lo que equivale al 3,3% de la población total de Rumanía. El problema de esta minoría, en efecto, la más numerosa en Europa, que carece de una patria que pueda reivindicar y por cuya protección pueda abogar, es desde hace ya bastante tiempo un problema general europeo. Los gitanos, víctimas de los prejuicios en todas partes, también son víctimas del celo de los gendarmes franceses o bien son el blanco del discurso xenófobo de la extrema derecha húngara. Los gitanos, percibidos en el mejor caso como pintorescos, cuando no se les asocia con la pereza, la marginalidad, la delincuencia, la suciedad y el desorden, siguen siendo un cuerpo ajeno en medio de muchas sociedades de este continente, aunque tras haber salido inicialmente del noroeste de la India, hubieran llegado a Europa hace casi un milenio. En una radiografía seria, pero igualmente exacta, el presidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso reconocía lo siguiente:
“Muchos gitanos siguen viviendo en la pobreza y están socialmente excluidos en algunas poblaciones de Europa. Es inaceptable que en ciertas ciudades los niños gitanos sean matriculados en las escuelas para los niños con discapacidades mentales y así pierdan toda posibilidad de recibir una educación a través de la cual puedan alcanzar su potencial, para luego ser remunerados según su verdadero valor. Es inaceptable que los gitanos sigan siendo discriminados en los hospitales, en el empleo, en la escuela y que no tengan una vivienda y, por tanto, no tengan un porvenir. Además, es totalmente inaceptable que la retórica racista antigitana gane popularidad entre los ciudadanos europeos.”
Aunque, a su vez, la organización para la protección de los derechos humanos Amnistía Internacional reconocía que en casi toda la Unión Europea se registran abusos incluso por parte de las autoridades locales. En nombre de dicha organización, Nicolas Beger afirma lo siguiente:
“Es la hora de ir más allá de las palabras. Hacen falta compromisos claros de parte de las autoridades locales, responsables en muchos casos de desalojos forzosos o de la segregación de los gitanos. La violencia por razones raciales, incluso de la policía, debe cesar. Todavía esperamos que los mandatarios de la Comisión Europea inicien procedimientos de incumplimiento contra los países que violan los derechos de esa etnia.”
Lejos de ser un caso singular en Europa, Rumanía tiene su propio pasado histórico vinculado a dicha comunidad. Desde la Edad Media hasta el siglo XIX los gitanos, reducidos a la condición de esclavos, eran una mano de obra muy barata para los aristócratas o para los monasterios de la época. El Estado rumano moderno los liberó de la esclavitud, pero después los ignoró. Durante la última conflagración mundial, parte de ellos fueron deportados por el régimen del mariscal Ion Antonescu, aliado de la Alemania nazi. Por métodos evidentemente policiales, la dictadura comunista posbélica los sedentarizó forzosamente.
En la sociedad, los prejuicios todavía se mantienen hoy en día. De todas las minorías de Rumanía, los gitanos siguen siendo los peor percibidos por la mayoría de los ciudadanos. El mismo presidente Traian Băsescu reconoce que más del 50% de los gitanos que trabajan tienen un bajo nivel de formación, mientras que los que terminaron sus estudios tropiezan con muchas dificultades a la hora de encontrar un puesto de trabajo acorde con su preparación. El presidente subraya que las evaluaciones hechas por Bruselas son exactas, pero que todavía queda mucho por hacer:
“Las conclusiones de la Comisión no son negativas y reconocen algunos progresos. Por ejemplo, subrayan el hecho de que hayamos reservados plazas en las universidades para los jóvenes gitanos. También destacan los progresos que se hicieron en cuanto a la matriculación de los niños gitanos en la escuela primaria, pero eso es poco. Claro que los informes de la Comisión siempre nos brindan esperanza. Sin embargo, la realidad, y no solo en Rumanía, es inaceptable para los gitanos. Por otra parte, por mucho que hagan los gobiernos y las administraciones locales, si no hacemos una asociación dentro de la cual la minoría gitana pueda evolucionar positivamente, no conseguimos nada.”
El presidente Băsescu lamenta también el hecho de que en Rumanía gran parte de los gitanos que se integraron en la sociedad ya no reconozcan a su etnia. Hay historia de éxito en las artes o en el deporte, en los negocios así como en la política, pero son muchos los que niegan su origen. A su vez, los sociólogos señalan que incluso en los censos, hay gitanos de confesión cristiana ortodoxa que, víctimas de los complejos de inferioridad, se declaran rumanos, hay gitanos católicos en Transilvania, en el centro del país, que se declaran húngaros o musulmanes en Dobrogea, en el sudeste de Rumanía, que se declaran turcos en los censos. Mientras no solo la mayoría rumana sino también la minoría gitana no se liberen de los prejuicios, la integración de los gitanos quedará un proceso lento y con resultados dudosos.