Vigilancia política en el mundo rural de Rumanía
La vigilancia política ejercida en Rumanía entre los años 1945 y 1989, durante el régimen comunista, fue uno de los pilares del terror en los que se basó su funcionamiento.
Steliu Lambru, 16.08.2021, 13:04
La vigilancia política ejercida en Rumanía entre los años 1945 y 1989, durante el régimen comunista, fue uno de los pilares del terror en los que se basó su funcionamiento. La Securitate (la policía secreta), la Miliția (el nombre oficial corto de la policía) y las redes de informantes formaron un triángulo de maldad que condenó a personas inocentes a la detención y persiguió a otras sólo por sus opiniones políticas o porque defendieron sus medios de vida. El aparato de vigilancia política y represión fue ubicuo y cometió todo tipo de delitos contra la persona, incluido el homicidio.
Se ha hablado más sobre la vigilancia política en el comunismo en las ciudades, ya que en las grandes aglomeraciones urbanas, donde las condiciones de vida eran mucho más difícil de soportar y el potencial explosivo mayor, el régimen concentró más recursos. Como la ciudad estaba habitada por personas de mayor diversidad, incluidos los trabajadores que tenían una mayor capacidad solidaria, la vigilancia era más agobiante. Pero el mundo rural no estuvo exento de la vigilancia y la represión. De hecho, la historia de la vigilancia comunista y de la represión comienza en el campo y no cesa hasta 1989.
El hecho de que la resistencia armada anticomunista estaba formada por militares y campesinos que se oponían a la colectivización le llevó al régimen comunista a establecer el terror primero en el campo. Allí se necesitaron informantes para averiguar quiénes eran los partisanos en las montañas, los campesinos que les ayudaban y cuáles eran las redes que utilizaban los partisanos, los campesinos y la gente de la ciudad para comunicarse. Así que la vigilancia política en el mundo rural era esencial. La historia de la resistencia anticomunista menciona la actividad de los informantes como la principal causa de la liquidación de los grupos partisanos. En las fosas comunes descubiertas había decenas de campesinos fusilados en los campos, en el borde de los bosques o en lugares remotos.
El historiador Gheorghe Miu investigó el aparato de vigilancia y represión en la zona de Buzău. Él cree que la forma en que éste funcionaba era común en todo el país.
Estas estructuras militarizadas del régimen comunista actuaron en las zonas rurales, en las aldeas socialistas, utilizando los puestos de la milicia que operaban allí. Estas residencias de seguridad tenían redes de información bien desarrolladas, casas, informantes, una estructura informativa que descubrimos en varios documentos. Una residencia de la Securitate era una fuente de información. Ella organizaba y supervisaba las redes de informantes. Normalmente, el residente era el jefe de la milicia local que, prácticamente, sustituía al oficial de la Securitate que se encargaba de la zona. Él se ponía en contacto con los informantes y transmitía las informaciones al oficial de la Securitate que se conocía como operativo de seguridad.
Un aparato de vigilancia y represión no podía funcionar sin informantes. Éstos eran reclutados de medios muy diversos y lo hicieron por varias razones. Algunos cedieron al chantaje, pero otros, según los archivos, se beneficiaron de ventajas materiales: ellos o sus familiares recibían puestos de trabajo codiciados, otros recibían mejores viviendas, salarios más altos y otras recompensas financieras, otros podían viajar al extranjero. Sin embargo, en las zonas rurales, faltaban las recompensas y los informantes proporcionaron información por temor a repercusiones. Gheorghe Miu señala que los informantes provenían de todos los medios sociales que se podían encontrar en la zona rural.
Descubrimos innumerables informantes con seudónimos. Provenían de diversos medios sociales. En general, se preferían los ambientes cercanos al objetivo, a la persona perseguida por la Securitate y la Milicia: vecinos o campesinos de la misma condición social. Pero también descubrimos fuentes que eran profesores o un funcionario de la Caja de Ahorros. La Securitate y la Milicia operaban en el campo utilizando el mismo método de terror, el miedo inducido. Las personas eran convocadas al puesto de milicia donde daban informaciones por miedo, pero también con su consentimiento.
El historiador Gheorghe Miu presenta también el caso de un campesino que sufrió a causa de sus opiniones. Se trata de su abuelo paterno.
Un caso de estudio trata sobre mi abuelo, Vasile Miu, un campesino que se opuso a la colectivización. Permaneció fuera de la organización hasta 1989, pero soportó las consecuencias. Le abrieron un expediente de verificación y otro de investigación criminal. Mi abuelo poseía 9 hectáreas de tierra y, por eso, era etiquetado de reaccionario, enemigo del régimen comunista. Utilizando como pretexto una carta que Vasile Miu había enviado al presidente del Consejo Popular de la localidad de Padina, Gigel Stoicescu, uno de los artífices de la colectivización en la localidad, los cuerpos de seguridad le abrieron un expediente de verificación y otro de investigación criminal. Lo que siguió fue un calvario. Aunque el campesino Vasile Miu no fue clasificado como preso político, fue encarcelado durante 3 meses por haber vendido en la feria un caballo incautado por la hacienda comunista como resultado de la deuda acumulada por no haber pagado las cuotas agrícolas.
El aparato de vigilancia y represión durante el régimen comunista operaba con la misma brutalidad en las zonas rurales que en las zonas urbanas. Y muchos campesinos todavía recuerdan las acciones de la Securitate, la Milicia y los informantes.
Versión en español: Victoria Sepciu