Tudor Vladimirescu y la idea nacional rumana
En enero de 1821, miles de soldados de Oltenia, provincia del suroeste de la actual Rumanía, liderados por Tudor Vladimirescu, un exoficial del ejército zarista, marcharon hacia Bucarest
Steliu Lambru, 05.12.2022, 14:57
En enero de 1821, miles de soldados de Oltenia, provincia del suroeste de la actual Rumanía, liderados por Tudor Vladimirescu, un exoficial del ejército zarista, marcharon hacia Bucarest. Fue la respuesta rumana al movimiento nacional por la liberación de los griegos de Eterie, la organización nacionalista griega que buscaba la liberación de Grecia del dominio otomano y el establecimiento de un Estado nacional. Vladimirescu respondió así a las aspiraciones de los boyardos nacionalistas de las montañas que querían, como los griegos, la eliminación del control otomano sobre el país. Nombres como Dinicu Golescu y Eufrosin Poteca, entre otros, formaron la primera generación de élites nacionalistas rumanas que gradualmente se separaron de los griegos en ideas, actitudes y lenguaje, aunque su educación había sido profundamente griega.
Las ideas nacionales griegas y rumanas a principios del siglo XIX tenían raíces comunes. El periodo fanariota, que había comenzado un siglo antes, a principios del siglo XVIII, había formado una simbiosis greco-rumana, sobre todo entre las élites. Los príncipes de Muntenia y Moldavia fueron reclutados especialmente de la élite griega de Fanar. A través de los principios, de la Iglesia ortodoxa, del sistema educativo, de los matrimonios mixtos y de la circulación de capitales y propiedades, griegos y rumanos se comprometieron en el proyecto común de eliminar aquello que representaba el Imperio Otomano y establecer unos Estados nacionales. Pero la solidaridad greco-rumana se erosionó de manera gradual pero segura, y finalmente aparecieron dos movimientos nacionales distintos, el griego y el rumano. El momento de la insurrección encabezada por Tudor Vladimirescu en 1821 puede considerarse la culminación de las tensas relaciones entre griegos y rumanos que llevaron a la separación de ambos.
Tudor Dinu es el autor del último volumen de investigación sobre Tudor Vladimirescu. Es una nueva perspectiva que trata de romper con el partidismo nacional:
«Tudor Vladimirescu era una personalidad abrumadora, pero bastante diferente de la que conocemos de los libros de texto, de los libros de historia más antiguos. Diría que fue el homo novus o hombre hecho a sí mismo más importante que ha conocido la historia de Rumanía. Pensemos que era un anciano sencillo, movido por una ambición extraordinaria que hasta cierto punto podía ser positiva, que intentó absolutamente todo para hacerse una brillante carrera. Probó en el oficio de las armas, destacándose en la guerra ruso-turca de 1806-1812, cuando también conoció a los futuros revolucionarios Iordache Olimpiotul e Iane Farmache. Entró al servicio de un gran boyardo, Glogoveanu, en cuya casa aprendió muchas cosas, en Craiova. No conocía muchos libros, su situación familiar no se lo permitía. A las reuniones oficiales con los griegos, iba con un traductor a las reuniones con Ipsilantis, el traductor era el propio obispo de Arges, Ilarion, quien aconsejó a Tudor que matara a Ipsilantis. ¿No creemos que hubo sentimientos amistosos en ambos lados?”
Dejando su Oltenia natal, Vladimirescu llegó a Bucarest en la primavera de 1821, donde dirigiría Muntenia, aunque no fue designado formalmente para hacerlo. El ejército griego dirigido por Aléxandros Ipsilantis, que tenía el rango de general en el ejército zarista, iba a ser apoyado por los rusos para cruzar el Danubio y enfrentarse a los turcos. Al no recibir apoyo de Rusia y ante el peligro turco, surgen sospechas de traición entre ambos, a raíz de lo cual Vladimirescu es asesinado por los hombres de Ipsilantis.
Vladimirescu fue intensamente heroizado en la historiografía rumana, especialmente entre los años 1945-1989, durante el régimen comunista, cuando incluso se transformó en un héroe de la lucha de los pobres contra los ricos. Tudor Dinu dice que Vladimirescu no era como se les dijo a varias generaciones de rumanos de ese período:
“Tudor se preocupó de apartar dinero como administrador de las propiedades de Glogoveni, abrió sus propios negocios con absolutamente todo lo que pudiera generar dinero en esa época, desde ganado, pescado o carne hasta bebida. También tenía tabernas, también tenía molinos, y entonces trató de aprovecharse de la administración corrupta de esa época como fuente de enriquecimiento. Fue vātaf de plai (~ administrador de una provincia de montaña) un puesto que compró, de la manera en que todos los puestos se compraban en esa época. Era la regla por excelencia, las funciones a veces se subastaban; quien daba más, se quedaba incluso como abad de algunos monasterios, no solo como simple vātaf de plai. Se las arregló también, no sabemos exactamente cómo, para convertirse en sluger (~ el que abastecía a la Corte Real y al ejército) durante el período turbulento de la guerra ruso-turca, en algún momento antes de 1808, y no se paró ahí. Esta era su gran cualidad, creía en su estrella».
El principal efecto práctico de las acciones de Tudor Vladimirescu fue conseguir que los príncipes designados por los turcos para dirigir los principados rumanos ya no fueran griegos. Pero no debemos olvidar que el espíritu de aquella época, como tantas veces en la historia, fue uno en el que se conjugaban ideas, solidaridad entre los pueblos, pero también rupturas.